Biblioteca Digital de la Medicina Tradicional Mexicana
Universidad Nacional Autónoma de México
Flora Medicinal Indígena de México
Introducción
Hacia 1991 iniciamos los trabajos de uno de los pasos metodológicos previstos en el proyecto del Atlas de las Plantas de la Medicina Tradicional de México. Este proceso se desarrolló con buena aceptación por parte de los médicos indígenas y con el tiempo ha dado origen a la Flora Medicinal Indígena de México, que por su gran relevancia, hemos decidido editarla como una obra separada.

El proceso metodológico del Atlas señalaba la importancia de contar con información etnobotánica actualizada, para regiones y localidades con muchos estudios previos, o bien poco visitados.

El otro elemento fundamental del método planteado consistió en que la elaboración de tales registros de información actualizada no fueron hechos solamente, como es usual en estos casos, por un investigador etnobotánico, sino que este funcionara como animador de un grupo integrado por uno, dos o más médicos indígenas, un traductor y un dibujante de la localidad. A estos equipos les denominamos Grupos de trabajo local.

Ambos elementos intentaban dar respuesta a los planteamientos que muchos médicos indígenas han hecho desde hace algunos años, individual o colectivamente: "nos visitan muchos investigadores, obtienen información y nunca regresan nada", "ustedes escriben, se llevan el reconocimiento y a nosotros nadie nos menciona", "nuestros conocimientos deben ponerse en libros, para que todos vean que lo nuestro también vale", "queremos que se escriba lo que sabemos para que después nuestros hijos lo puedan ver, aunque nosotros ya no estemos", "necesitamos tener materiales para intercambiar entre los médicos indígenas del país, de región a región, de cultura a cultura, entre organizaciones y también para intercambiar con otros pueblos, fuera del país".

Consecuentemente, tales Grupos de trabajo local alcanzarían los propósitos básicos que los estudiosos de la etnobotánica en México (en los últimos diez años), hemos considerado impostergables, al conducir un programa de investigación, con participación de los propios integrantes de una cultura indígena:

  1. Sistematizar el conocimiento sobre las plantas medicinales locales y con ello estructurar la memoria escrita sobre la botánica de las culturas indígenas.

    Cabe recordar que por cada anciano sabio que muere, en las comunidades indígenas, es como si una biblioteca de libros incunables terminara en llamas. Los conocimientos acumulados en su valiosa experiencia, que para Luis Villoro es la vía para la producción de la sabiduría, se terminan con él, si desafortunadamente no formó discípulos, pero aún en tal caso, algunos elementos de su amplio bagaje pueden perder precisión al no contarse con su registro escrito. Finalmente, debemos subrayar que tales pérdidas ocurren sin que podamos precisar qué fue exactamente lo que perdimos.

  2. Contribuir a modificar la vieja y algunas veces todavía usual práctica, de otorgar a los médicos y especialistas de la medicina indígena, el papel de voceros incógnitos. Desde siglos atrás, a los médicos indígenas se les ha asignado el papel de "informantes clave", de "traductores" o el de consumidores y receptores de la información que otros producen. Los datos de pequeñas localidades son difícilmente accesibles o nos llegan, aún a los investigadores especializados, bajo el tamiz (casi imperceptible pero a la vez) inevitable que introduce el investigador ajeno.

    Adicionalmente, una propuesta de difusión estructurada sobre la base de estos materiales, nos eliminaría el problema de la construcción o búsqueda del lector, puesto que si ellos escriben y son los autores, lo lectores serán (sin artificios propagandísticos de por medio) todos aquellos que han acudido a recibir el apoyo de la medicina tradicional. Estos cuadernos de la Flora Medicinal Indígena de México aspiran en primer lugar a ser leídos, comentados y usados por médicos indígenas, vecinos y habitantes de las regiones donde han sido elaborados, a los que Luis González y González llama el público parroquiano.

    Refrendamos con esto nuestro compromiso para devolver a los autores un producto intelectual, que es, de principio a fin, suyo.

  3. Comenzar la formación de grupos de trabajo local que aspiren a constituirse en forma permanente y a hacer (como parte de sus tareas) el registro, la sistematización, la reflexión, la investigación y el desarrollo de ese enorme caudal de conocimientos que giran en torno a los recursos terapéuticos y a la medicina tradicional en general.

    Cuando Alfredo Barrera delineó el perfil del mejor etnobotánico mexicano, señaló que debería ser indígena, conocer ambas lenguas, la botánica universal y la botánica indígena, conocer los horizontes de utilización que las dos culturas otorgan a una misma planta, etc.

    Pienso que si bien es correcta, la propuesta es por un lado escolarizada y por otro centrada en los individuos. Los últimos años han mostrado un notable crecimiento de organizaciones locales, regionales y nacionales de médicos indígenas interesados en la continuidad, desarrollo y transformación de sus saberes. La conformación de grupos de trabajo entre lingüistas, maestros o especialistas de la medicina tradicional empieza ya a dar sus primeros frutos, y parte de esto son algunos de los cuadernos de esta Flora.

    El tiempo dirá si esta es una de las vías para la formación de nuevos etnobotánicos en grupos de trabajo regionales y para el fortalecimiento de la medicina tradicional.

* * *

Para la realización del proyecto se señaló que lo fundamental era el testimonio directo de los médicos indígenas, con los conceptos, ideas, palabras y giros idiomáticos en lengua indígena, o, si se me permite decirlo, la variante dialectal del español usual en la región, y el investigador etnobotánico, biólogo, historiador u otro, solo fuera el impulsor del proyecto, transcriptor en algunos casos e identificador de las plantas en la terminología latina.

Se elaboró un pequeño guión que contenía las generalidades y un instructivo para la colecta botánica, donde se insistió en la intención testimonial de cada Flora local.

Cada cuaderno es un inventario de las plantas medicinales usadas en una localidad determinada, realizado directamente en el campo a través de la participación de los médicos indígenas. Los textos se presentan en forma totalmente bilingüe.

Los cuadernos contienen una breve historia de la comunidad y de la zona de estudio, mapa de localización regional, dibujos de las plantas hechos por personas de las comunidades, además de la descripción, hábitat, calidad de la planta, localización y aspectos ecológicos. Se abunda en los datos sobre el uso medicinal, causas y síntomas de la enfermedad para la que es empleada la planta en cuestión.

El nombre más común de la planta, en la localidad, es el título en español de cada pequeña monografía. Se anexa un índice por nombre botánico.

El conjunto ofrece información para un total de 852 especies de plantas medicinales (1423 registros), todas ellas ilustradas; obtenidas a partir del trabajo de 3 asesores regionales, 32 asesores locales, 234 sabedores, curanderos y amas de casa, 40 dibujantes, 32 botánicos y 53 traductores, desde las perspectivas de 28 pueblos indígenas (Véase la Fig. no. 1). Hay que señalar que si bien hay pueblos muy estudiados y otros mediana o elementalmente investigados (Fig. no. 2), en cambio hay alrededor de docena y media en los que no encontramos información alguna sobre etnobotánica medicinal (Fig. no. 3).

* * *

Si, para decirlo con Stefano Varese, "el discurso civilizador de los pueblos indígenas fue clandestinizado, más que radicalmente interrumpido por el proceso colonial", superar esta situación implica, entre otros elementos, "redescubrir la naturaleza de la propia lengua y cultura, (...) y proponerse desarrollarla en todas sus potencialidades apropiándose de los avances tecnológicos y culturales que posee la sociedad dominante y transfigurarlos en este proceso de apropiación".

Nombre Nombre
Cochimí (1) Pima (1)
Cora (1) Popoloca (1)
Guarijío (1) Popoluca (1)
Kikapú (1) P’urepecha (1)
Konka’ak (1) Tarahumara (1)
Kiliwa (1) Tének (1)
Kumiai (1) Tepehua (1)
Mame (1) Tepehuano (1)
Maya (1) Totonaco (1)
Mayo (1) Triqui (1)
Mazahua (1) Yaqui (1)
Mixteco (3) Zapoteco (1)
Nahua (3) Zoque (1)
Otomí (2)
Pai-pai (1)
Fig. no. 1 Pueblos indígenas y número de trabajos de la Flora Medicinal Indígena de México
Nombre No. Nombre No.
Amuzgo 9 Mixe-Popolca 1
Chatino 5 Mixteco 20
Chichimeca-Jonás 5 Motozintleco 2
Chinanteco 21 Nahua 261
Chocho 1 Opata 2
Chocho-Popoluca 1 Otomí 52
Chol 5 Pai-pai 2
Chonatl 17 Pame 7
Cochimí 1 Pápago 8
Cora 6 Pima 12
Cucapá 2 Popoloca 5
Cuicateco 5 Popoluca 14
Eudeve 1 P’urepecha 66
Guarijío 3 Seri (Konk’ak) 6
Huave 15 Tarahumara 33
Huichol 36 Tének 10
Ixcateco 2 Tepehua 11
Kikapú 3 Tepehuano 15
Kiliwa 2 Tlapaneco 5
Kumiai 1 Tojolabal 9
Lacandón 12 Totonaco 28
Mame 6 Triqui 6
Matlatzinca 5 Tzeltal 50
Maya 119 Tzotzil 66
Mayo 11 Yaqui 21
Mazahua 22 Zapoteco 37
Mazateco 28 Zoque 20
Mixe 30
Fig. no. 2 Pueblos indígenas y números de estudios sobre plantas medicinales y medicina tradicional
Nombre
Aguacateco
Cahita
Cakchiquel
Chiapaneco
Chicomucelteco
Ixil
Jacalteco
Kanjobal
Kekchi
Matlatzinca
Meco
Ocuilteco
Papabuco
Quiché
Solteco
Teco
Tlahuica
Yuma
(Cfr. Censo Nacional de Población, 1990, INEGI).
Fig. no.3 Pueblos indígenas sin registro actual de estudios de botánica medicinal y medicina tradicional

Un proceso como el que anticipa este autor parece operarse en el campo de la medicina tradicional entre numerosos grupos organizados de médicos indígenas. Es cierto que entre los elementos que conforman una cultura, la medicina (la explicación de la enfermedad y la curación, los materiales curativos, los sistemas de diagnóstico, los de transmisión de conocimiento y muchos otros) no es sino una parte del todo, pero no es menos cierto también que es una de las grandes vertientes en las que se expresa, donde el México profundo tiene poderosas raíces y también (como lo ha señalado Bonfil), uno de los elementos básicos de la esfera de la cultura propia.

Por ello, aún sometida y desdibujada como está, puede constituirse en el eje movilizador de una voluntad de desarrollo y autoafirmación.

El conjunto de cuadernos obtenidos, ofrecen una muestra del conocimiento sobre los recursos vegetales curativos locales. Permiten constatar por un lado las plantas más comunes de la terapéutica popular nacional, pero también, los variados recursos locales que los pueblos ponen en juego para procurarse la salud.

Nos traen también a través de la enorme cantidad de información sobre las plantas, la imagen de un conocimiento de raíces muy antiguas, diferente en su forma de expresión y de otro nivel (según la conceptualización de Claude Levi-Strauss) al del conocimiento académico, de raíz occidental, pero al mismo tiempo, no por ello de menor validez y eficacia.

* * *

El razonamiento anterior implica también la necesidad de insistir en que las plantas deben analizarse en sí, separarse con propósitos metodológicos, pero no descontextualizarse del sistema de salud en el que están inmersas, pues los riesgos reduccionistas son muchos. No son entonces exclusivamente fuentes de materia prima o de principios activos, tampoco exclusivamente mercancías, son eso y más. Conviene tenerlo presente si queremos sumar esfuerzos para la profundización de estos saberes y la persistencia de este sistema médico.

Estos cuadernos nos acercan las voces de los médicos tradicionales, uno de los grupos de especialistas más respetados en las comunidades rurales del país. Portadores de los conocimientos sobre el arte de curar y permanente apoyo para las familias, son también los sabios continuadores de tradiciones muy antiguas, aunque en cambio permanente. Cada vez que un médico indígena enfrenta la problemática que aqueja a su paciente, se reinicia un proceso que han vivido miles de personas, en el mismo lugar, la misma lengua, el mismo sentido de responsabilidad y solidaridad, del médico para con su paciente.

La medicina tradicional es uno de esos ámbitos donde los médicos indígenas manejan sus elementos culturales (cosmovisión, ideas de salud y enfermedad, recursos diagnósticos y terapéuticos, etc.), y son capaces de reproducirlos además de que implica una toma de decisiones entre médicos y pacientes, quienes ejercen un notable control cultural sobre el proceso de reestablecimiento de la salud. Por otra parte, la información del siglo XVI, provenientes de voces indígenas, se asemeja a las actuales voces indígenas, lo que nos muestra la persistencia y fortaleza de esta medicina.

Mucha de la información y las ilustraciones contenidas en las monografías que forman estos tres tomos, fueron utilizados en el Atlas, con lo que este se actualiza y enriquece en información y sin duda alguna, se embellece con el notable sentido plástico de las plantas dibujadas por los modernos "tlacuilos". Cuando veíamos las ilustraciones que se estaban obteniendo en el proyecto de Medicina Tradicional en los Altos de Chiapas, comentaba Brent Berlín la extraordinaria similitud entre esos dibujos y los del Códice de la Cruz-Badiano, los de Sahagún o incluso los de Fray Juan de Navarro, entre otros muchos.

En la gran serie de ilustraciones que hemos obtenido hay variaciones, pero se constata una enorme persistencia en mostrar las partes útiles de las plantas, unir veracidad morfológica con diseño artístico y en general simplificar para tener mayor éxito didáctico.

El conjunto de cuadernos se ha dividido en tres tomos: norte, centro-occidente y sur. Se presentan un total de 32 cuadernos, que contienen 35 floras indígenas, de un total de 43 que por ahora no es posible editarlos todos juntos. La figura no.4 nos muestra la ubicación aproximada de los sitios de trabajo.

Fig. no. 4 Sitios de trabajo de la flora medicinal indígena de México
  1. Flora Cochimí de San Antonio Necua, BC.
  2. Flora Kiliwa de Arroyo de León, BC.
  3. Flora Kumiai de San José de la Zorra, BC.
  4. Flora Pai-pai de Santa Catarina, BC.
  5. Flora Pima de Yécora, Son.
  6. Flora Guarijía de Son.
  7. Flora Seri de Son.
  8. Flora Yaqui de Son.
  9. Flora Kikapú de Múzquiz, Coah.
  10. Flora de Sojahuachi, Chih.
  11. Flora Mayo de El Fuerte y Choix, Sin.
  12. Flora Mayo de Ahome, Sin.
  13. Flora Tepehuana del Sur de Dgo.
  14. Flora de Jesús María el Nayar, Nay.
  15. Flora Tének de Tanleab, SLP.
  16. Flora Purépecha de Santiago Sicuicho, Mich.
  17. Flora Mazahua de San Felipe del Progreso, Edo. de Mex.
  18. Flora Otomí del Valle del Mezquital, Hgo.
  19. Flora Otomí de San Juan Ixtenco, Tlax.
  20. Flora Nahua de la Magdalena Tlaltelulco, Tlax.
  21. Flora Popoloca de San Marcos Tlacoyalco y San Juan Atzingo, Pue.
  22. Flora Nahua de San Miguel Tzinacapan, Pue.
  23. Flora de la Sierra de Zongolica, Ver.
  24. Flora Populuca de Santa Rosa Loma Larga, Ver.
  25. Flora Zoque-Popoluca de Magallanez, Ver.
  26. Flora Tepehua del Coyol, Xalame y Chintipan, Ver.
  27. Flora Totonaca de Papantla de Olarte, Ver.
  28. Flora Otomí de Texcatepec, Ver.
  29. Flora Mixteca de la Mixteca Alta de Tlaxiaco, Oax.
  30. Flora Mixteca de San Pedro Tidaá, Oax.
  31. Flora Mixteca de Chinango
  32. Flora Zapoteca de Santiago Jalahui, Oax.
  33. Flora Triqui de la Laguna Gudalupe, Putla, Oax.
  34. Flora Mam de Motozintla, Chis.
  35. Flora Maya de Quintana Roo

Hemos respetado los textos originales de manera que fluya la expresión propia de las diferentes regiones, y sólo se corrigieron errores de ortografía y puntuación, algunos mecanográficos, para que el lector no detenga su vista en ellos, evitando el goce del texto. Se hicieron también arreglos para homogenizar la forma de presentación de los materiales en todas las monografías.

La autoría ha sido también respetada tal como se asumió en cada caso: individual o colectiva. Aún no existen espacios suficientemente amplios en la jurisprudencia nacional e internacional para los derechos colectivos, pero ya se inician los esfuerzos para otorgar reconocimiento y regalías por los derechos de propiedad intelectual de los pueblos indígenas, en relación a recursos naturales y más aún a especies de flora y fauna cultivados o donde se demuestre una relación muy antigua de manejo de un recurso por un pueblo, como en el caso de las plantas medicinales.

* * *

Varios autores, como Del Pozo, Germán Somolinos y Angel María Garibay K., han señalado que si bien el documento de De la Cruz-Badiano es una obra de circunstancia, elaborada con prisa y, entre otros propósitos, para congraciar al Colegio de Tlatelolco con el Rey, a través de la presentación que del libro hicieran el virrey Don Antonio de Mendoza o su hijo Francisco, a pesar de ello, y sin proponérselo, se convirtió en el primer escrito sobre medicina indígena mexicana, producido en los años inmediatos después de la conquista, y por tal razón, en un material sumamente valioso para el estudio de las culturas de la época.

Algunos autores se inclinan por considerarlo un herbario y otros señalan que es un recetario. Para Angel María Garibay K. es el texto donde "un nativo reúne en su lengua dulce y alada, la sabiduría curativa de sus ancestros".

Martín de la Cruz era, al momento de dictar el contenido del libro, un médico, posiblemente de edad avanzada, al que se describe como el que "no hizo ningunos estudios profesionales, sino que era experto por puros procedimientos de experiencia".

La caracterización anterior nos permite establecer algunos puntos de comparación entre el De la Cruz-Badiano y la obra que hoy tiene el lector en sus manos, sin pretender por supuesto, la similitud. Dejamos al lector la consideración sobre la edad de los médicos, el que cada monografía incluye un dibujo y por tanto son recetarios más que herbarios, los autores del texto antiguo y de los actuales, no tienen saberes académicos pero sí una vasta experiencia y, finalmente, la obra actual, con sus diferentes culturas y por el esfuerzo de sus médicos nos permite compartir, también en lenguas dulces y aladas, la sabiduría curativa de los ancestros. Aquella nos da las primeras imágenes de una medicina del XVI, ésta aspira a ofrecer un cuadro de la medicina herbolaria indígena de finales del siglo XX.

Por todo ello, creo no equivocarme al señalar que para todos los participantes la realización de esta obra significó un enorme gozo, pues al mismo tiempo que cubrimos una deuda, cumplimos un deber y logramos un antiguo deseo.

Agradecimientos

Si bien el camino lo inauguraron Martín de la Cruz y Juan Badiano, con la recomendación de Fray Juán de Grado y en el espacio cimentado por Fray Bernardino de Sahagún, ejemplos más cercanos los tuvimos en los textos de los Promotores bilingües de la Dirección General de Culturas Populares, SEP, en la época de Leonel Durán; en las Treinta monografías sobre el cultivo del maíz, publicadas por el Museo Nacional de las Culturas Populares, en la época de Guillermo Bonfil, y en dos libros sobre Plantas medicinales, uno del escritor amuzgo Fermín Tapia de Jicayán, Oaxaca, editado por el CIESAS, y el otro de los escritores nahuas del Taller de Tradición Oral de San Miguel Tzinacapan, Puebla, y Pierre Beaucage, editado por el DIF y la propia Asociación.

A propósito del Atlas y del nuevo intento por hacer del Hospital de Oaxtepec un centro de investigaciones sobre la medicina tradicional en México, Arturo Warman me señaló la importancia de lograr la participación de médicos indígenas en la elaboración de diversos materiales de carácter testimonial.

Reconozco en los proyectos culturales señalados y en las personas que los organizaron una enorme deuda intelectual, pero al mismo tiempo cabe librarlos de responsabilidades por las pobrezas y defectos que presente este nuevo esfuerzo. Muchas personas, grupos e instituciones apoyaron la realización de los trabajos en diferentes momentos:

Queremos agradecer el apoyo prestado por los directores y personal de los Centros Coordinadores Indigenistas de Atlaconulco, Edomex, y particularmente al Ing. Carlos Aguirre y la CD. Edith Vega García; Acayucan, Veracruz; Ensenada, Baja California Norte; Huayacocotla, Veracruz, especialmente al ex-director y al director del centro Ing. Alfonso Castillo Obregón y Lic. José Luis Cisneros; en Tehuacan, Puebla, al Dr. Alfredo Ruiz Fierro, director y al Dr. Miguel Duarte; Texcatepec y Huayacocotla, Veracruz, en especial al Lic. José Cisneros Sánchez y al Dr. Hermenegildo Herrera; al CCI de Morgadal en Papantla, Veracruz, en especial al Ing. Jesús Prieto y al Dr. Rafael Contreras y de manera sobresaliente a la Coordinadora Estatal de Oaxaca, que asumió este proyecto como suyo.

También tuvimos el apoyo de la Unidad Regional Centro de Veracruz, particularmente al Antrop. Rodolfo Baruch Maldonado, de la Unidad Regional Quintana Roo, y de la Unidad Regional Michoacán de la Dirección General de Culturas Populares.

La participación de la Facultad de Ciencias de la Universidad Autónoma de Baja California, en Ensenada, BC., del Instituto de Biología de la Universidad Veracruzana, en Jalapa, Veracruz, del Centro de Investigaciones Científicas y Tecnológicas del estado de Sonora (CICTUS), en Hermosillo, Sonora, del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias para el Desarrollo Integral Regional (CIIDIR), en Durango, Durango, y de Investigaciones Biotecnológicas, A.C. (INBIOTEC), en Jalapa, Veracruz, fueron factores clave en la realización de varios de los cuadernos. Cabe destacar la participación de Miguel Angel Martínez y de Robert Bye, en la identificación de plantas de diferentes cuadernos.

Seis personas brindaron asesoría directa y a distancia a los grupos de trabajo en cuatro estados del país, lo que permitió obtener materiales de gran calidad: Ileana Espejel en Baja California, Rigoberto López Estudillo en Sonora, Leticia Cano y José Rangel en Veracruz y Nereyda Antonio e Ignacio Bernal se echaron a cuestas los trabajos en Oaxaca.

Un equipo de trabajo en el Distrito Federal, se integró con personal del Instituto Nacional Indigenista y del Instituto Mexicano del Seguro Social. Aquí se identificaron muchas de las plantas y se depositaron en el Herbario del IMSS, se revisaron y homogeneizaron los materiales, se capturaron en computadora todos los textos y se estructuró la obra completa. Cabe agradecer aquí de manera especial a Juan Leonardo Cané, Oscar Ariel Vázquez Morales, José Luis Islas Guadarrama; Ma. Elena Rodarte García; Felicitas Méndez Ortega y Virginia Diego González por su esforzada labor en la captura de los textos bilingües, que se hicieron y rehicieron en muchas ocasiones y especialmente a Lourdes Ballesteros quien llevó a cabo los trabajos de definición de estructura, establecimiento de normas, corrección y cuidado de la pre-edición.

El apoyo económico para la elaboración de este trabajo fue hecho por el INI, pero se recibió un importante apoyo adicional de parte del Programa Nacional de Solidaridad (PRONASOL), por ello agradecemos al Dr. Mario Luis Fuentes, Director General de Programación y Presupuesto; al Dr. Jaime Moreno Garavilla, Director de Apoyo al Servicio Social, al Lic. Mauricio Ondarreta, Subdirector de Presupuesto y Operación Regional, y a Ma. de la Cruz Maldonado, Jefa del Dpto. de Control Presupuestal, quienes apoyaron con gran interés el proyecto en 1991 y 1992; asimismo al Lic. Guillermo Hopkins, Director General de Programación y Presupuesto, al Lic. Antonio Avila, Director de Apoyo al Servicio Social, al Lic. Lorenzo Hernández, Subdirector de Presupuesto y Operación Regional y nuevamente a la Lic. Ma. De la Cruz Maldonado Pérez, Jefa del Dpto. de Control Presupuestal, quienes apoyaron el proyecto en el año de 1993.

Se agradece también el apoyo recibido por el CONACYT durante el periodo 1992-1993 y en especial al Dr. Raúl Herrera Becerra, Director de Apoyo a la Investigación.

En el INI queremos reconocer el apoyo inicial de Arturo Warman, José del Val, Lorena Vázquez y Leopoldo Zorrilla. A José Luis Perdomo, Mauro Quiroz y Marcos Luna, quienes fueron siempre partidarios de la realización y culminación de este trabajo. Quiero destacar el apoyo fundamental de Maya Lorena Pérez Ruiz y Lorena Vázquez Rojas, durante los primeros años del proyecto. Sin su participación definitiva los trabajos no se hubieran desarrollado adecuadamente.

A Lucía Osvaldo y a Carlos Zolla, por su abrumador apoyo y consejo en todas las fases del proyecto.

De forma especial cabe destacar el apoyo decidido de Ismael Villar y nuestro agradecimiento por el permanente diálogo e interés en apoyar la edición de los materiales de parte de Guillermo Espinosa Velasco, Director General del INI.

A la Galería López Quiroga, y en particular a Lourdes López, por las facilidades brindadas y el apoyo para seleccionar las transparencias de la obra del Mtro. Francisco Toledo: De repente en la oscuridad, 1986 (25 x 33 cm) mixta/papel; Flor, 1985 (25 x 32 cm) acuarela/papel; Flores de la tierra, 1986 (54 x 65 cm) encáustica y óleo/ tela. Todas las obras fueron fotografiadas por Carlos Alcazar.

Las imágenes que ilustran cada una de las portadas de la Biblioteca de la Medicina Tradicional Mexicana, son obra del gran maestro oaxaqueño Francisco Toledo, quien generosamente permitió el acceso a sus archivos con el fin de que se pudiera lograr una selección que a su alto valor artístico, suma los contenidos profundos de una cultura indígena y rural que es, en definitiva, la protagonista de estas páginas.

Arturo Argueta Villamar
Tarango, D.F, agosto 1994