En Baja California existen cuatro etnias indígenas: los paipai, los kiliwa, los kumiai y los cucapá. Estas floras corresponden a las tres primeras, pues en el poblado de los cucapá se presentaron serios problemas que limitaron la entrada a la comunidad. En cuanto a los kumiai, también denominados Kamiai, y los cochimí hay un grupo de investigadores que piensan que son del mismo origen dialectal y no los reconocen como grupo étnico. Sin embargo, los cochimí se reconocen a sí mismos como un grupo diferente y, por esta razón, se anexan al listado.
Las comunidades tienen una población muy baja y un grado de transculturación muy alto, especialmente al compararlas con otras etnias del país. Su historia antigua y contemporánea, su localización geográfica, sus ecosistemas, entre otras cosas, han modelado una idiosincrasia muy especial.
Para los fines de esta publicación, es necesario aclarar que en ninguna de las tres etnias hay médicos tradicionales, chamanes, curanderos ni brujos que tuvieran un contacto profesional con las plantas medicinales. Los autores de las floras son gente grande, con una sabiduría inmensa, con una memoria notable, pero que no se dedican a curar. El conocimiento que transmiten, en los textos elaborados, son producto de cientos de años de pláticas entre abuelos, padres, hijos y nietos. No existe la escritura. Algunos lingüistas han ideado formas de escritura y, por esta razón, son muy pocas las personas que las conocen. Como la escritura no es una práctica común, no fue posible encontrar un traductor. Sin embargo, consideramos que es importante dar a conocer esta información aún cuando no se tenga una memoria escrita en la lengua indígena de estos grupos.
Entre otras razones, el clima del chaparral y del desierto, así como una serie de experiencias con profesionistas y negociantes (nacionales y extranjeros), hace que las relaciones de estos indígenas con los extraños sea huraña. Para este tipo de trabajos, la personalidad de los practicantes es de suma importancia. Enlistar, hacer descripciones con un formato dado, dibujar, no son actividades comunes entre los autores de estas floras. De cierta forma, el forzarlos a seguir una lógica, al parecer ajena a la suya, dificultó la comunicación y la fluidez del trabajo. Pero, por lo mismo, los resultados obtenidos son sumamente valiosos.
Por otro lado, durante las entrevistas se sintió un cierto cansancio por parte de los sabedores. Esto se debe, en parte, a la poca motivación que les ofrece el mundo en que viven. Es decir, las enseñanzas sobre el uso de las plantas las dan a los que lo necesitan y cuando lo necesitan. Especialmente se enseña la medicina tradicional a los jóvenes adultos, no exactamente a los niños. Sin embargo, en la mayoría de los pueblos ya no viven muchos jóvenes adultos, ya que estudian o trabajan en las principales ciudades del estado o en los Estados Unidos. Los niños aprenden los nombres de las plantas, su localización, algunos datos curiosos, pero no su uso, menos aún, la forma de uso.
Cabe mencionar la importancia que tuvieron, para realizar este trabajo, las experiencias previas de Edna A. Cortés R., quien introdujo a los compiladores del equipo con los sabedores. Así, se logro una confianza mutua, que de otra manera se hubiera efectuado en un tiempo mayor.
La experiencia ha sido enriquecedora, ha permitido el planteamiento de soluciones alternativas a la problemática referente a la pérdida de conocimiento tradicional. A grandes rasgos, la inversión del conocimiento debe ser diseñada localmente y debe llevarse a cabo, activamente, por los integrantes de la comunidad y dentro de la localidad. Por otro lado, se sugiere intensificar el tipo de investigaciones biológicas que se enfoquen al diseño de programas de manejo de plantas medicinales (entre otras), en los cuales el aprovechamiento de las especies sea una actividad económicamente atractiva. Programas que tomen en cuenta, por ejemplo, que estos grupos indígenas no son campesinos, son recolectores; que no tienen un curandero, todos pueden participar en la medicina familiar; que el clima es extremoso y difícil, etc.
Se debe mencionar que algunos dibujos que les fueron difíciles de hacer, los realizaron los recopiladores, y algunos más se calcaron de las otras floras. Cada planta descrita fue colectada y depositada en el herbario (BCMEX) de la Facultad de Ciencias de la Universidad Autónoma de Baja California, con un duplicado en el herbario de plantas medicinales del IMSS.
Finalmente, hay personas e instituciones a quienes se agradece el apoyo otorgado, sin el cual este trabajo no se hubiera realizado: David Zarate, con su vasta experiencia y profundo compromiso con los indígenas de Baja California, colaboró en varios de los viajes y enriqueció el análisis de las observaciones, especialmente con la gente de Santa Catarina; en esta localidad, Paula Cañedo y Camila Alváñez completaron la información de la flora pai ipai.
Los administrativos de la Facultad de Ciencias de la Universidad Autónoma de Baja California, especialmente Elías Torres e Irma Rivera, prestaron la infraestructura mínima necesaria para realizar este trabajo. El personal del INI-Ensenada apoyó con los trámites administrativos.
El trabajo fue finalizado por el Instituto Nacional Indigenista a través de becas de Solidaridad.
Acerca del autor.
Benito Peralta González es indígena Pai-pai, nació en 1921 en la ranchería de San Miguel, en las inmediaciones de lo que fue la misión de Santa Catalina (hoy Santa Catarina). Cursó hasta el tercer año de primaria donde aprendió a leer y escribir el español.
Benito es un hombre con una gran sabiduría por lo que es conocido como "el sabio". Su vida es pacífica y ordenada, antes se dedicó a la siembra de maíz, pero ahora vive todo el año en Santa Catarina, con su hermana Josefina (una extraordinaria ceramista), sus sobrinos y nietos.
Algunos años fue promotor cultural de su comunidad, ha colaborado con antropólogos, arqueólogos, historiadores y lingüistas. Sus leyendas y cuentos han aparecido en varias publicaciones en español e inglés y ha publicado un libro de cuentos.
Su carácter afable y el gusto por transmitir sus conocimientos, han sido una gran ayuda para la conservación de las tradiciones Pai-pai. Actualmente está cansado y no tuvo ánimos para grabar las descripciones de las plantas en su lengua. Sin embargo, hizo un gran esfuerzo al realizar los dibujos que aquí se presentan.
Los Pai-Pai.
Los Pai-pai pertenecientes a la familia lingüística yumana o cochimi-yumana, son el único miembro mexicano del grupo pai, uno de los cinco en los que se divide la rama yumana de esta gran familia (Mixco, 1985). Los otros miembros de este grupo son las lenguas javasupai (Havasupai), hualapai (Walapai) y el yavapai, que se encuentran en el estado de Arizona, Estados Unidos. De estos tres, es el yavapai con el que el pai-pai parece tener más relación (México, op.cit.).
La comunidad pai-pai o jaspuy´paim, ha mantenido su principal núcleo de población desde mucho antes de la época misional en la localidad de Santa Catarina, BC. (Ochoa, 1979). Este asentamiento se localiza en el Km 92 de la carretera estatal Ensenada-San Felipe, al sureste de dicho puerto. De este punto en adelante se toma un camino de 8 Km. de buena terracería que conduce al centro del poblado.
Esta comunidad está considerada como el asentamiento indígena más grande de Baja California, contando con una población de 250 habitantes aproximadamente (INI, 1990), aunque otras fuentes oficiales manejan un total de 196 (INEGI, 1990). La comunidad cuenta con 69,043 hectáreas de terreno, con un régimen de tenencia comunal.
El clima de la región es de tipo mediterráneo, caracterizado por la presencia de veranos secos y calientes e inviernos fríos y lluviosos, ocurriendo las mayores precipitaciones entre los meses de octubre y abril. El poblado se encuentra a una altura de 1000 msnm.
Santa Catarina se encuentra dentro de la Provincia Californiana y el chaparral constituye su vegetación dominante. Las formas biológicas características son los arbustos siempre-verdes, esclerófilos y de raíces profundas, los cuales se encuentran adaptados a períodos de extrema sequía (Delgadillo, 1988).
De las especies mas características de este tipo de vegetación se encuentran los chamizos vara prieta y vara colorada (Adenostoma fasciculatum y A. sparsifolium), la manzanita (Arctostasphylos gladulosa), la caoba de montaña (Cercocarpus betuloides), la valeriana (Eriogonum fasciculatum), la huata (Juniperus californica) y el mangle (Rhus ovata). Como vegetación riparia se encuentra el encino (Quercus chrysolepis), el álamo (Populus fremontii), así como algunas especies de sauce (Salix sp) (Delgadillo, op. cit.).
En lo que respecta a la zona de la comunidad con vegetación desértica, ésta corresponde al llamado desierto micrófilo o desierto de San Felipe, cuyas especies características son la gobernadora (Larrea tridentata), el palo verde (Cercidium microphyllum), el mezquite (Prosopis glandulosa), el agave o mezcal (Agave deserti), el ocotillo (Fouquieria splendens) y la uña de gato (Acacia greggii) (Delgadillo, op. cit.). El límite noreste de la comunidad llega al pie del parteaguas formado por la Sierra de Juárez, por lo que la vegetación cuenta con elementos del bosque de confíeras como son los pinos piñoneros (Pinus monophylla y P. quadrifolia), este último de gran aceptación entre los pai-pai.
A principios del siglo XIX, la economía Pai-pai estaba fuertemente basada en la recolección de plantas silvestres (Owen, 1963). Esta actividad se llevaba a cabo de manera estacional, aprovechando al máximo los recursos vegetales disponibles en los diferentes habitats que se iban ocupando (Luomala, 1978).
Esto se vio favorecido por el tipo de organización social que mantenía el grupo, la que se constituía de pequeñas bandas semisedentarias de linaje patrilineal y con la práctica de una estricta exogamia (Zárate, 1978). Las bandas que compartían un linaje común formaban un clan o shumul, es decir, una unidad social mas extensa que estaba asociada con una área geográfica determinada (Robertson, 1982). Cada "...shumul estaba políticamente guiado por un jefe, un orador y un hechicero, sobre quienes recaía la responsabilidad del bienestar de la banda, la observancia de las antiguas costumbres y la apropiada conducción de las ceremonias iniciáticas y funerarias (Zárate, 1986). Este tipo de organización dio como resultado el establecimiento de sociedades cerradas, en las que era costumbre que la transmisión de los conocimientos se diera de generación en generación, de padres a hijos (Cortés, 1988).
En el territorio Pai-pai se estableció, en 1798, la misión dominica de Santa Catalina Virgen y Mártir, la cual fue violentamente destruida en el año de 1840, fecha que prácticamente marca el fin de la etapa misional en Baja California (Zárate, 1986). Es precisamente por la misión que la comunidad lleva el nombre de Santa Catarina. El misionero veía la cultura indígena como un conjunto de costumbres que impedían el desarrollo de su programa cultural, por lo que poco a poco la fue reprimiendo, con la idea de que a la larga fuera totalmente suprimida (Cortés, op. cit.). En esta época se introdujeron la agricultura y la ganadería, con lo que se vieron modificados sus hábitos alimenticios, obligando al indígena a depender cada día más de los sitios misionales; se les prohibieron sus prácticas religiosas, danzas y pasatiempos, conduciéndolos al estado de ambigüedad cultural en el que actualmente se encuentran (del Río, 1984).
Debido a la organización social de los Pai-pai, fue posible que la gran mayoría de ellos poseyera conocimientos de remedios para dolencias o padecimientos menores (Cortés, op. cit.). Aún cuando el curandero tenía a su cargo todo aquello relacionado con la salud física del indígena y el hechicero lo concerniente al bienestar psicosocial de la banda, cada shumul pai-pai manejaba un tipo de medicina familiar heredada de la tradición oral. Fue de esta manera como el conocimiento y manejo de las plantas de su entorno ha podido permanecer hasta nuestros días.
Actualmente la situación laboral de los habitantes de Santa Catarina es similar a la que se presenta en el resto de las comunidades indígenas del estado. Los hombres de la comunidad se contratan como jornaleros en los ranchos aledaños y las mujeres se dedican a las labores propias del hogar, algunas de ellas practican la cerámica tradicional pai-pai, con lo que obtienen pequeños ingresos económicos. Hay algunos indígenas dedicados a la ganadería en mediana escala, a la venta de postería de huata y a la agricultura en pequeñas parcelas.
La comunidad cuenta con una pequeña escuela-albergue de nivel primaria atendida por el INI y Educación Indígena (SEP), además de un pequeño jardín de niños, que esta última dependencia tiene a su cargo. Cuenta con un expendio CONASUPO, aunque la mayoría de los indígenas prefieren viajar 8 km hasta el Ejido Héroes de la Independencia en busca de sus provisiones, esto debido principalmente a lo caro y mal surtido de dicho establecimiento.
La parte espiritual se ve representada por dos iglesias, una católica que oficia los sábados y una protestante que realiza sus misas en domingo.
No cuentan con servicio médico alguno en la localidad, aunque existen unas instalaciones de la Secretaría de Salubridad y Asistencia equipadas y completamente abandonadas. Los pai-pai tienen que viajar para este servicio, ya sea al Valle de la Trinidad hacia el sur o al Ejido Héroes de la Independencia o hacia el norte a la ciudad de Ensenada.
Aún cuando presentan el mismo problema de transculturación característico de las etnias de Baja California, este grupo fomenta sus tradiciones año con año, con la celebración de una fiesta indígena en el mes de agosto.
Referencias
Cortés, E. 1988. Estudio etnobotánico comparativo de los grupos indígenas Kamiai y Pa ipai del norte de Baja California. Tesis de Licenciatura en Biología. Escuela Superior de Ciencias, UABC, Ensenada, BC.
Delgadillo, J. 1988. Los recursos vegetales de Baja California: Su conservación y protección. Travesía UABC, (12): 25-31.
Luomala, K. 1978. "Tipai-Ipai". Handbook of North American Antropology 8: 592-609.
Mixco, M. 1985. Etnohistoria pai pai en la Baja California. Meyibó 2(5): 21-43.
Ochoa, J. 1979. Distribución actual de los grupos indígenas de Baja California. Revista Calafia, UABC, 4(1): 21-60.
Río del, I. 1984. Conquista y aculturación de la California jesuítica 1697-1768. Universidad Nacional Autónoma de México. México, D.F.
Robertson, M. 1982. Los pa ipai de Baja California: Tradiciones y cambios. XX Simposium de la Baja California. Asociación Cultural de las Californias. Tecate, B.C.
Zárate, D. 1986. Reacción Indígena ante la cultura misional. Memorias del II simposio de historia de la península de Baja California. Instituto de Investigaciones Históricas del Estado de Baja California Prof. Pablo L. Martínez. Mexicali, BC.
Zárate, D. 1978. La guerra Kamiai en las postrimerías del siglo XVIII y la fundación de San Miguel Arcángel. Estudios Fronterizos, UABC, 5(14): 87-97.