Deidad protectora de los seres vivos, habitante de las cuatro esquinas del plano terrestre. Además, se encuentra en las cuatro esquinas de un poblado, una milpa, un corral, etcétera. Los balamo´ob presentan diversos aspectos y tienen nombres específicos para cada una de las direcciones que ocupan: noreste para ah túun, la piedra; noroeste para ah balam, el guardián; suroeste para ah k´at, el enano de barro; y sureste para ah kanan, el protector (1) (V. u yook `ol kaab´). La especificidad en la posición de cada una de estas deidades es fuente de confusión en la literatura etnográfica. Algunos autores consideran que el balam se presenta como jaguar (2); otros señalan que se trata de un duende (3); y otros lo imaginan como un gigante de barbas blancas (2). Dependiendo de la dirección cardinal que les corresponde, los balamo´ob adoptan cualesquiera de las formas mencionadas.
Es un ente nocturnal esencialmente protector; sin embargo, para la persona que tiene la desdicha de verlo de día, es señal de que pronto enfermará (2). También puede enfermar a quien no le rinde el debido respeto mediante ofrendas en épocas especiales del calendario agrícola (3 y 4).
Los niños son los más beneficiados por los balamo´ob; cuando se pierden, estas deidades los orientan y regresan a sus casas. Se dice que cuando se oyen silbidos en la noche, es un balam orientando a un niño perdido a su hogar (2 a 4). Estas deidades, además, libran batallas contra entidades malignas, usando dardos de obsidiana, llamados Piliz-dzoncab, proyectiles abundantes en los montículos arqueológicos utilizados además por los curanderos para hacer sangrías (2) (V. sangría).
(1) Sosa, J. R., 1989.(2) Baqueiro López, O., 1983.(3) Rivera, M., 1976.(4) Redfield, R., 1944.