Biblioteca Digital de la Medicina Tradicional Mexicana
Universidad Nacional Autónoma de México
Diccionario Enciclopédico de la Medicina Tradicional Mexicana
Nagual

También nahual. Sinónimo(s): harbolario (Ver) (1), brujo (Ver) (2), tona (Oax) (3) (4), vivo (Chis) (5). Lengua Indígena: Huave montioc (6), neombasïik (7). Mam waxél (8). Mochó cahwali:l, cet winaq, Pukuj (9). Náhuatl itlacatiliz (DF) (Edo Mex) (7) (10), nahualli (11), tlahuelpuchi (Pue) (12). Otomí Pux´jwai, rogi (13). Popoluca trinilokuts, tsauka, wak-ku´u (5).Tojolabal k´ak´choj, k´intum, tak´in chawuk, tzantzewal, wayjel, yaxal chawuk (2). Totonaco tapalaqni (14). Tzeltal Paslam (15). Tzotzil chamjxchu´lal (16), katajem wakax (17), tsurkuk (16), ve´el´uchjo´ (16), xkatatatentsun (16), yalambe-ket (16). Zoque put´n gu ha´ma (18).

Persona con el don de trasformarse en un animal o algún fenómeno meteorológico. Por lo regular, usa su poder para apoderarse del alma de otros y así enfermarlos. // Alter ego de una persona encarnado en uno o varios animales, o bien en nubes, rayos, torbellinos y demás manifestaciones atmosféricas; si éste enferma o muere, la misma suerte correrá su alteridad humana.

A pesar de la similitud entre las dos acepciones del término, la información etnográfica arroja una diferencia cualitativa entre ambas: en el caso de la trasformación, la forma humana y la animal o meteorológica no existen simultáneamente; en cambio, el alter ego zoológico, coexiste en el tiempo con la forma humana. Las dos definiciones llegan a presentarse en un mismo poblado, como sucede entre los huaves (6 y 7), mazatecos (19 y 20), mochós (9), otomíes (13) (21 y 22), tojolabales (2), tzeltales (16) (23), tzotziles (23 a 25) y zapotecos (3) (26). En otros grupos, dado su grado de dispersión geográfica, el significado cambia de una localidad a otra; tal es el caso de los nahuas, en donde la información señala una marcada tendencia a definir al nagual como aquel que se convierte en animal. Sin embargo, Álvarez menciona que en Hueyapan, Morelos, también se llama así al animal que comparte su destino con una persona (4).

La suerte compartida entre un ser humano y un animal o fenómeno natural también se denomina tona, y de hecho el término puede ser usado como sinónimo de nagual, o bien para diferenciar el concepto referente al alter ego, de aquél relacionado con la trasformación hombre-animal (27). Así, los zapotecos usan cualquiera de los dos vocablos para designar al animal con el cual se comparte el destino (3 y 4) (28), mientras que los chinantecos lo llaman tona, y designan como nagual al individuo que se convierte en animal (29). Es sutil la diferencia que hacen los otomíes: tona es el animal compañero del común de la gente, mientras que nagual es el alter ego de un brujo, o bien un brujo que puede convertirse en animal (21 y 22). Para los mixtecos, el nagual es la alteridad animal de la persona, y la tona es una especie de sustancia etérea que les es común (30).

Es menester señalar la posibilidad de que los términos tona y nagual no sean los empleados en las lenguas de varios grupos étnicos, y solamente funcionen como referentes al explicar o traducir un concepto indígena a una persona ajena al grupo. Tal parece ser el caso de los tzotziles y tojolabales de Chiapas, que traducen como "nagual" varios términos indígenas referentes, ya sea a la conversión o al destino humano-animal.

Independientemente de la palabra empleada, la relación destino-hombre-animal se entabla a partir de nacimientos simultáneos, con uno o varios animales o fenómenos celestes, dependiendo de los matices que dicha relación presenta en las distintas etnias. Se considera que repercuten en la persona las desgracias sucedidas a la contraparte animal. Así, los grupos que asignan varias bestias a un individuo (mixes, mixtecos, huaves, mazatecos, otomíes, totonacos, tzeltales y tzotziles) creen que si una de ellas muere, la persona sólo enfermará, pero si mueren todas, ella también fallecerá.

Por lo general, la gente desconoce a su doble animal, a excepción de los hombres de conocimiento (curanderos y brujos), quienes son capaces de dilucidar la identidad de su alter ego. Los mecanismos que emplean para lograrlo consisten en soñar repetidas veces con un mismo animal, como sucede entre los tzotziles (24). En este grupo también se llega a conocer el nagual de un individuo mediante la interpretación calendárica (31). Asimismo, los mixes de Oaxaca piensan que las personas nacidas en el día ka: comparten su suerte con un jaguar o con una serpiente (32) (V. Š?:tu´). Los mixtecos creen que, el día del nacimiento del individuo, la partera determina su nagual mediante una operación que consiste en marcar un lugar fuera de la casa y ver cuál animal dejó su huella durante la noche (33).

Cuando el vocablo denota específicamente la conversión del ser humano en animal, aparece una serie de datos constantes en la información. Por lo regular, la metamorfosis ocurre durante la noche (3) (7) (12 a 14) (18) (23) (29) (34 a 36). Para llevarla a cabo, el individuo realiza una serie de operaciones con tierra, ceniza o fuego. Así, los naguales pames de San Luis Potosí y los popolucas veracruzanos, se revuelcan en la tierra (5) (37); los zapotecos de Mitla, Oaxaca, lo hacen sobre un montón de ceniza (3); en la comunidad poblana nahua de Atla, el nagual debe desprenderse las piernas y saltar siete veces sobre el fuego (12); y los nahuas de Tecospa, Estado de México, observan que este personaje debe brincar sobre una hoguera dos veces, describiendo una cruz (3). Aparece un dato aislado, reportado entre los nahuas de Huitziltepec, Guerrero, donde la conversión se realiza al tomar una pócima hecha con el extracto de un bejuco no identificado (38). Los animales producto de la trasformación, pueden ser tanto domésticos como silvestres; destacan el perro, el puerco y el guajolote como prototipos del primer grupo, y el jaguar o león americano dentro del segundo. En cuanto a la conversión en fenómenos meteorológicos, resulta interesante que la mayoría de los reportes que la mencionan provienen del sur del país. Es el caso de los huaves (6 y 7), mixes (39), nahuas del istmo veracruzano (40), popolucas (5) (39), tojolabales (2), tzeltales y tzotziles (23). Las metamorfosis atmosféricas más sobresalientes son las de conversión a rayo, torbellino, nube y cometa. Los nahuas del Altiplano Central destacan más la conversión hombre-animal que las trasformaciones atmosféricas. Es sugerente la caracterización dañina o benéfica de la trasmutación: por lo general, y sobre todo en el Altiplano Central, la trasformación animal la realiza un personaje maligno, cuya intención es hacer daño a los demás miembros de la comunidad; en cambio, la metamorfosis en fenómenos atmosféricos, generalmente la llevan a cabo los hombres poderosos, protectores de la comunidad. Tal es el caso del montioc huave, personaje que se convierte en rayo o nube para llamar a la lluvia, acudir en socorro de algún enfermo, etcétera (6). El daño asociado a los naguales perniciosos varía en intensidad según la región del país. Los zapotecos de la sierra, así como los pames potosinos, no atribuyen poderes destructivos a estos entes, ya que solamente roban gallinas de corral con el fin de perjudicar económicamente a sus víctimas (7) (37) (41). En este sentido, los zapotecos hacen hincapié en que el nagual es motivado por la envidia, caracterización que no aparece en la literatura referente a otros grupos étnicos (7) (41). Los otomíes, nahuas y totonacos de la sierra Norte de Puebla consideran que el nagual debe alimentarse de sus presas, ya sea robándoles el alma, o bien chupándoles la sangre, ambas acciones con posibles efectos letales (12 a 14) (V. chupada de bruja). Este ser vampiro es llamado pux´ jwai en otomí (13), tlahuelpuchi en náhuatl (12) y tapalaqni en totonaco (14). Resulta curioso que adopte la forma de un ave: el tlahuelpuchi se convierte en guajolote y el tapalaqni en faisán. La trasformación en ave adquiere una particular connotación nefasta, ya que el nagual que la realiza domina el poder del vuelo. En la comunidad mestiza de Chichotla, Michoacán, se cree que las brujas se trasforman en lechuzas para después ir a la casa de su víctima y llamar a la muerte con su canto nocturno (36). En los Tuxtlas, Veracruz, el nagual que adopta la forma de ave recibe el nombre de harbolario y es especialmente temido (1).

Aparte de chupar la sangre o robarles el alma a los desdichados, los naguales trasformadores también pueden enviar enfermedades desde lejos y provocar la intrusión de objetos mágicos en el cuerpo de sus enemigos. Esto ocurre con los itlacatiliz nahuas del valle de México, brujos trasformadores que dirigen sus males a distancia (10). En Tlaxcala y Puebla, se cree que tienen la facultad de provocar que tanto espinas, como lombrices y agujas se introduzcan en sus víctimas (42). Similar creencia mantienen los mixes, quienes les atribuyen el poder de colocar insectos y objetos inanimados en el cuerpo del individuo al que quieren perjudicar (39).

Las personas consideradas naguales reúnen una serie de características especiales. En el Altiplano Central, la mayoría de los datos etnográficos se inclinan a considerar el nagualismo como innato: se nace con la capacidad de convertirse en animal, y ciertos atributos físicos delatan tales poderes. Los nahuas de Tecospa, Estado de México, mencionan que los estrábicos tienen el don de la metamorfosis; también creen que los niños que nacen con un hoyo en la lengua, pueden llegar a tenerlo algún día (3). Los totonacos reconocen a un futuro nagual, en el recién nacido que presenta manchas en la piel o pelaje similar al del jaguar (14). En Atla, Puebla, la población nahua puede reconocer al nagual que se trasforma en guajolote porque en su forma humana cojea, ya que presenta una pierna más delgada que la otra (12). Los otomíes del valle del Mezquital (34), los purépechas (36) y los zapotecos serranos (3), creen que solamente las mujeres tienen la capacidad de cambiar de forma.

Los datos referentes a la iniciación de un brujo trasformador mediante algún tipo de instrucción formal, provienen en su mayoría de regiones fuera del Altiplano Central. Tanto los popolucas del golfo (5), como los zoques del istmo (18) mencionan que el poder de la trasmutación es resultado de un conocimiento aprendido. En la región de los Tuxtlas, el aprendizaje consiste en la lectura de los llamados "libros malos", entre los que destaca El libro de san Cipriano, no obstante que la revisión del texto no aporta información en cuanto a las trasformaciones animales (1). Finalmente, existe un tipo de iniciación que es más bien accidental, parece circunscribirse a la región de la huasteca y es mencionado por pames y otomíes, aun cuando en ambos grupos predomina la idea del "don" natural del brujo trasformador. Para los primeros, una persona puede adquirir el poder de la metamorfosis, si cae en una cueva o un arroyo y posteriormente sufre ataques periódicos (37). Los otomíes comentan que si una mujer nagual le da de comer tamales hechos con su propia carne a un inocente desprevenido, éste también se convertirá en nagual (43).

Para ser identificado como nagual, además de las características físicas y los procesos de aprendizaje, se considera la situación social peculiar de los individuos. En algunos lugares se acusa, a veces, a los no oriundos del poblado; Madsen reporta el caso de Tecospa, donde un señor originario de Toluca fue acusado de ser brujo trasformador (3). Los otomíes, purépechas y zapotecos sospechan particularmente de las viudas y solteronas (3) (34) (36). Los huastecos dicen que los solteros se trasforman durante la noche en una especie de mosco antropomorfo llamado hamnek, metamorfosis involuntaria por quien la sufre, pero igualmente condenada porque el hamnek puede enfermar de mal aire a quien encuentre en su camino (44).

Mención aparte merece la concepción de la trasfiguración hombre-animal entre los grupos mayenses de Chiapas, en particular entre los tzeltales, tzotziles, tojolabales y mochós, quienes consideran que toda persona nace con uno o varios naguales, entendidos como dobles animales o alter ego múltiples. Puesto que tanto en la naturaleza, como en la sociedad humana, existe una estricta jerarquía, la gente común y corriente posee naguales débiles, mientras que los poderosos, entre ellos los curanderos y brujos, comparten su destino con los animales más fuertes (9) (15) (45 a 47). Los tzotziles son quienes presentan una idea más elaborada sobre el destino compartido entre un hombre y su animal-compañero: cuando nace una persona, en la base de la montaña sagrada de su patrilinaje, nace también un animal que compartirá su destino, y mientras aquélla madura y asume responsabilidades, éste asciende la montaña sagrada. Los hombres que ocupan cargos importantes en la jerarquía religiosa de la comunidad, como es el caso de los curanderos (V. h´ilol), tienen a su animal-compañero en la cúspide de dicha montaña (48). Los tojolabales piensan que solamente las personas de cierto estatus poseen naguales (2). No obstante estas diferencias, las cuatro etnias mayenses consideran que las personas capaces de trasformarse en animal o fenómeno atmosférico son quienes tienen un alter ego poderoso, como el jaguar, el águila o el rayo. Son también quienes conocen la identidad de dicho doble y, por tal razón, pueden trasformarse en él (29). A diferencia de lo que sucede en otras regiones, en particular la del Altiplano Central, estos naguales no son dañinos; al contrario, velan por el bienestar de los habitantes del poblado y solamente perjudican a quien haya quebrantado las normas sociales, castigo que consiste en apropiarse del alma del trasgresor. En tal sentido, comparten características con los montioc huaves antes mencionados. Además, su poder de trasformación no se limita a un animal, ya que es sabido que los poderosos llegan a poseer trece dobles o alter ego en los cuales pueden convertirse. El don que tienen estos hombres ilustres es innato, incluso entre los tzotziles se manifiesta solamente en los individuos que pertenecen a un cierto patrilinaje (48). Los mochós mantienen una creencia particular en cuanto a la metamorfosis hombre-animal, ya que existe la trasformación voluntaria y la involuntaria. La primera es propia del qamam, curandero mochó, y la segunda la sufre el pukuj, persona destinada a trasformarse temporalmente y sin poder hacer nada al respecto (9). El Pukuj mochó presenta este atributo en común con el hamnek huasteco, aunque la información no detalla si el primero es soltero, como sucede con el segundo.

En los grupos mayenses recién mencionados, no todos los informantes hacen una nítida diferenciación entre el nagual como producto de la metamorfosis o como alter ego zoológico. Incluso la creencia parece debilitarse en algunas localidades y reforzarse en otras. Villa Rojas describió este proceso contrastante para dos poblados tzotziles, Oxchuc y Amatenango. En el primero, donde aún perduraban los linajes y clanes tradicionales, el nagualismo presentaba características similares a las descritas en el párrafo anterior, mientras que en el segundo, que apenas conservaba vestigios de linajes antiguos, la creencia iba tomando aspectos distintos, más relacionados con la concepción de trasformación animal maligna, donde el nagual ya no velaba por el bien de su comunidad (45). Köhler no encontró en el pueblo tzotzil de Huistán, Chiapas, la idea del nagual como animal compañero de un individuo, extendida, en cambio, en otros poblados de la misma etnia (23).

Además, en reportes sobre mayas yucatecos (49), nahuas (27), tzotziles (50) y tzeltales (27) (50), se asigna un significado al término, que si bien es parecido a las concepciones de trasformación hombre-animal y destino-hombre-animal compañero, amerita comentarse como una peculiaridad: se dice que el nagual es un alma ferina que reside en el corazón o en el interior de cierta persona especial, y que cuando ésta duerme, la entidad anímica se desprende de su cuerpo y adopta la forma animal. Cabe remarcar que la forma humana aún está presente, dormida en su cama, por lo que difiere de la transmutación hasta ahora descrita, y tampoco encaja con la idea de destino compartido, ya que no hay indicios de vidas independientes pero paralelas, entre el individuo y su alma animal.

No sólo los seres humanos son naguales o los poseen: los mazatecos afirman que los tepescuintles se pueden trasformar en víboras (51), y los tzeltales aseguran que el buen perro de caza tiene un nagual víbora (en el sentido de alter ego) que lo ayuda a cazar (52).

El origen de la creencia en los naguales es atribuido por diversos autores a varias concepciones prehispánicas. En el siglo XVII, de la Serna intentó darle una explicación a partir del calendario indígena:

... a el quarto día [después de nacido el niño] vssan el lauar y passarla por el fuego [que llevaba cuatro días prendido] como dixe, y ponerle [al niño] el nombre del mes, según su Kalendario... y de los días, que tienen dedicados a diferentes animales... y de este genero de Bautizo suyo y destos nombres puestos de diferentes animales saca este Ministro el origen de los Nahualiz y Brujos, y dice que este vocablo mexicano Nahualli se forma y tiene su significado del verbo Nahualtia, que es esconderse, encubrirse o disfrazarse, o arrebolándose; y asi Nahualli será aquel que por la aplicación, que el Padre hiço al recien nacido de dedicarlo aquel animal, cuyo nombre le pusieron a el quarto día se sujeta a él tanto, que se encubre y disfraza debajo de su figura... (11:90).

Viesca atribuye al nahualli prehispánico lo siguiente:

Conocía el cielo y el lugar de los muertos; sabía cuándo llovería y cuándo no, cuándo caería la helada o el granizo; pronosticaba la enfermedad; ante todo no era humano (amotlacatl). Era nacido en ce quahuitl, fecha que hemos visto se asociaba con algún tipo de curandero que obraba prodigios... (53:226).

Chemin Bässler propone un origen prehispánico diferente:

El origen de la creencia en el nahual proviene de los huastecos que tenían un dios llamado Naualpilli... Los aztecas, cuando vencieron a los huastecos en el siglo XV, llevaron este dios a la Gran Tenochtitlan como trofeo de su victoria y el `Gran Nahual´ fue sincretizado con la deidad nacional de las aguas, Tlaloc, el viejo dios jaguar. El `Gran Nahual´ hizo desencadenar la lluvia pero también se transformó en buho y otros animales feroces, y en esta forma provocaba males y enfermedades... (37:206).

Moscoso Pastrana cita a González Obregón para explicar el origen del nagualismo en Chiapas:

En su sentido primitivo, se deriva de `nahualli´: secreto misterioso, oculto; en su origen es aplicado a las tribus de idioma mexicano, porque fueron sus sacerdotes y señores quienes introdujeron en Temoauchan o Chiapas los misterios horrorosos en los cuales se derramaba mucha sangre humana, y que estaban mezclados con una multitud de supersticiones, cuyos ritos tomaron después el nombre de `nahualismo´ (24:13).

La interpretación aportada por de la Serna es la que posiblemente aclare mejor la sinonimia establecida actualmente entre nagual y tona. Según las predicciones delTonalamate, libro calendárico prehispánico, el destino de una persona estaba determinado por el día de su nacimiento o, en su defecto, por el día en que le daban un nombre. En esa ocasión, la persona recibía su tonalli, entidad anímica relacionada con el calor solar (27). Debido a la representación de los días con figuras animales (entre otras) ilustradas en el Tonalamate, tal y como lo señala de la Serna, se cree que con el paso del tiempo se estableció en la conciencia popular una relación paralela entre ambos mundos, el animal y el humano. Esta argumentación resulta validada por el hecho de que hoy en día, los tzotziles y los mixes identifican al nagual del recién nacido en función del día de su nacimiento (31 y 32).

Índice de Autores

(1) Olavarrieta, MarencoM., 1977.

(2) Ruz, M. HL, 1981.

(3) Madsen, W. et al., 1972.

(4) Álvarez Heydenreich, L, 1987.

(5) Williams García, R., 1961b.

(6) Ramírez Castañeda, E., 1987.

(7) Signorini, I. et al., 1979.

(8) Medina Hernández, A., 1973.

(9) García Ruiz, J. F., 1987.

(10) Madsen, W., 1969.

(11) Serna, J. déla, 1953.

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(13) Dow, J., 1974.

(14) Ichon, A., 1973.

(15) Hermitte, E. H., 1970b.

(16) López Gómez. R., s/f.

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(18) Thomas, N. D., 1974.

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(20) Incháustegui, C, 1977.

(21) Dow, J., 1986.

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(37) Chemin Bässler, H., 1984.

(38) Weitlaner, R. J. et al., 1946.

(39) Foster, G. M., 1969.

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(41) Kearney, M., 1971.

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(43) Manrique Castañeda, L, 1969.

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(49) Villa Rojas, A., 1985.

(50) Albores Zárate, B. A., 1978.

(51) Incháustegui, C, 1984.

(52) Villa Rojas, A., 1990.

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DM