Biblioteca Digital de la Medicina Tradicional Mexicana
Universidad Nacional Autónoma de México
Diccionario Enciclopédico de la Medicina Tradicional Mexicana
Adivino

Lengua Indígena: Mixe xe yajpø, xe maybiø (1).

Se llama así a aquellos curanderos o brujos que, como su nombre lo indica, se auxilian de la adivinación para formular un diagnóstico, conocer las causas de la enfermedad, prescribir un tratamiento adecuado, y/o establecer un pronóstico para el futuro de sus pacientes.

Sus funciones de agorero generalmente no se restringen al campo de la medicina, sino que también son solicitados para resolver otros problemas de la vida cotidiana, tales como descubrir el paradero de personas o animales extraviados, o de objetos hurtados, así como al autor de dichos robos, o de una mala obra; pronosticar el futuro amoroso o laboral de una persona e, incluso, predecir el estado del tiempo.

Aunque sus técnicas son muy variadas, se podrían englobar en dos modalidades básicas. La primera incluye todas aquéllas en las que la revelación es la piedra angular, sea a través de sueños, estados oníricos inducidos por ingesta de psicotrópicos (V. hongos alucinógenos, semillas de la Virgen, hoja de la pastora, piciete, peyote), o evocación de imágenes por medio de objetos específicos (una piedra o bola de cristal, el humo del tabaco, la llama o el humo de una vela, un recipiente con agua, etcétera). En todos los casos, el adivino funge como intermediario entre el paciente y los dioses, quienes le comunican de alguna forma el origen y naturaleza de la enfermedad. Un ejemplo claro lo ilustran los adivinos otomíes y nahuas de la sierra Norte de Puebla, quienes a través del humo que despide un incensario, o entablando un "diálogo" con los aires, descubren la identidad de la deidad ofendida, preparando entonces el ritual apropiado para conseguir su perdón, mecanismo propiciatorio de la recuperación del paciente. En caso de que se haya ofendido el espíritu de la fuente, el de la casa o el del cerro, habrá que realizar la ceremonia apropiada para cada uno de ellos (2 y 3) (V. costumbre para la fuente, costumbre para la casa, costumbre para el cerro).

La segunda modalidad engloba todas aquellas técnicas adivinatorias que se efectúan mediante la interpretación de sortilegios, como por ejemplo el uso de granos de maíz, que constituye una de las formas adivinatorias de origen prehispánico más socorridas por los actuales adivinos de diversos grupos indígenas, como los chinantecos (4), mazatecos (5), purépechas (6), tlapanecos (7) y zapotecos (8), entre otros, y cuya finalidad se dirige, por lo común, a descubrir las posibilidades de recuperación del paciente (V. adivinación con granos de maíz); con el mismo propósito, la "medición del hueso" es un método empleado por los adivinos tlapanecos (V. medir el hueso). Otro recurso mágico, cuyo origen es indiscutiblemente ibérico, y referido con mucha frecuencia en el caso de curanderos mestizos y de zonas urbanas, es la lectura de la baraja, empleada con una gran diversidad de fines, dependiendo de las necesidades del adivino y de su consultante.

Es necesario aclarar que una gran mayoría de curanderos recurre a métodos adivinatorios para auxiliarse en sus diagnósticos, de aquí que podría considerárseles adivinos, aunque las fuentes no los refieren textualmente como tales. Es el caso de los bajadíos, curanderos tepehuanos que diagnostican recibiendo un mensaje de Dios a través de los sueños; los graniceros, terapeutas nahuas que recurren a la revelación durante el sueño o en un estado alterado inducido por la ingestión de hongos alucinógenos, o bien, mediante la lectura de un huevo en agua, con el que previamente han limpiado al paciente; los curanderos mayas (V. h´men) quienes para conocer las causas y naturaleza de las enfermedades, y el destino que espera al paciente, evocan imágenes en una piedra esférica llamada zastun o xunan, los curanderos de mayor jerarquía entre los tzotziles (V. me´santo), quienes fungen como oráculo al entrar en contacto con dioses de la tierra o ángeles de las montañas, para conocer el origen de la enfermedad y el tratamiento adecuado. Mencionemos finalmente la lectura de ciertas características de la placenta y el conteo y observación de los nudos en el cordón umbilical, método muy usado por las parteras de diversas regiones y grupos étnicos del país para descubrir el sexo y el número de hijos que tendrá en el futuro la recién parida.

Es interesante notar que muchas de las técnicas utilizadas por los actuales adivinos de México, son parte importante de la herencia prehispánica, sumada al sincretismo y adiciones provenientes de la cultura europea. Estos adivinos se vinculan a aquellos que López Austin agrupa dentro de las cuarenta clases de magos del antiguo mundo náhuatl, bajo el nombre genérico de tlaciuhqui, el que se dedica a "buscar las cosas", el adivino.

Sus poderes consistían en el conocimiento de lo distante, de lo presente oculto y de lo futuro, y llegaba a él por cuatro diferentes caminos: observación e interpretación de las señales manifiestas, por ejemplo los eclipses; viaje a un mundo sobrenatural, al que vagamente se alude como la región de la casa de la luz, el cielo, el mundo de los muertos, en el que descubre lo oculto; práctica de ciertos sortilegios que le proporcionan el mensaje, e interpretación de los libros sagrados (9:101).

El mismo autor hace referencia a aquellos que realizaban también labores de curandero, cuyos métodos no se dirigían exclusivamente a la investigación de las causas de la enfermedad, sino que se empleaban también para influir sobre otros aspectos de la vida cotidiana de los antiguos nahuas, de igual forma que se hace por los actuales curanderos. Incluye entre aquéllos "el que descubre las fuerzas contrarias", cuya labor principal era predecir futuras calamidades referidas al estado del tiempo, hambrunas y enfermedades, así como conocer si las potencias divinas se encontraban disgustadas para propiciar su perdón. El paini, "el mensajero", "... el viajero que va en busca del secreto a un sobremundo y lo hace por ingestión del ololiuqui, del peyote, del tlitlitzin y del tabaco" (9:103), plantas que personificaban y revelaban el origen de la enfermedad de los pacientes, el paradero de las cosas robadas o el de una mujer que abandonó a su marido. El matlapouqui, "el que cuenta [a través de] los antebrazos", cuyo procedimiento adivinatorio se practicaba con la finalidad de conocer el tiempo de vida que quedaba al enfermo y la medicina indicada para el caso, o para localizar personas u objetos perdidos. Dicho sistema guarda una gran similitud con el practicado actualmente por los adivinos tlapanecos bajo el nombre de medir el hueso. El tlaolxiniani, "el que desbarata los granos de maíz", el que esparciendo o arrojando dichos granos conocía la suerte de las personas; estos granos representaban la vida del enfermo, y una dispersión se interpretaba como la muerte, es decir, la disgregación de la vida. El atlan tlachixqui, "el que mira las cosas en el agua" y el atlan teitaqui, "el que ve en el agua a la gente", usaban también granos de maíz en sus prácticas adivinatorias. Si los granos caían en el fondo del recipiente, el enfermo iba a sanar, pero si flotaban, el paciente iba a morir. El atlan teit-taqui adivinaba si un niño había perdido su tonalli viendo el rostro de éste reflejado en el agua, u observando e interpretando los movimientos del líquido (9). Por otro lado, Quezada menciona entre los adivinos de la Colonia, a los que empleaban como método fundamental la observación e interpretación de las formas que tomaba un huevo arrojado en un recipiente con agua, aclarando la autora que se trata de un procedimiento introducido por los españoles; alude también a los que diagnosticaban y adivinaban por medio de un objeto de cristal (10), práctica que al parecer también tenía origen ibérico.

Índice de Autores

(1) Reyes Gómez, L., 1978;

(2) Christensen, B., 1942.

(3) Montoya Briones, J., 1964.

(4) Weitlaner, R. et al., 1973.

(5) Velázquez Gallardo, P., 1949.

(6) Grinberg-Zylberbaum, J., 1987.

(7) Oettinger, M., 1979.

(8) Parsons, E. C., 1966.

(9) López Austin, A., 1967.

(10) Quezada Ramírez, N., 1989a.

SM