También brujo empautado.

En los Tuxtlas, Veracruz, denominación que reciben los brujos más prestigiados; aquellos que han adquirido sus poderes de curar y dañar mediante un pacto, "pauto", con el diablo.

Dicho pacto o entrega es una experiencia individual para el aspirante, y culmina en una ceremonia guiada por un brujo experimentado (el maestro), en la que se invoca al diablo para que le otorgue al primero no sólo el poder de curar y dañar a sus semejantes, sino también el éxito amoroso y profesional, así como la posesión de riquezas; todo lo anterior a cambio de una agonía dolorosa y prolongada. Al morir será "comido o llevado" por el ser que le ha otorgado el poder, es decir, el diablo (V. demonio). Esta relación que nace de la experiencia iniciática, se mantiene a lo largo de su desempeño como empautado, en un contacto cotidiano, sin necesidad de un complejo ceremonial, así como en fechas específicas, particularmente el 24 de junio (día de san Juan) en que los brujos empautados llevan a sus aprendices y clientes a celebrar una entrevista o "misa negra" con el diablo. El brujo recurre constantemente a su "protector" para que lo auxilie en la solución de problemas. En el terreno terapéutico, hay quienes declaran prescribir a sus pacientes por inspiración del diablo, como si se tratara de una "inspiración divina", contacto que les permite la práctica de la magia destructiva, también llamada diabólica, mediante los "trabajos" o induciendo la locura de la víctima, por medio de la ingestión de polvos, brebajes o pócimas (1). El complejo de creencias y prácticas asociadas con la figura del diablo presenta, sin lugar a dudas, muchas características similares a las observadas en la concepción europea medieval (1), pero en este caso particular, muestra también fuertes rasgos prehispánicos, destacando particularmente el poder ambivalente del terapeuta y su "protector", tanto para curar como para hacer el mal.

Índice de Autores

(1) Olavarrieta Marenco, M., 1977.

SM