Sinónimo(s): Chizos (1), daño (2 a 4), embrujamiento (5), encantamiento (6), enfermedad mala (4) (7), enfermedad regalada (5), escupirle (7), hechicería (8 a 11), hechizo (12 a 15), mal de gente (5), mal echado (16 y 17), mal puesto (18 y 19), maldad (5), trabajo (8), trabajo malo (20). Lengua Indígena: Náhuatl (Mor) cacihuiztle (4), (Pue) cocoxque (10), (Mor) chichiotl (5). Pame (SLP) ntjo´o (21). Purépecha khuárhetani (7). Tzotzil ac´bil chamel, akbil chamel (22). Zoque tsoki, tsoki ka´kuy (23).
Conjunto de procedimientos que se acompañan con una serie de materiales mágicos y actos rituales, así como con componentes verbales variados y complejos, ejecutados por determinadas personas para alcanzar objetivos tales como enfermar o matar a un individuo, causar desgracias y accidentes, influir en situaciones amorosas, conocer el pasado, presente y futuro, y curar o inmunizar a las personas contra la propia brujería.
Es importante hacer notar que dentro de la utilización de la magia con fines nocivos, algunos estudiosos han elaborado un cuerpo teórico para distinguir hechicería y brujería. En un estudio sobre los azande de África, Evans Pritchard considera a la brujería como la serie de hechos que pueden hacer daño a partir de un poder psicofísico hereditario, sin ritos ni conjuros; mientras que la hechicería persigue el mismo objetivo, pero mediante la técnica de la magia y el poder de las medicinas. Lo anterior es mencionado en una forma más simple por Lucy Mair, cuando dice que "el hechicero usa objetos materiales y el brujo no" (8). En el caso particular de México, no es posible aplicar este modelo dual de brujería, pues como se puede observar en sus múltiples sinónimos, la población no hace estas distinciones, sino que ambos conceptos engloban a todas las prácticas mágicas relacionadas con el mal. Asimismo, hay que tomar en cuenta que bajo las denominaciones de curandero o brujo se agrupa a una amplia gama de practicantes, tanto de la magia como de la medicina tradicional.
De esta forma, la brujería o hechicería constituye uno de los aspectos más importantes dentro de la concepción del proceso salud-enfermedad en la medicina tradicional de México. Este hecho se ve reflejado en la clara tendencia a atribuirle la aparición de desajustes en la salud, principalmente cuando los padecimientos se caracterizan por ser violentos, repentinos, crónicos o cuando presentan resistencia a los tratamientos; además, se considera que el peligro de morir por brujería es mucho mayor que por cualquier enfermedad. En la década de los cincuenta, Francisco Rojas González escribió una monografía sobre los mayas, en donde anota la importancia extrema que éstos confieren a los hechizos:
Para la mentalidad maya todas las enfermedades son producidas por hechizo; a tal grado es firme en ellos esta creencia, que muchas mujeres afirman haber sido embarazadas por virtud de algún hechizo realizado a distancia (13:477).
En mayor o menor medida se encuentra presente la inclinación a señalar a un hechizo como la causa directa de desgracias, sufrimientos y enfermedades que no tienen una explicación lógica en la concepción popular. La práctica de la brujería nunca es fortuita, pues los practicantes tienen motivos bien definidos en la elección de las víctimas; la motivación principal es la envidia. El análisis de la gran variedad de rasgos de conducta directamente observables o deducidos, permite afirmar que existe una relación funcional entre la envidia y la brujería (24). Diversos autores hacen hincapié en esta correspondencia en la que una acción negativa está orientada socialmente. Su carácter velado transforma en enemigos potenciales a todos los vecinos en el marco de la interacción comunitaria. De esta manera, la brujería se manifiesta como posible origen de todas las aflicciones. Los conflictos surgidos de las relaciones sociales en un medio de escasos recursos, donde la vida es hostil y complicada, son terreno fértil para la germinación de interpretaciones de causas concertadas por acciones maléficas de los vecinos o de poderes sobrenaturales (25).
En un estudio realizado entre los zoques de Chiapas, Norman Thomas (24) establece ocho aspectos que confirman la conexión entre brujería y envidia, conceptos que pueden generalizarse a otros grupos del país.
En menor medida que por la codicia, la práctica de la brujería se ve estimulada por otros tipos de conflictos generados dentro del grupo familiar o comunitario. Así, un brujo pone en práctica sus malas artes ?ya sea por voluntad propia o a solicitud de terceros a cambio de dinero? por razones que van desde el simple insulto a su persona, pasando por las querellas por asuntos políticos, el despojo de bienes inmuebles o el abigeato, hasta una enorme gama de problemas amorosos. A continuación se describen algunas de estas causas y los procedimientos mágicos a los que se recurre, no sin antes destacar que una idea muy extendida señala a los martes y viernes como los días más propicios para efectuar trabajos maléficos (5).
Entre la población nahua de Milpa Alta, Distrito Federal, es común pensar que los brujos pueden enviar una enfermedad a un individuo que no los haya tratado con el debido respeto, o por el simple hecho de serles antipático. Por medio de sus malas artes suelen introducir en el estómago de la víctima lagartijas, víboras, sapos y ranas que le causan trastornos agudos; también le introducen cabellos en el cerebro, o recurren a la magia imitativa por medio de la elaboración de muñecos a los que pinchan con doce alfileres, o realizan esta operación en fotografías y prendas personales de aquel al que desean embrujar. Otros más recitan oraciones especiales, vierten sustancias dañinas en la comida de una persona, o le causan trastornos sólo con verla o escupiendo sobre el lugar que ha pisado (25).
George Foster afirma que en Tzintzuntzan, Michoacán, las personas mejor capacitadas para gobernar tienen aversión a buscar puestos políticos. Están conscientes de que el hombre elegido será atacado por la crítica, la difamación y posiblemente por la brujería o el asesinato. Relata que un presidente municipal fue reelegido para seguir un año más en su puesto e inmediatamente sufrió una artritis deformante y otras dolencias. Ante el fracaso de los médicos, recurrió a un curandero quien le dijo que estaba embrujado y que él no podía romper el encantamiento. El doliente captó el aviso, renunció al puesto y a las pocas semanas recobró totalmente la salud (26).
Entre los mixtecos oaxaqueños de Jamiltepec, la brujería constituye un medio para protegerse de la venganza y de la justicia. Es decir, el indígena no va en busca de su enemigo para saldar cuentas, sino que teniendo el suficiente conocimiento del mundo de los naguales o alter ego animales (V. nagual), los utiliza para dar muerte a su contrincante. El agresor debe conocer al doble animal de su enemigo para poder actuar en su contra; si desea que muera, matará a su animal compañero. También es usual recurrir, paralelamente, a la magia, a los santos católicos, y a la Virgen. Oraciones como la de san Judas, la santísima muerte y la magnífica blanca son consideradas infalibles (27).
En forma similar, los nahuas poblanos de Huitzilan que practican la brujería pueden apelar a los santos o al demonio. Con motivo de un pleito, una de las partes platica la causa del conflicto al santo de su devoción; se cree que los santos consultan con Dios el caso expuesto para juzgar quién es en realidad el ofensor. El suplicante conoce la sentencia si a su contrario lo muerde una víbora, si sufre una grave caída o si enferma algún miembro de su familia. Cuando se recurre al demonio para echar un "daño", es necesario tener un pedazo de ropa o unos cuantos cabellos de la víctima para poder provocar el infortunio o un accidente mortal. En estos casos, los hechiceros se convierten en animales para obtener esos objetos, o bien los proporciona el solicitante (28).
En los Altos de Chiapas, los brujos tzotziles castigan a los que no obedecen a los mayores de la comunidad o a los que acusan una gran inclinación hacia las costumbres ladinas, abandonando las de la etnia. En estos casos, la brujería tiene la única finalidad de dar una lección al infractor; inclusive, la enfermedad que llega a padecer, dura poco tiempo. Este escarmiento es sólo un aviso para que cambie su actitud (13).
En el istmo Veracruzano, Guido Münch registra que robar, engañar, vestir bien, acaparar el maíz y abusar de las mujeres, son motivos que dan lugar a la brujería. Según este autor, en las comunidades indígenas de la región, los brujos están, teóricamente, al servicio de la comunidad para proteger a los individuos de las vicisitudes de la existencia, pero esta pauta ideal es en realidad fuente de numerosos conflictos sociales (29).
Los procedimientos utilizados en la realización de las distintas hechicerías son extremadamente abundantes y varían de acuerdo con su finalidad, con la región y con los diferentes grupos indígenas. Sin embargo, vale la pena reseñar algunos de ellos, así como las consecuencias que provocan en la víctima. En los Tuxtlas, Veracruz, una de las prácticas conocidas consiste en confeccionar una figura de cera que representa a la víctima, y a la que se le vendan los ojos; la figura es luego introducida en una botella llena de alfileres y enterrada en el cementerio a las 12 de la noche, con invocaciones a la corte infernal. Como consecuencia, el afectado sufre ceguera, debilitamiento y, finalmente, la muerte (8). Por su parte, los mixtecos oaxaqueños de Tilantongo, cuando desean la muerte de un enemigo, proceden a fabricar con un pedazo de la ropa de este último, un muñeco que entierran medio metro bajo tierra en algún punto de la montaña. Se piensa que el fetiche se va sumiendo lentamente hasta llegar a la profundidad de una tumba, momento en el que muere la persona odiada (30). En Tatahuicapan, Veracruz, algunos brujos nahuas utilizan alfileres, hojas de rasurar, vidrios, tarántulas, gusanos, ciempiés y otras alimañas. Estos elementos se depositan en una olla, la cual se entierra en la puerta de la casa del enemigo; al poco tiempo, el agredido siente que tiene "un canto de gallo" en la garganta, y percibe ruidos y visiones extraños (12). Con la finalidad de que a un rival le supuren y ardan los testículos, las brujas purépechas de Charapan, Michoacán, queman un poco de aceite para lámpara frente a una imagen sagrada; posteriormente, mezclan otro poco de aceite con tierra que haya sido pisada por la víctima; enseguida, queman la mezcla y recitan: "Fulano de tal, tú debes tener supuraciones en tal parte del cuerpo". Si quieren dañar a una mujer, buscan la forma para darle de comer una tortilla de maíz que contenga una hierba de tierra caliente. Si es hombre, debe beber un macerado alcohólico de la misma planta (31). En Mérida, Yucatán, se conocen varias formas de hechizos. El brujo recurre a la ayuda de culebras e insectos voladores nocturnos para provocar enfermedades o la muerte. También puede exponer los alimentos a procedimientos mágicos y darlos de comer a la persona a quien desea afectar; igualmente, puede someter otros objetos a los mismos métodos, tras lo cual busca que entren en contacto con la víctima (32). Por último, en Sayula, Veracruz, Calixta Guiteras reporta un tipo de brujería muy antiguo y extendido, que consiste en enviar el mal por medio del viento (V. mal aire) o en introducirlo al organismo de la víctima en forma de animalitos o de piedras diminutas. Las personas que poseen nagual utilizan su capacidad transformadora para metamorfosearse en puerco, perro, venado, tecolote o cualquier tipo de animal que provocará la muerte del enemigo o algún perjuicio a sus propiedades (2).
Una de las causas más frecuentes para recurrir a la hechicería, la constituyen los conflictos originados por cuestiones de índole sentimental o amorosa. Al respecto, la literatura etnográfica presenta una gran cantidad de casos. La descripción de algunos de ellos permite tener una visión general del fenómeno.
En algunas comunidades otomíes de Hidalgo, es común que cuando el marido ha salido a lugares lejanos y tarda un tiempo considerable en regresar al hogar, la angustiada esposa atribuya la demora a que su amado ha sido obligado a tomar un "bebedizo". Ante esta zozobra, procede a realizar un acto mágico que consiste en lo siguiente:
- colocar de cabeza la imagen de san Antonio, atada con un trozo de hilo, poniéndole flores y algunas monedas, y luego azotarla ligeramente para que produzca el milagro del pronto regreso del marido. Una señora informó que en una ocasión efectuó esta práctica en espera del marido y cuando éste regresó, disgustado la golpeó fuertemente, atribuyendo ella a que no golpeó lo suficiente y con mayor fuerza la imagen del santo (33:261).
En Coahuila, Fernando Latorre recoge el testimonio de un informante kikapú acerca de las consecuencias desastrosas que puede sufrir una joven mujer si llega a rechazar a un pretendiente:
-nos dijo que su hermana estaba enamorada de un joven guapo que la cortejaba cuando iba al río a acarrear agua para su madre. Planeaban casarse, pero un hombre mayor se enamoró de ella. Su familia la presionó para hacer un matrimonio más ventajoso, pero ella estaba renuente. No pasó mucho tiempo para que ella tuviera una fiebre alta y comenzó a vomitar sangre, allí encontraron una ramita del tamaño del dedo índice. La familia estaba segura de que la muchacha fue hechizada por el viejo, quien hizo que la ramita se le alojara en su garganta y muriera (34:342).
Los zoques chiapanecos de Tapalapa, denominan tsoki, "secreto", a los trabajos de brujería asociados con la magia amorosa. En una excavación hecha para construir los cimientos de una casa en aquella localidad, se encontró un frasco que contenía el siguiente "secreto":
Ánima se le empréstame tu espíritu malignopara ponerlo en la espalda de "A"para que se apasione por "B"y se anime y se la yebe a su casapara su mujer que no tenga miedo "A"y se anime y se yebe a "B"pronto a su casa que desde este momentoesté loco de amor por "B"y "A" se yebe a su casa pronto(23:19).
Además de la oración, el frasco contenía dieciséis alfileres, un clavo, una vela a medio quemar y un hilo que probablemente pertenecía al sombrero de la víctima, entrelazado por treinta nudos con tela de la ropa de la solicitante del hechizo. En algunas ocasiones junto a este tipo de "trabajo" se agrega la fotografía de la persona amada. En el caso antes mencionado, se procedió a quemar el secreto ante la presencia del juez municipal, ya que se cree que al ser descubierto, el "encanto" queda destruido. La noticia se conoció en todo el pueblo y la pareja disolvió su relación (23).
Para que un hombre pierda su vitalidad sexual y solamente pueda realizar el acto con su pareja, las mujeres purépechas de Charapan aconsejan darle de beber durante ocho días una maceración alcohólica preparada con el zacate llamado pito de toro (?); en caso de que no le guste el licor, se sirve mezclado con café o atole. Después, la mujer toma tierra en la que haya orinado el sujeto y la introduce en un chile ancho; por último, lo cose para que la tierra no se salga, y procede a enterrarlo debajo del lugar en donde acostumbra dormir el infortunado (31).
Oscar Lewis escribe que en Tepoztlán, Morelos, las mujeres nahuas de gran fogosidad son mal vistas por sus maridos; ellos esperan que sus mujeres no muestren exigencias ni pasión sexual exageradas, pues aquélla que observa esta conducta es tildada de "loca" y se sospecha que ha sufrido un embrujo. Asimismo, se cree que las mujeres golpeadas o maltratadas, pueden vengarse recurriendo a la agoraría. El procedimiento más temido es una bebida hecha con toloache (Datura stramonium), que en forma secreta se agrega a cualquier bebida ofrecida a un hombre (V. locura). El uso de embrujos por venganza, en manos de una mujer despechada, es muy temido. Por ejemplo, se cree que la novia puede hacer enfermar a su antiguo novio si clava alfileres en una fotografía suya; las enfermedades crónicas que padecen los jóvenes se atribuyen con frecuencia a este tipo de conducta (35).
Entre los nahuas veracruzanos de Mecayapan y Tatahuicapan se afirma que el hechizo más potente es el que se realiza por medio de la bebida, por lo que no debe hacerse jamás. Un testigo de estas prácticas cuenta que:
Al hermano de I. una señora le dio menstruación en una cerveza, ahora se pone como persona que no piensa. Le bajó el sentido, ya no se puede enojar. Le quitaron los sentidos dándole de tomar esa cosa que echan las mujeres, le quitó el valor, ahora se queda sosegado cuando bebe, no hay derecho (36:127).
Para los hombres de esta etnia, la pasión está unida al maleficio. Sentirse apasionado por una mujer es sinónimo de estar embrujado. La pasión es mala porque el hombre se obsesiona, pierde su libertad y no puede trabajar en paz. Cualquier leve separación causa un sufrimiento muy intenso; esta vehemencia se manifiesta como un deseo insaciable y lleva al hombre a desear a la mujer hasta agotarse y morir. Esta obsesión, a la que se conoce como "andar embriagado por una mujer", provoca que el hombre sufra todo tipo de accidentes. Se piensa que las mujeres embrujan, quitan la voluntad y el espíritu al hombre, valiéndose de brujos y ensalmos. Los peligros que encierra la pasión y las formas de proceder contra ella, son expresadas por un experimentado hombre nahua:
-Cuando dicen que nos llega a apasionar una mujer es porque nos embruja con algo. Entonces, cuando se separa el hombre de esa mujer, cuando se separa el hombre de esa mujer, se pone a llorar es porque lo tiene fregado. Lo mejor es no apasionarse para que no nos pase nada; porque al andar así, si se separan al día siguiente, él se acuerda y se aflige y se pone a llorar. La pasión se quita juntándose y vuelve separándose, ahí está otra vez la pasión. Entonces yo preferí casarme con alguien que no me apasione mucho. Y si me apasiona una mujer, busco medicina para curarme, para que no la piense más. Una vez que me apasioné no sé qué me hizo esa mujer. Un curandero de aquí me dio las medicinas y me frotó. Me echo en la cabeza unas oraciones y me hizo la señal de la cruz. Así se me quitó, así la olvidé y así viví hasta aquí- (36:74).
Los trastornos de la salud que sufren las personas embrujadas, varían de acuerdo con las causas y finalidad del maleficio. Así, por ejemplo, cuando éste se relaciona con aspectos sexuales o amorosos, es común la presencia de enfermedades venéreas, dermatitis en la región genital, esterilidad e impotencia, entre otros padecimientos (14). Algunas manifestaciones reportadas con mayor frecuencia para cualquier tipo de brujería, están representadas por una gran variedad de enfermedades digestivas, como dolores agudos de estómago, diarrea, vómito y falta de apetito; también se reportan dolor de cabeza, fiebre, pérdida de peso, dolores musculares y óseos, e inflamación de la cara y miembros inferiores; infecciones en la piel y oídos, perdida temporal de la vista o parálisis de una mano o de un pie; debilidad,cansancio, somnolencia, apatía, palidez, miedo, angustia, mareos y alucinaciones. Asimismo, el paciente sufre todas las noches horribles pesadillas en las que se ve en lugares solitarios y lúgubres, o es atacado por ciertas plantas y todo tipo de animales y sabandijas repugnantes; además, ve a una misma persona o a otras que le son totalmente desconocidas (4) (14) (31) (37 a 42).
La fase del diagnóstico es muy importante, pues se puede establecer el tratamiento a seguir con base en el origen maléfico o "natural" de la enfermedad. Se citan algunos ejemplos de la gran variedad de procedimientos diagnósticos existentes. En los Tuxtlas se registran dos tipos de métodos: el más frecuente consiste en someter al enfermo a un interrogatorio en el que el especialista lo cuestiona acerca de lo que ha comido en los últimos días, la persona que ha preparado sus alimentos, los enemigos que tiene, las experiencias singulares que ha vivido recientemente, los animales sospechosos que se ha encontrado, etcétera. La presunción de brujería se corrobora si de las respuestas se desprende una evidencia categórica. El segundo de los métodos empleados se refiere a casos -mucho menos frecuentes- en que se utilizan otras técnicas específicas. Por ejemplo, el terapeuta toca la lengua del paciente con un fragmento de asta calcinada de venado: si éste se adhiere, el mal es por hechicería; si se desliza, la enfermedad es "buena" y se descarta la brujería. En ocasiones, se recurre a la lectura de los naipes o se toman los pulsos del doliente (V. Pulsar); también se puede proceder a reconocer el aroma que el paciente despide, pues se dice que algunos especialistas poseen la capacidad de "oler la maldad" (20). Entre los nahuas de Veracruz, el terapeuta aplica agua que contiene rosa concha (?) en la cabeza del enfermo; si el líquido le provoca molestias, es prueba de que está embrujado (15) (29). Otra operación común a casi todas las regiones, consiste en limpiar al enfermo con huevos de gallina o guajolote, o con varias especies vegetales; el diagnóstico se establece de acuerdo con las formas que adquiere el huevo al ser vaciado en un vaso de agua, o bien, con el hecho de que las plantas se marchiten o no (25) (V. limpia). Finalmente, los curanderos huastecos de San Luis Potosí conocen la identidad del brujo causante del mal a partir de una lista de posibles agresores hecha por el paciente. El especialista deja caer granos de maíz, uno por uno en un vaso de agua; cada vez que deposita un grano, el paciente nombra en voz alta al posible brujo. El culpable será aquel que sea mentado en el momento en que una de las semillas flote en el agua (43).
La actuación terapéutica del especialista se inicia para contrarrestar los efectos nocivos de la brujería e, inclusive, para volver la fuerza mágica en contra del agresor. Algunas veces el tratamiento se limita a limpiar el cuerpo de la víctima con plantas o huevos de aves, o bien se ejecutan ceremonias acompañadas de rezos. En otros casos, que resultan ser los más frecuentes, se materializa el mal con el hallazgo de sustancias, objetos y animales que se presentan al paciente como los causantes de su mal. De esta manera, existe una serie de transformaciones, donde una fuerza inmaterial es tratada de forma visible por medios simbólicos que conducen al restablecimiento del equilibrio entre el individuo y su medio; es evidente que esta actuación ritual permite en algunos casos un éxito en el tratamiento, que reside sobre todo en el grado de habilidad del terapeuta en cada una de sus ceremonias (8).
Algunas personas estiman que un maleficio sólo puede ser curado por un brujo, negando toda posibilidad a un curandero, y menos a un médico. Sin embargo, los chontales afirman que hay casos excepcionales en los que el curandero puede actuar exitosamente utilizando determinados procedimientos. Una forma común consiste en sahumar al paciente e invocar al Padre Celestial, a la Virgen María o al señor san Marcos de León para que permitan la curación y alejen al demonio del cuerpo del desdichado (37).
Los especialistas purépechas de Charapan utilizan diversos tratamientos de acuerdo con los trastornos que presenta el afectado. Por lo general, dan masajes con grasa de animales; otras veces, soplan la parte enferma del cuerpo, o proporcionan vomitivos o purgantes preparados con hierbas cocidas. También limpian el cuerpo con sahumerios de copal, malva (?) y otras plantas silvestres. Así, cuando el mal se aloja en el estómago, dan masajes al paciente con diversos untos y le aplican cataplasmas hechas con trementina de pino chico (?), tomate verde (Physalis sp.), grasa de coyote (Canis latrans), zorrillo (Mephitis sp.) y armadillo (Dasypus novemcinctus). Administran también potentes purgantes de aceite y hierbas cocidas hasta que el paciente expulsa la sustancia nociva, que debe ser enterrada en un hoyo de medio metro de profundidad. Algunos informantes declaran haber arrojado cabellos humanos o "bolas" de diversos tamaños y colores. A aquellas personas a quienes les han dado de comer diversos tipos de "polvos" dañinos mezclados con sus alimentos, se les prepara una purga con el cocimiento de tabardillo (?), vara de burro (?), ruda (Ruta sp.), gordolobo (Gnaphalium sp.), kónguera (?), Pángua (?) y tabaco (Nicotiana sp.), a los que se agrega un puño de sal o azúcar. Respecto de los hechizos en que se entierran diversos objetos en la casa de la víctima, es suficiente con desenterrarlos para anular sus efectos negativos (31).
En los Tuxtlas, Arganis Juárez recogió la narración de un método para extraer objetos extraños del organismo:
-Una muchacha tenía muchos dolores de cabeza, fue a ver al brujo quien le dio una limpia, entonces puso una palangana con agua, hizo que la muchacha arrojara por la boca una víbora coralillo, que nadaba en el agua. El brujo le dijo que la agarrara, ella se negó, el brujo entonces la sacó del agua y le enseñó que era una madeja de cabellos lo que le causaba el daño- (8:49).
Por su parte, los especialistas pames logran que el afectado arroje al animal o al cuerpo extraño con la ayuda de un vomitivo preparado con la infusión de lechuguilla (Agave lechuguilla) y guapilla (Hechtia glomerata) (21).
Para sustraerle al embrujado un cuerpo extraño, algunos terapeutas yaquis de Sonora machacan sal, un puñado de hojas de batamonte (?) y otro de chiles (Capsicum sp.). Con esta mezcla fabrican un tamalito, lo colocan brevemente en el rescoldo del fogón, y en seguida lo amarran al talón del enfermo. Después de unos minutos retiran el tamal y aparece el objeto que provocaba el daño (19).
En Olotenco, Hidalgo, cuando el hechizo ha sido originado por medio de una imagen atravesada con alfileres, el brujo encargado de la curación procede a "sacar el dolor" del cuerpo de la víctima chupando con un carrizo la parte afectada (V. chupar). Después sopla por uno de los extremos del instrumento y arroja los objetos que causaban el mal; éstos pueden ser pedazos de cera, vidrios, piedrecitas, astillas de hueso y hasta gusanos (44).
Una ceremonia realizada entre los mazatecos oaxaqueños de Ojitlán, demuestra lo complicada que puede llegar a ser una curación. El brujo encargado del tratamiento acude a la casa del enfermo llevando consigo monedas antiguas y algunos muñecos y animales de barro. Cerca del doliente, extiende en el piso una manta y coloca sobre ella las figuras de barro, flores y una botella de aguardiente. Después, se hinca delante del paciente, iniciando una arenga en la que lo nombra y habla a una de las efigies que él considera como el "rey de los animales". A continuación, hace un buche con el aguardiente y rocía tres veces las figuras. Procede a pedir granos de maíz y los sacude entre sus manos para después arrojarlos sobre las efigies, se sienta y comienza a examinar las posiciones de las semillas para determinar el tipo de maldad y el procedimiento a seguir para acabar con ella (V. adivinación con granos de maíz). Luego, pide una gallina y la mata: si el ave tarda en morir, es indicio de que el hechizado sanará; por el contrario, si muere en forma instantánea, es señal de que el enfermo fallecerá. Los parientes deben cocinar la gallina para que el brujo se la coma allí mismo. A continuación, el brujo elabora un polvo con tabaco y otros elementos, lo mastica y, guardándolo en la boca, comienza a chupar determinadas partes del cuerpo del paciente. Pide tres blanquillos, que envuelve en un papel y entierra en el centro de la casa. Para cuidar al embrujado, permanece sin dormir todo el día y toda la noche. Finalmente, la curación termina a media noche cuando recoge los blanquillos y sale de la casa para ir a enterrarlos en un punto donde se cruzan dos caminos (45).
El enorme temor que despierta la brujería ha generado que la población ponga en práctica medidas preventivas para contrarrestar su amenaza. Así, para evitar una recaída en la persona que recién ha sido curada de este mal, los tzeltales de los Altos de Chiapas colocan cruces de palma en los postes y a la entrada del hogar. Además, la casa debe recibir una ofrenda que llaman "regalo de medicina" y que consiste en una mezcla de ajo (Allium sativum), creosota (?), semillas de mostaza (?) y Poscam (?) Conforme se van clavando las cruces en los postes, el curandero las va santiguando con la "medicina", logrando así que se "cubran los ojos del espíritu maligno", para que éste no se introduzca al hogar (46).
Los nahuas de Tatahuicapan realizan algunas ceremonias para prevenir los hechizos; por ejemplo, rezan dentro de la casa y entierran en las esquinas siete pedazos de vela que hayan sido encendidas en Viernes Santo, siete dientes de ajo, agua bendita y mostaza (12). Para protegerse contra todo maleficio, los mazatecos de Huautla acostumbran llevar consigo el Piciete o san Pedro, mezcla hecha con tabaco molido y otras sustancias. Las madres suelen ponerlo en pequeñas bolsas que amarran a la muñeca o al cuello de sus hijos (47). Para inmunizarse contra la brujería, algunos Purépechas muelen un poco de marihuana (Cannabis sativa) y la mezclan con aceite de víbora venenosa, aceite de alacrán, y aceites de San Ignacio, san Vicente y Aparicio. Esta mixtura debe untarse en todo el cuerpo. Otro procedimiento es ejecutado por el brujo un jueves por la noche y consiste en untar, con la mano derecha, varias partes del cuerpo del solicitante mientras éste duerme. Por otra parte, se afirma que existen personas que nacen ya inmunizadas, y pueden ser reconocidas porque las siguen mucho los perros, son perversas, corajudas, altivas y presuntuosas (31).
Un encantamiento es más potente cuando el brujo posee algún objeto o partes del cuerpo de la víctima. Por este motivo, los kikapúes son muy cuidadosos con el destino de sus excrementos, cabellos y uñas: para excretar, se van a sitios aisaldos, generalmente en el monte; se peinan y cortan las uñas fuera de la casa, y después, recogen los desechos y los entierran secretamente en lugares que sólo ellos conocen (34). Los hombres de la baja y alta mixteca acostumbran cubrirse el pene con la mano cuando se bañan, ya que este órgano es sujeto de brujería; en la costa se piensa que las mujeres pueden ejercer control sobre él (48). Entre los nahuas morelenses de Hueyapan, la mejor medida preventiva es guardar una relación saludable con los demás; también se acostumbra sahumar las cuatro esquinas de la casa para que los brujos no depositen en ellas tierra del cementerio u otros objetos que produzcan el mal (5). En Mérida, Yucatán, las personas se protegen contra la maldad de los naguales, poniéndose la ropa al revés; o bien, al dormir, colocan debajo de sus hamacas las sandalias con las suelas hacia arriba (32).
Los zoques creen que un brujo envidioso puede dirigir un "mal espíritu" a capturar el alma de un recién nacido, en caso de que ésta se pierda (V. Pérdida del alma) Para prevenir el robo, cuando la madre lleva en brazos a su hijo y pasa junto a una cruz del camino, debe arrancar un poco de hierba verde y arrojarla a una encrucijada del sendero. Con esta acción indica al espíritu del niño el camino correcto por el que debe orientarse (24).
Marcela Olavarrieta hace un intento por encontrar la génesis prehispánica y europea de algunos procedimientos maléficos que se practican hoy en día en los Tuxtlas y en extensas zonas del país. Así, la utilización de efigies fabricadas con diversos materiales, por medio de las cuales se pretendía causar daño a las personas, parece corresponder a ambas tradiciones. Sin embargo, existen algunas diferencias que, lógicamente, fueron determinadas por los tipos de materiales existentes en los dos continentes, ya que los indígenas preferían utilizar la masa de maíz para confeccionar el muñeco, y espinas de nopal y maguey para herirlo; en tanto que los europeos usaban cera y alfileres. En Europa se mencionan hechizos efectuados por medio de prendas de vestir de la víctima; sin embargo, no existe un antecedente prehispánico de tal procedimiento de magia contagiosa. La utilización de partes de cadáveres para realizar procedimientos malignos está documentada tanto en el Nuevo como en el Viejo Mundo, si bien es la tradición del segundo la que brinda antecedentes más congruentes con la información de campo de la autora. Existen abundantes menciones en registros europeos que dan fe del uso de huesos pulverizados para elaborar bebedizos; sin embargo, hay que advertir que se atribuye a estos elementos usos benéficos, ya sean medicinales o como protección contra la brujería. Los antiguos nahuas adjudicaban un valor mágico a ciertas partes de los cadáveres, pero con un sentido y empleo muy diferentes a los de las mencionadas prácticas europeas. De esta manera, el uso del antebrazo izquierdo del cuerpo de las mujeres muertas en el parto -las mocihuaquetzque, de carácter divino y acompañantes del Sol desde el cénit hasta su puesta en el occidente- servia para que los temacpalitotique -combinación de magos dañinos, ladrones y violadores- provocaran un profundo sueño a los habitantes de la casa que intentaban asaltar. Existe una notable similitud de tal práctica con otra europea, cuyo elemento principal lo constituye la llamada "mano de gloria". Se denominaba así a la extremidad de un ahorcado que, después de una preparación especial, tenía el poder de inmovilizar a las personas, facilitando la tarea a los criminales (20).
El análisis de todos los aspectos que confrman la actual concepción y práctica de la brujería en México, permite afirmar que a este fenómeno subyacen no sólo paralelismos, sino también una mezcla de creencias prehispánicas y europeas.
Finalmente, es necesario señalar que algunas teorías funcionalistas han destacado la práctica de la brujería como un factor de control social que elimina contradicciones y oposiciones. Asimismo, se considera que por medio de la brujería se brinda "escape" a los impulsos agresivos que no deben descargarse físicamente sobre otros miembros de la sociedad. Sin embargo, aunque se le conserva como forma de expresión de los antagonismos latentes de la sociedad, que alivia mágicamente las tensiones sociales, no es una solución de la que el ejecutor pueda salir indemne, ya que el hecho de que se descubra la existencia y autoría de un hechizo, puede conducir a la agresión física directa en contra del presunto culpable (8), generándose así una cadena interminable de venganzas.
(1) Madsen, W. et al., 1972.(2) Guiteras Holmes, C., 1952.(3) Manrique Castañeda, L., 1971.(4) Baytelman, B., 1986.(5) Álvarez Heydenreich, L., 1987.(6) Weitlaner, R. et al., 1973.(7) Sepúlveda, M., 1988.(8) Arganis Juárez, E., 1984.(9) Farfán Morales, O., 1988.(10) Adamas, R. et al., 1967.(11) Weitlaner, R., 1962.(12) DGCP, 1981.(13) Rojas González, F., 1957a.(14) Balam Pereira, G., 1987.(15) Bautista Castillo, I., 1985.(16) Hermitte, M., 1970a.(17) Benítez, F., 1971.(18) Ochoa Robles, H., 1986.(19) Zurroza Ceballos, O., 1985.(20) Olavarrieta Marenco, M., 1977.(21) Chemin Bässler, H., 1984.(22) Silver, D., 1980.(23) Reyes Gómez, L., 1989.(24) Thomas, N., 1974.(25) Palacios de Westendarp, P., 1986.(26) Foster, G., 1972.(27) Flanet, V., 1977.(28) Mounsey Taggart, J., 1975.(29) Münch, G., 1983.(30) Butterworth, D., 1975.(31) Velázquez Gallardo, P., 1949.(32) Hansen, A. et al., 1984.(33) Guerrero Guerrero, R., 1983.(34) Latorre, F. et al., 1976.(35) Lewis, O., 1968.(36) Sedeño, L. et al., 1985.(37) Pérez Salvador, A., 1987.(38) Ryesky, D., 1976a.(39) Gómez López, J., 1990.(40) Young, J., 1981.(41) Holland, W., 1978.(42) Villalobos, G., 1989.(43) Alcorn, J., 1984.(44) Lenz, H., 1973.(45) Weitlaner, R., 1952.(46) Nash, J., 1975.(47) Incháustegui, C., 1977.(48) Ravicz, R. et al., 1969b.