Sinónimo(s): insulto (1) (Son) (2), mal de luna (3) Lengua Indígena: Tojolobal washtupe? ?ik´e (4). Tzotzil tup ik´ (5).
Enfermedad reconocida por la presencia de convulsiones.
Hay diversas explicaciones populares acerca de su etiología; unos la remiten a causas sobrenaturales o sagradas, y otros la asocian con determinados sentimientos y estados emocionales. Dentro de los primeros, sobresale la idea de que las crisis convulsivas guardan una estrecha relación con las fases lunares, siendo más frecuentes en las proximidades de la luna llena y aún más en plena lunación, motivo por el que se denomina "lunáticos" o "atacados del mal de luna" a quienes sufren de ataques (3) (6). Otros consideran que el mal es debido a la acción de la brujería (3 y 4) (6 a 8), del demonio (3) (6) (9) o de los aires (3) (8), y a quienes lo padecen les llaman entonces "embrujados", "con maleficio", "poseídos del demonio", "endemoniados", que sufren "ataques de aire" o mal de aire (3). Es creencia muy difundida que las personas que padecen estas convulsiones están destinadas a ejercer el curanderismo o la brujería, y que sólo encuentran alivio al aceptar tal cargo. Algunos explican que en el transcurso del ataque, el alma del individuo se desprende y viaja al mundo de los espíritus, quienes le hablan e indican que debe dedicarse a tal oficio, enseñándole cómo hacerlo (5 y 6) (10) (V. qamam, tetlachibke).
También destaca la idea de que el ataque puede sobrevenir a causa de una disputa o desavenencia, un coraje o accidente, o manifestarse en aquellas personas que son presa de hondos resentimientos o que reprimen sus emociones (1 y 2) (7) (11). En relación con esto último, los nahuas de Mecayapan y Tatahuicapan, Veracruz, consideran que la enfermedad puede ser causada por un deseo sexual no satisfecho; por ejemplo, si la excitación que provoca contemplar a una persona del sexo opuesto desnuda no es desahogada, sobrevendrá el ataque, y sólo podrá curarse copulando siete veces con la misma persona, si ésta lo permite (12).
Pocas son las fuentes que dan información detallada sobre el curso del ataque, síntomas que lo acompañan y carácter crónico del padecimiento. García Ruiz reporta que en el grupo chiapaneco mochó, de origen guatemalteco, se identifica como un momento importante en la iniciación del curandero, el estado previo a una crisis convulsiva de epilepsia, y lo describe como una sensación particular en la que se puede presentar palidez, diarrea, taquicardia, anorexia, tristeza, pérdida de la palabra, disturbios en la función reflexiva y cognoscitiva, entre otros síntomas (10) (V. ka:h?;q šwi?) Holland refiere que los tzotziles de Chiapas reconocen la presencia periódica de las convulsiones: el enfermo cae al suelo temblando y estremeciéndose involuntariamente, pierde el control sobre sus actos, echa espuma por la boca y se muerde la lengua; su duración es de algunos minutos y el control se recupera en forma gradual (5). Palacios ofrece otra buena descripción de los ataques, obtenida en la comunidad de Santa Ana Tlacotenco, Distrito Federal: son usualmente crónicos y se manifiestan con mareos, pérdida de la conciencia y convulsiones, durante las cuales los enfermos suelen babear, morderse la lengua, babear, estirar las manos y orinarse (7).
Otros informes resultan un tanto ambiguos, como el que proporciona Redfield para los mayas de Dzitas, Yucatán: el ataque casi siempre aparece de improviso, la persona experimenta disnea, desmayos, tiene convulsiones, o bien se torna furiosa y excitada (8) (V. tancas)
Los tratamientos para el control o "curación" de los ataques están relacionados, por lo común, con distintas etiologías. Aquellos que consideran que la enfermedad es producto de la brujería, el demonio o los aires, persiguen entonces "extraer" o transferir el mal mediante rituales en los que las limpias con hierbas y animales son fundamentales. Por ejemplo, en San Pablito Pahuatlán, Puebla, el curandero realiza una "barrida de doble fuerza", usando dos pollos que sacrifica y coloca sobre el pecho y espalda del enfermo, para que absorban el mal (13). En Michoacán existe la creencia de que la enfermedad puede transferirse a un perrito, si éste es abrazado con fuerza en el preciso momento en que se sienten venir las convulsiones (14) (V. perro) Cuando la enfermedad se relaciona con el hecho de haber reprimido los sentimientos e impulsos, para prevenirla o aliviarla se recomienda dar rienda suelta a dichas emociones; esto queda bien ilustrado con el caso de los nahuas de Mecayapan y Tatahuicapan antes mencionado. Y cuando se le considera una enfermedad iniciática del brujo o curandero, los afectados sólo podrán "curarse" cuando acepten el cargo, tal como se indicó anteriormente.
Con base en las descripciones e interpretaciones médicas de varios autores (3 a 5) (7) (10 y 11), puede inferirse que en muchos de los casos, los llamados popularmente ataques, son de origen epiléptico, sin eliminar la posibilidad de que en otros, las convulsiones obedezcan a distinta causalidad: afecciones del cerebro (tumores, abscesos, meningitis, etcétera), intoxicaciones, enfermedades infecciosas (tétanos, rabia, etcétera), irrigación insuficiente de sangre al cerebro, histerismo, etcétera. En concordancia con la etiología popular, la literatura médica especializada reconoce que los sustos, disgustos, discusiones, emociones violentas como accidentes y siniestros, son factores que pueden dar pie a un ataque de histeria (15). Cabe aclarar que en muchos casos, las enfermedades infantiles en que se presentan convulsiones son incluidas bajo el término popular de alferecía, que algunos autores interpretan como epilépticas.
La creencia en el origen sobrenatural de la epilepsia se refleja en su significado literal, "asaltar o ser agredido desde arriba".
Fue concebida por las antiguas culturas del Viejo Mundo como una "enfermedad sagrada", de origen satánico o divino. La idea de su procedencia demoníaca puede constatarse en el pasaje del Evangelio según san Lucas, en donde se narra cómo Jesucristo cura a un epiléptico expulsando al demonio de su cuerpo. En la América precolombina, se puede encontrar un cierto paralelismo, pues también aquí se le confería un origen divino, punitivo (9). Es interesante mencionar los tratamientos que se consignan en el Códice de la Cruz-Badiano (Libellus de medicinalibus Indorum herbis), pues permiten inferir el conocimiento que tenían sobre la enfermedad comicial o epilepsia (9) (16 y 17). Se habla de un tratamiento preventivo en el que queda manifiesta la observación de la fase previa a la crisis convulsiva, en que se sufre una serie de alteraciones neurofisiológicas de breve duración llamada "aura".
Observa el tiempo en que la epilepsia ha de venir, porque entonces, al aparecer la señal el epiléptico póngase en pie y púncensele los cartílagos y los costados... Debe comer cerebro cocido de comadreja y zorra (18:73).
Al respecto, de la Peña señala que dado que en el "aura" el paciente atraviesa por un estado de "desconexión" con el mundo exterior, es posible que el punzar cartílagos y costados se hiciera con el objeto de sacarlo de dicho estado (16).
También sugiere que existe un contenido mágico interesante en la recomendación de comer cerebro de comadreja y zorra, como si su ingesta pudiera transmitir las propiedades de estos animales (17).
(1) Aguirre Beltrán, G., 1980.(2) Ochoa Robles, H. A., 1967.(3) Padrón Puyou, F., 1956.(4) Furbee, L et al., 1983.(5) Holland, W. FL 1978.(6) Anzures y Bolaños, M. del C., 1983.(7) Palacios de Westendarp, P., 1986.(8) Redfield, R., 1940.(9) Vasconcelos, D., 1982.(10) García Ruiz, J. F., 1987.(11) Ochoa Zazueta, J. A., 1978.(12) Sedeño, L. et al., 1985.(13) Mora, T. et al., 1981.(14) Campos, T., 1979.(15) Hammerly, M. A., 1978(16) Peña Pérez, I. de la, 1977a.(17) Peña Pérez, I. de la et al., 1977b.(18) Cruz, M. de la, 1991.