Sinónimo(s): mal aire (1 y 2), mal viento (3), viento (1) (4). Lengua Indígena: Huasteco ik (5). Maya peninsular ik (1). Náhuatl ehécatl (2), yeyecatl (2) (6). Tarahumara dipibíli (6).
Entidades diminutas e invisibles que viajan en el viento y provocan enfermedades; residen en los ojos de agua y en las cuevas. // Espíritus de personas que murieron de forma violenta. // Emanaciones creadas por ciertas actividades humanas como la prostitución, las danzas rituales y la brujería. // Emanaciones de un cadáver. // Corrientes de viento frío.
El denominador común de todas las acepciones anteriores es que las enfermedades provocadas por los aires (agrupadas bajo el síndrome de mal aire), si bien presentan sintomatologías y pronósticos diversos, son enfermedades por posesión; es decir, el aire penetra en el individuo y lo altera, enfermándolo.
Entre los nahuas de las zonas aledañas al valle de México, como entre los mayas peninsulares, existe la creencia de que los aires se asemejan a pequeños hombrecitos de rasgos indígenas que habitan en cuevas y manantiales (1) (4) (7). Similar creencia tienen los tarahumaras, con la particularidad de que son pequeños puercos los seres que componen el aire, especialmente aquél que llega como torbellino (6). Los zapotecos de la sierra mencionan un aigre de hora que se compone de diminutas bolas de fuego con personalidad propia (8).
Entre los nahuas del municipio de Pahuatlán, Puebla, la creencia en los aires toma matices más complejos. Este grupo también considera a los aires como entes diminutos; sin embargo, éstos pueden ser masculinos o femeninos, viejos o jóvenes, y capaces de beneficiar o enfermar a los seres humanos. Los aires buenos son de color blanco, y de ambos sexos. En cambio, los aires malos son negros y masculinos. Dichos seres son invisibles y sólo los puede ver un curandero o un brujo (9 y 10).
Los otomíes de Pahuatlán tienen una visión dual de los aires: para algunas personas éstos toman la forma de pequeños chinelos (personajes del Carnaval); para otras son los espíritus de gente que murió violentamente (11). Más allá de las divergencias en cuanto a su aspecto, los otomíes de la sierra de Puebla creen que los aires están comandados por santa Catarina, la esencia más pura del mal (11), La relación entre aires y fantasmas también la hacen los mixtecos (7), los nahuas de Tlaxcala (2) y los zapotecos de la sierra (8).
La caracterización de los aires como seres con voluntad propia y la estrecha relación que guardan con el agua, tienen implicaciones interesantes en cuanto a las enfermedades que provocan y a la terapia utilizada para curarlas. En general, las enfermedades ocasionadas por los aires son de naturaleza fría (V. frío-calor) No obstante, la cura no depende tanto de suministrarle remedios calientes al enfermo, sino de tributarle a los aires ofrendas de comida (7) (9) (12). Esta terapia parece sintetizar toda una dimensión histórica de los pueblos nativos. Las sociedades prehispánicas eran esencialmente tributarias, régimen no modificado durante la colonia española debido a la implantación de la encomienda y el repartimiento. Seguramente esta relación social se reprodujo históricamente en la conciencia popular y permeó las concepciones acerca de las relaciones hombre-naturaleza y salud-enfermedad. Esta particular cosmovisión sobrevive en la actualidad y queda ejemplificada al llevar a cabo una terapia que consiste en pagar un tributo.
Si bien algunos grupos piensan que los aires son entes independientes, con voluntad propia; otros los conciben como producto de la actividad humana. En Morelos, aparte de la creencia de que los aires son pequeños duendes (12 y 13), existe la idea de que las prostitutas, debido a su actividad sexual, generan un aire, aire de basura, que puede enfermar a una tercera persona, independientemente de si ésta tuvo o no tratos carnales con ellas (12). Los huastecos creen que los aires se pueden generar a partir de una danza ritual, y el deber de los músicos es proteger a los asistentes contra dichos aires mediante las tonadas ejecutadas (5). En los Tuxtlas, los aires surgen a partir de ciertas acciones de la brujería; la gente toma así precauciones en la primera semana de marzo, ya que durante este periodo los brujos, o aspirantes a serlo, practican rituales mágicos que generan malos aires (3). Los zapotecos de la sierra utilizan el término aigre puesto para referirse a los aires creados por un brujo (8).
En la medicina popular mexicana, la relación entre la brujería y los aires parece presentar dos facetas: una es la creativa, donde el brujo genera un mal aire y lo manda a su víctima, como sucede en los Tuxtlas y entre los zapotecos; la otra, común en Morelos (12) y entre los otomíes de la sierra Norte de Puebla (11), constituye una alianza donde el brujo soborna, o bien les rinde tributo a los aires -concebidos como entidades independientes- para que dañen a otra persona.
Los nahuas de Tlaxcala creen que un cadáver también puede generar un aire, imaginado como una especie de humor dañino impersonal, generalmente llamado aire de muerto (2) (V cáncer de muerto) Para una curandera urbana de la ciudad de México, el mal etéreo se puede adquirir también al pasar por un panteón, o muy cerca de un lugar donde se realizó una limpia, así como al tocar el ramo que sirvió para ese fin (14).
No todos los aires tienen connotaciones mágicas; algunos son conceptuados como la acción mecánica del viento, aunque también puedan causar enfermedades leves. Kearney encontró entre los zapotecos el uso del vocablo "aigre" para referirse a los aires mágicos; la palabra "aire" se relaciona con la acción mecánica del viento (8). En los Tuxtlas también se hace la distinción entre aires relacionados con la magia y aquellos que son un fenómeno netamente físico, los cuales pueden ocasionar ciertos malestares fríos, curables con remedios caseros (3).
Seguramente estas creencias son anteriores a la llegada de los españoles. El hecho de que tarahumaras, nahuas y mayas los conciban como pequeñas entidades, parece confirmar el argumento anterior. Sin embargo, estos mitos se amalgamaron con la cosmovisión europea y actualmente hay santos patronos de los aires, como santa Catarina entre los otomíes, y san Francisco entre los nahuas y popolucas del istmo veracruzano (11) (15). En Tlayacapan, Morelos, los aires se asocian con el demonio, entidad de origen europeo (12). Además, las ideas acerca de aires de naturaleza física, no personificados, que provocan enfriamientos, posiblemente estén vinculadas a la teoría hipocrática de los humores.
Por todas las características señaladas, la creencia en los aires seguramente permite a los terapeutas populares la fácil asimilación en su discurso de la teoría microbiana de las enfermedades. Los aires y los microbios presentan ciertas semejanzas como son la pequeñez, la invisibilidad y la vida independiente, y al viento como vehículo trasmisor.
(1) Villa Rojas, A., 1985.(2) Nutini, H. G. et al., 1974.(3) Olavarrieta Marenco, M., 1977.(4) Montoliu Villar, M., 1984a.(5) Alcorn, J. B., 1984.(6) Bennett, W. et al., 1978.(7) Madsen, W. et al., 1972.(8) Kearney, M., 1971.(9) Montoya Briones, J. de J., 1975.(10) Montoya Briones, J. de J., 1981.(11) Dow, J., 1986.(12) Ingham, J. M.. 1986.(13) Mellado Campos, V. et al., 1989.(14) Campos Navarro, R., 1990.(15) Münch Galindo, G., 1983.