Totonaco, aquel que utiliza el refino. De kucu´, refino.
Los totonacos de la sierra Norte de Puebla, llaman así al curandero, también considerado adivino. Sin duda su denominación indígena alude al refino, ofrenda líquida por excelencia, utilizada en sus rituales terapéuticos.
El destino de un kucunu queda señalado desde recién nacido, cuando se rehusa a mamar; también se le reconoce predestinación a aquel que nace bajo el signo del trueno durante una tempestad. Su iniciación la marca un signo o señal divina, generalmente asociado a la aparición de ciertos cristales adivinatorios. No se reconoce línea hereditaria en la iniciación y aprendizaje, ya que el "don" no se trasmite por la sangre ni por enseñanza; el conocimiento se recibe por revelación divina y de un solo tajo.
El diagnóstico y pronóstico lo efectúa el kucunu fundamentalmente mediante técnicas adivinatorias, a través de sus cristales llamados pu-la kawa, "eso es lo que sirve para ver", y/o mediante comunicación oracular y rogativa con las estrellas. En sus ceremonias curativas es imprescindible el uso de las antiguas, así como los parlamentos, plegarias y ofrendas a las deidades, para invocar por la salud del enfermo, ya que sólo estas representaciones pueden fungir como intermediarias entre el paciente y lo sagrado. El kucunu disfruta de un destino privilegiado después de su muerte, debido a su relación con lo sagrado durante su existencia terrena. Para conservar este estado de pureza, procede simbólicamente a "lavarse las manos" en forma periódica; mediante este ritual, se despoja de toda impureza contraída en su oficio al contacto con las enfermedades (1).
(1) Ichon, A., 1973.