Biblioteca Digital de la Medicina Tradicional Mexicana
Universidad Nacional Autónoma de México
Diccionario Enciclopédico de la Medicina Tradicional Mexicana
Susto

Sinónimo: espanto. LI. Mixteco (Oax) cuehe ni yúhu (1). Náhuatl (Pue) demostiltic (2), nemouhtil (3). Totonaco (Ver) jicuanit, tepekua (2). Tzeltal shiwel (4). Zapoteco cheev (5), rcabi yatshi (2). Zoque na´tse (6).

Enfermedad originada por una fuerte y repentina impresión derivada del encuentro con animales peligrosos, objetos inanimados y entidades sobrenaturales, así como por sufrir una caída en la tierra o en el agua; y, en general, producto de cualquier episodio traumático que amenace la integridad física y/o emocional del individuo.

Resulta habitual que los desajustes orgánicos y anímicos que acompañan a este mal sean muy drásticos; en la mayoría de los casos, el enfermo sufre la pérdida del alma o bien queda debilitado y puede padecer otros procesos morbosos. Su alta peligrosidad hace necesaria una pronta y efectiva atención, la cual se basa en diversos procedimientos terapéuticos, en los que se contemplan limpias, sahumadas, baños, masajes y complicadas ceremonias, además de la administración de preparados herbolarios por vía oral e, inclusive, por vía rectal.

El susto representa uno de los complejos mórbidos populares que más ha llamado la atención de los investigadores. A su alrededor se han realizado diversos tipos de estudios, desde el sencillo trabajo etnográfico, hasta los que plantean hipótesis a partir de la disciplina médica científica. El interés de los estudiosos se finca, principalmente, en tres aspectos: la frecuencia con la que es reportado, las características muy particulares que lo conforman, y su presencia en amplias zonas geográficas y culturales. A este respecto, Rubel et al. señalan que no está limitado a una determinada cultura, sino que se presenta entre la población mexico-norteamericana de Estados Unidos, en Argentina, Bolivia, Colombia, Guatemala, México y Perú. Asimismo, se ha informado de padecimientos asociados a impresiones traumáticas en Filipinas, India, República Popular China y Taiwán (7).

En México se le llama en forma genérica susto o espanto, pero, de acuerdo con la causa inmediata que lo provocó, se habla de espanto de chaneque, espanto de sueño, espanto de agua, etcétera. Existe una serie muy amplia de acontecimientos que pueden provocar su aparición; la mayoría de ellos son comunes a todas las regiones, otros guardan particularidades propias de determinadas zonas. A partir de su clasificación etiológica consignada por Zolla et al. para Oaxaca, Puebla y Veracruz (2), es posible, quizá, llegar a una generalización para otras áreas. De esta manera, se observan ocho grupos de agentes causales: a) Encuentros súbitos con animales, fantasmas, difuntos, duendes, chaneques, naguales, borrachos, personas armadas, soldados y, en general, con cualesquiera seres sobrenaturales -animales o humanos- que generen una fuerte impresión en el individuo. Similares agentes son reportados por los nahuas de Guerrero (8) y Morelos (9), mixtecos oaxaqueños (10), y por zoques (11), tzeltales (4) (12) y tzotziles (13) de Chiapas, así como en los Tuxtlas, Veracruz (14), y entre la población negra de Cuajinicuilapa (Cuijla), Guerrero, en donde se cree que al morir un individuo poseedor de "sombra pesada", tiene la capacidad de regresar a este mundo en forma de fantasma y asustar a los vivos (15) (V. sombra). b) Sufrir golpes o accidentes, caídas en la tierra o en el agua, o estar en peligro de ahogarse en el mar o en un río. Lo anterior también es mencionado por los grupos arriba señalados, además de los totonacos veracruzanos (16) y mazatecos oaxaqueños (17). c) Transitar por sitios "peligrosos", como cementerios, ríos y lugares altos. Los zoques piensan que el espíritu dueño de una colina o montaña puede apoderarse del alma de los caminantes que sufren una caída en sus declives, o de aquellos que deambulan en las cercanías de un risco, brecha o caverna (11). d) El contenido de ciertos sueños. En los Tuxtlas, algunos informantes aseguran que soñar en forma continua con un difunto, provoca que la persona se espante (14); mientras que los zoques piensan que las pesadillas se originan cuando el alma o kojama, durante sus viajes nocturnos, se topa con una "visión maligna" o es atacada por otras kojamas más poderosas, circunstancia que derivará seguramente en un susto (6). e) Violar cualquier norma o ser sorprendido al hacerlo. Al respecto, los nahuas de la sierra Norte de Puebla se abstienen de observar un mal comportamiento con la naturaleza, pues de lo contrario los dueños de la tierra o del agua podrían manifestarse en contra del transgresor (18). Entre los zoques resultan afectados los envidiosos, presuntuosos, rateros y asesinos (6). Para los huaves de Oaxaca, el mal ataca a los sorprendidos en una relación sexual ilícita (19). f) Presenciar una muerte violenta, un accidente o una riña. g) Ser amenazado de muerte, o sufrir maltratos o vejaciones. h) Extraviarse en el campo, en el monte o en la ciudad.

Aunque con menor frecuencia, también se menciona la intervención de un brujo, quien con sus malas artes provoca el mal. Así, los zoques opinan que la tona o alter ego animal de un brujo, puede sorprender a alguna persona por "encargo" de un tercero (6) (11). Otra causa que resulta común a muchas regiones, es la señalada por el grupo huasteco y los habitantes de Cuajinicuilapa (Cuijla), quienes hacen notar que este padecimiento aparece cuando un individuo es despertado en forma repentina, pues bajo esta circunstancia la sombra está imposibilitada para regresar de inmediato al cuerpo, y permanece vagando (15) (20).

A este conjunto de causas pueden añadirse otras reportadas esporádicamente, como la muina, los "corajes", la envidia, la vergüenza y los aires; estos últimos cobran cierta importancia entre los nahuas de Huitziltepec, Guerrero (8).

Los zapotecos oaxaqueños de Ixtepeji, piensan que el susto puede desencadenar dos situaciones: la víctima pierde su espíritu -como ya se anotó-, o bien su cuerpo queda debilitado y susceptible de enfermarse frente a los ataques de un mal aire (21). Algunos informantes nahuas de Santiago Yancuictlalpan, Puebla, opinan que cuando el suceso hostil es protagonizado por entidades sobrenaturales, el resultado es doblemente negativo, debido a que el vacío que sufre el cuerpo por la pérdida de la esencia vital es ocupado por la entrada de un aire patógeno o ehecat, razón por la cual el afectado deberá someterse a una doble curación (3).

De acuerdo con el agente causal, se establece la gravedad que puede alcanzar la dolencia. La pérdida de la entidad anímica es el factor determinante de los sustos calificados como "fuertes", "graves" o "retenidos", que pueden conducir a la muerte y que se distinguen de los "naturales" o "leves". Zolla et al. hacen una clasificación detallada de los mismos:

Sustos clasificados en función de la gravedad del padecimiento:

Sustos naturales (leves).

Sustos fuertes (retenidos).

Sustos clasificados en función de la naturaleza del agente:

Fenómenos naturales (trueno, rayo, relámpago, fuego).

Animales (víboras, culebras, toros, perros).

Personales (a raíz de la violencia y la envidia o mediante la brujería).

Preternaturales (duendes, naguales, sombras de muerto, difuntos).

Sociales (violación de una norma).

Otros (camiones, automóviles) (2:88).

Aunque se evidencian manifestaciones particulares de acuerdo con su causa y tipo, existe una sintomatología común que puede aparecer inmediatamente después de sucedido el hecho traumático o posteriormente, a lo largo de un período que puede dilatarse días, semanas o meses. Los trastornos reportados con mayor frecuencia son: falta de apetito, debilidad, depresión, sueño excesivo, palidez, apatía, sobresaltos durante el sueño, fiebre, adelgazamiento, insomnio, ataques de ira, diarrea y vómito (2 a 7) (12) (14) (17) (20 y 21). En menor medida se mencionan otros síntomas como dolor de estómago (5) y de cabeza (2), tendencia a comer tierra (17), a permanecer en lugares oscuros (14), o bien en lugares donde lleguen los rayos del sol (2); escalofríos (14), frío en las extremidades (2) y sudoración excesiva (17), principalmente. La contraposición en algunos de ellos se debe a las peculiaridades que presentan los diferentes tipos del mal. Entre los huaves, por ejemplo, el susto de serpiente se manifiesta con frío y escalofríos porque el reptil arrastra al espíritu de la víctima a su cueva, donde no alumbra el Sol (V. espanto de culebra). Por el contrario, cuando el accidente acontece en un lugar seco produce calenturas, a tono con el ambiente físico en el que se verificó (3). En estos casos, se puede observar la vinculación de la dualidad frío-calor con las manifestaciones del susto, asociación claramente expresada en la descripción que los terapeutas zoques hacen de él. Para ellos, el espanto puede ser frío, mamgoy, o caliente, pikjoy, dependiendo de cuál haya sido el agente desencadenante. En el primer caso, el cuerpo se "hincha"; mientras que en el segundo, se "seca". De esta manera, el cuadro clínico que presentan los asustados, puede ejemplificarse con el siguiente esquema:

Clasificación "frío" y "caliente" de agentes causantes de espanto
FríoCaliente
"Hincha" el cuerpo"Seca" el cuerpo
aguafuego
cuevatierra
vientohuracán
víborarayo
vacatoro
yeguacaballo
tormentatemblor
muertoriña
perronegro gato
tigrillocarretera (accidente)
barrancovolcán
sueñoaccidente (herramientas
punzocortantes) (6:343)

A todas las reacciones antes descritas, se añaden otras que representan elaboraciones culturales propias de los diversos grupos étnicos, a partir de la enfermedad misma y de la consecuente pérdida de la esencia vital. Sobre este punto, resulta ilustrativo mencionar la información de procedencia nahua recogida en Yancuictlalpan:

La ´caída´ en que se configura esta pérdida tiene entre sus efectos secundarios la bajada analógica de la campanilla (... se voltea para abajo, ya no puede pasar el alimento) y a veces del recto (... sus tripas están espantadas). Un aspecto de la cura... consiste en levantar y enderezar estas partes (3:119) (V. caída de la campanilla).

Si bien los procedimientos para determinar el susto son variados, entre ellos destacan la pulsación, la interpretación de los sueños del paciente o del especialista que lo atiende, y el interrogatorio a la víctima sobre sus actos y vivencias; también se recurre a la adivinación o a la revelación mística. En algunos lugares, el diagnóstico y su corroboración implican ejecutar uno de los procedimientos arriba señalados; en otros se ponen en práctica dos o tres, con lo que el método resulta más complejo. Así, en Chalcatongo, Oaxaca, el especialista mixteco o cháa tatna, interroga al paciente para saber cuáles fueron las circunstancias de su vida que provocaron el mal. En ocasiones esta confesión se acompaña de la echada de barajas, de la lectura de las velas y de la pulsación; en este último caso, el terapeuta palpa determinados puntos del cuerpo e interpreta las peculiaridades del pulso para conocer si el alma se encuentra en su sitio (V. pulsar). Cuando el doliente está imposibilitado para acudir a la consulta, el curandero puede hacer su examen mediante la lectura de la titilación de la flama de una vela, frotada previamente en el cuerpo del enfermo (22). Por su parte, el tapahtihque o curandero nahua de Yancuictlalpan, considera a la sintomatología como un elemento coadyuvante del diagnóstico, pues para que sea significativa necesita establecer su razón de ser (V. tepahtianih). En una primera etapa, no se acerca al enfermo y desatiende los síntomas. Sólo exige que el cuerpo del afectado o una de sus prendas de vestir sean refregados con una vela para conocer la índole de la dolencia. Después de esta fase preliminar, que incluye un interrogatorio sobre la historia de la persona, el tapahtihque confía en tener un sueño que explique el mal y le haga saber cuáles son sus posibilidades de lograr la curación (V. sueño). Lo ideal es que la experiencia onírica le permita comprender la naturaleza de la dolencia, clasificarla en la categoría pertinente y precisar su causalidad. Aun cuando no exista una palmaria señal indicadora, o el sueño confirme el susto pero no permita conocer las causas ni el lugar del suceso, no desaparecen los intentos de curación. De igual manera se procede a la cura, con sus ritos y el suministro de fármacos de apoyo, pero aquélla será considerada genérica y menos eficaz. Si el sueño no se produce, el curandero reconoce que la solución del caso está fuera de sus posibilidades y manda al individuo a otro especialista, que puede ser médico o nagual, dependiendo de que considere a la enfermedad como "natural" o producto de un hechizo. No todos los especialistas del lugar siguen el mismo procedimiento de análisis; existen variaciones, resultado del contexto interétnico propio de los curanderos. Algunos basan su dictamen en las señales visibles en la cera fundida de una veladora pasada antes sobre el cuerpo del enfermo, lo que quizá represente una influencia de sus vecinos totonacos. Signorini et al. consignan la explicación de un tapahtihque acerca de este procedimiento:

Así llega ya en el sentido (del curandero), porque en la veladora, donde se encharca, allí se ve, allí aparece... Allí (es) como si estuvieras viendo con un largavistas, se ve la enfermedad. Si no más se encharca bonito, es (nemohutil) de agua; o si se hace unas curvitas es de víbora; el... (rayo), entonces la llama empieza a tronar; si es de... (fuego) ése no truena, nomás se prende derechito la llama; si es de perro... se forma el perrito ahí en la agüita (3:122).

Otros grupos también recurren a la adivinación para definir el mal, aunque utilizan diferentes materiales: los adivinos totonacos emplean cristales de roca, los nahuas de Veracruz y los mayas, granos de maíz o fragmentos de copal (3).

Ciertas prácticas son menos complejas, sobre todo cuando el susto es calificado como leve. Por ejemplo, algunos curanderos huastecos "barren" al paciente con hojas de hik´elom ts´ohool (Centrosema sagittatum) y en cada uno de los movimientos de esta operación gritan el nombre del afectado para que su alma regrese. Después trituran las hojas en un poco de agua; si se forma espuma, se comprueba la existencia del susto; en caso contrario, se interpreta que el enfermo sufre otro mal (20).

Una vez establecido el diagnóstico con certeza es necesario iniciar el tratamiento lo antes posible, ya que la consecuente pérdida del alma hace al mal altamente peligroso y puede ocasionar la muerte. De no obrar de inmediato, existe el riesgo de complicación con otros males, reconocidos popularmente como bilis, diabetes, tisis, presión, hepatitis y úlceras (2). Entre las diferentes clases de susto, destacan por su gravedad el espanto de agua (2), el espanto de chaneque (14) y el espanto de caída (11).

La terapéutica a utilizar es determinada por el tipo de susto y la zona cultural en donde éste se manifiesta, aunque al igual que en otros aspectos de la enfermedad, existen ciertos rasgos comunes. Se recomienda que la curación sea practicada por un especialista tradicional, pues se cree que esta enfermedad escapa a la competencia del médico académico. En Veracruz, algunos curanderos de los Tuxtlas proceden a localizar los pulsos en las palmas de las manos y de los pies, en la parte anterior de los codos, en las pantorrillas, muñecas, nuca y cuello del doliente. Después, le "chupan los pulsos" con la intención de "volverlos a su lugar" y lograr el retorno del alma. Finalmente, le estiran los dedos y los brazos para "sacar el mal"; toda la operación es acompañada de oraciones (23). En Mecayapan, los nahuas confían en la habilidad de la ensalmadora -anciana especialista en curar el susto- (V. ensalmador), quien utiliza un recipiente con agua y copal blanco. Con una parte del copal sahúma al enfermo, y el restante lo parte en siete pedazos que arroja en el agua; algunos flotan, mientras otros caen al fondo del recipiente, representando éstos el número de lugares donde la persona se espantó. Después, la anciana localiza y chupa el pulso de la mano, operación que ejecuta con la boca llena de agua y que tiene por finalidad "llamar a las partes faltantes del espíritu". Por último, eleva en lengua náhuatl una oración (V. ensalmo). El procedimiento se hace tres veces diarias, durante siete días; a lo largo de este periodo el individuo no debe salir de su casa y se evita provocar ruido a su alrededor para que su espíritu pueda reintegrarse al cuerpo. Al término de los siete días, se entrega a la ensalmadora un pollo que simboliza el espíritu del asustado, se barre la casa y la basura se deposita a la orilla del poblado (24). Por su parte, el curandero huasteco trata el espanto -principalmente cuando es "grave"- ofrendando tres huevos, al mismo tiempo que "barre" y baña al paciente con ts´itsiimbe ts´ohool (Capraria mexicana) y ts´oop (Cucurbita sp.). La corroboración del mal y la indicación de que la cura ha surtido efecto, se registra si se forma espuma en el cuerpo de la persona durante el baño. Para prevenir el contagio, se procura tirar el agua utilizada en lugares no transitados (20).

Un procedimiento más complejo es practicado por el curandero mixteco de Chalcatongo, quien junto con el espantado se traslada al sitio del accidente e inicia el tratamiento persignándose y pronunciando algunas invocaciones en las que pide la ayuda de los santos católicos. En forma simultánea riega con pulque o aguardiente la tierra, con objeto de "embriagarla" y facilitar la curación; traza un círculo en el lodo que se ha formado y dentro de la circunferencia dibuja una cruz, en cuyos extremos coloca velas y huevos de pato o guajolote. Una vez consumidos los cirios, recoge los huevos y con cada uno de ellos frota al individuo en brazos y piernas, partes correspondientes a las de la cruz, y lo limpia con flores de chamiso (Atriplex canescens), florifundio o floripondio (Datura arborea o Brugmansia arborea) y flor tabaco (Nicotiana tabacum), operación que acompaña con oraciones. Concluye esta etapa con la quiebra y sepultura de los blanquillos en los mismos extremos de la cruz. Enseguida bate el lodo y lo deposita en una jícara; con el fango dibuja cruces en las articulaciones, frente, pecho, barbilla, nuca y espalda del enfermo. Como parte del tratamiento, se incluye la ingestión del mismo barro disuelto en suficiente agua para facilitar su absorción. Todos estos procedimientos y los siguientes, se realizan en un ambiente de desafíos y bravuconadas del terapeuta hacia el Lugar (dominio de To´ova´a, entidad sobrenatural dueña del sitio en que se suscitó el susto), contrarrestando estas actitudes la presencia del causante del daño. Posteriormente, el especialista aprovecha el ensimismamiento del paciente para expeler aguardiente con fuerza sobre su pecho y nuca, buscando que el efecto sea sorpresivo, reproduciendo la situación primigenia originadora del mal. Después del acto sorpresivo, que provoca en la víctima una aspiración profunda, por medio de la cual se reincorpora la esencia vital extraviada, se le da de beber aguardiente con ruda (Ruta chalepensis). En esos momentos, el curandero pronuncia el nombre del afectado: "ven Juan, qué haces aquí, vamos para la casa... aquí hace mucho frío, vámonos..." y golpea con una vara el Lugar para que suelte al alma cautiva, confiando en que su amedrentamiento y el alcohol hayan hecho efecto sobre To´ova´a. Por último, el enfermo se baña en el temazcal y recibe un masaje con hojas de manos del curandero (22) (V. baño de temazcal).

Igual complejidad reviste la terapia practicada por el especialista nahua de Yancuictlalpan; quien procede también a recuperar el componente espiritual del espantado y, posteriormente, prescribe sustancias vegetales para corregir la caída de la campanilla y el retorcimiento del recto, considerados efectos secundarios del susto. Vale la pena recalcar que los procedimientos terapéuticos utilizados varían de un curandero a otro, aunque es posible encontrar un patrón general. Para "levantar" y "enderezar" la campanilla, el tapahtihque empuja hacia arriba y fricciona el velo del paladar con uno de sus dedos previamente humedecido con jugo de limón o de tomate (V. paladear). El recto es tratado con supositorios, pelotillas, confeccionadas con cinco o hasta catorce distintos ingredientes de calidad fría y caliente, como el polvo tostado del hueso de aguacate (Persea americana), hojas de maltantzin (Satureja brownei), estafiate (Artemisia ludoviciana) y epazote (Teloxys ambrosioides), entre otros. La intención es crear un compuesto moderadamente caliente para contrarrestar el enfriamiento corporal generalizado, ocasionado por la falta de "energía" en la sangre. Algunos aconsejan aplicar los supositorios durante tres tardes consecutivas; en caso de que las manifestaciones del mal hayan sido muy violentas, se repite la misma dosis al transcurrir quince o veinte días, para repetirlas después de quince. Suelen acompañar las pelotillas con la ingestión de un té preparado con una parte de los vegetales utilizados en su elaboración (3).

Un aspecto interesante de la terapia es el empleo de un enorme número de especies vegetales. En un análisis bibliográfico sobre el tema, Aguilar y Camacho encuentran reportadas ciento veinticuatro plantas medicinales utilizadas en las diferentes regiones del país, principalmente en forma externa, a manera de limpias, baños, masajes, sahumerios y rociados; en menor medida, se usan en forma rectal u oral mediante infusiones, maceraciones o cocimientos. Doce de estas ciento veinticuatro plantas están presentes de manera constante en la curación del susto; además de las señaladas anteriormente, éstas son: el pericón (Tagetes lucida), la ruda, el huele de noche (Cestrum nocturnum), el mirto (Salvia microphylla), el romero (Rosmarinus officinalis), el pirul (Schinus molle), el saúco (Sambucus mexicana) y la albahaca (Ocimum basilicum) (1). Se les reconocen importantes efectos tónicos, desparasitantes, sedantes nerviosos, antiespasmódicos, hipotensores, antitusígenos e hipoglucemiantes (2), lo cual ha servido de apoyo a los estudios que intentan explicar esta enfermedad desde la perspectiva médica científica.

El susto puede contraerse en cualquier estación del año, aunque uno de los más temidos es el originado por el agua, que lógicamente ocurre con mayor frecuencia en la época de lluvias. Por otro lado, es creencia común que existen barreras defensivas en contra de este mal; por tal motivo, resulta poco probable que un niño menor de seis meses lo contraiga, en la medida en que no advierte los peligros del mundo exterior. Esto supone que en la base etiológica del susto, debe haber una conciencia del sujeto acerca de todo aquello que constituye un riesgo real o imaginario. Asimismo, se considera que los individuos de "naturaleza fuerte" tampoco lo contraen, factor que revela la propensión de los débiles, como los niños mayores de seis meses y las mujeres, a asustarse (2) (V. naturaleza).

Otro de los aspectos interesantes de este complejo mórbido es su presencia tanto en el medio rural como en el urbano. Este fenómeno hace posible comprobar una de las observaciones de Zolla et al. respecto de que el examen de los eventos desencadenantes del susto conduce a determinar los factores de riesgo reconocidos y verbalizados por las poblaciones y los terapeutas.

Así, la descripción que de él se hace presenta diferentes matices entre los grupos indígenas y rurales, y la población urbana. Como muestra de lo anterior, baste citar el testimonio de una curandera de la ciudad de México recogido por Campos-Navarro:

La mayoría de la gente de la ciudad está asustada, ¿qué humor tienen?... Luego luego agreden... insultan... sobajan y quieren ellos ser más... no saben ni qué hacer, no saben qué tienen, no saben lo que quieren, sienten algo pero quieren desquitarse con la demás gente, por eso matan, por eso los pleitos... la violencia... las agresiones con pistola... hasta con piedras. Es el susto que tienen... y no lo saben. El ladrón también se espanta pero él tiene que salir con más coraje a robar... porque tiene necesidades y el mismo susto le da valor, arrebata, corre... del susto le salen fuerzas, le salen alas en los pies. Vean a los choferes cómo están: paliduchos... porque tienen susto, porque se les atravesó la persona... iba a chocar... peleó con éste, ya peleó con el otro. Nadie estamos preparados para recibir un susto, es inesperado, si hasta los temblores nos espantaron... Todo el mundo se espantó: niños, grandes, hasta perros; mucha gente murió de la impresión tan grande... de por sí la gente anda espantada desde niño y ahora con estos terremotos, con esta hambruna... y esta pobreza, y esta subida de precios... la gente se espanta... anda desesperada (25:167-168).

Al igual que otros padecimientos tradicionales, el susto es producto del encuentro de creencias europeas y mesoamericanas, que de los tiempos de la Conquista española a nuestros días han pasado por un proceso de síntesis hasta llegar a su actual concepción. Es probable que este padecimiento se encuentre más cerca de las ideas prehispánicas, puesto que su mayor efecto perturbador es la pérdida de una importante entidad anímica, creencia muy similar a la salida del tonalli de los antiguos nahuas. Al respecto, López Austin menciona:

La salida del tonalli que ocasionaba la enfermedad y la muerte del hombre podía deberse a la violencia física, como la de cortar los cabellos protectores de la mollera o a la súbita impresión de miedo. La forma más común era el susto, lo que se ve reflejado en la definición que da Molina de la palabra netonalcahualiztli: ´espanto del que se espanta de algo´. Literalmente es abandono del tonalli (26:246).

De acuerdo con las diversas descripciones hechas sobre este mal, se puede decir a manera de hipótesis que no representa una enfermedad en sí -aunque aquí por cuestión práctica se ha utilizado ese concepto-; más bien es un complejo mórbido expresado con modalidades específicas, dependiendo de las condiciones de vida y de las claves culturales del grupo.

Sin lugar a duda, el susto ha sido el padecimiento popular más estudiado desde la perspectiva médica científica. Arthur Rubel opina que en forma simplista algunos investigadores lo consideran un modo de explicar afecciones mentales, como la esquizofrenia, en personas que no poseen la educación suficiente para comprender su verdadera significación (7); otros, con los que el autor está de acuerdo, lo insertan en el "síndrome general de adaptación", desarrollado de manera teórica y experimental por Hans Selye, al explicar las modalidades de la respuesta humana al estrés (2) (7) (25). El propio Rubel, junto con O´Nell y Collado, determinaron el estado de salud de personas afectadas por el susto, a partir de un enfoque interdisciplinario y de un estudio epidemiológico realizado sobre una muestra de población zapoteca, chinanteca y mestiza de Oaxaca. La investigación mostró la posibilidad de que el paciente "asustado" sufra también trastornos orgánicos serios y graves, que requieren ser atendidos cuidadosamente, así como un considerable estado de estrés relacionado con el fracaso que percibe en el cumplimiento de sus funciones sociales. Aunque el estudio no permitió clasificarlo como una entidad patológica -de acuerdo con las normas empleadas por la biomedicina-, ni tampoco adscribirle una etiología especifica o a una fisiopatología singular, sí fue posible señalar una condición que afecta en forma difusa y generalizada, lo que indica un padecimiento orgánico y psicoemocional no específico. Los autores estiman que al contraerlo se aumenta el riesgo de muerte del doliente, ya sea como causa inicial, contribuyente, o como indicador de una patología más seria que sufren pacientes con síntomas similares pero que no padecen susto.

Índice de Autores

(1) Aguilar Contreras, A. et al., 1987.

(2) Zolla, C. et al., 1988.

(3) Signorini, I. et al., 1989.

(4) Harman, R. C., 1974.

(5) Tascón Mendoza, J., 1988.

(6) Reyes Gómez, L., 1988.

(7) Rubel, A. J. et al., 1989.

(8) Weitlaner, R. J. et al., 1946.

(9) Álvarez Heydenreich, L., 1987.

(10) Flanet, V., 1977.

(11) Thomas, N. D., 1974.

(12) Hermitte, E. H., 1970a.

(13) Guiteras Holmes, C., 1965.

(14) Olavarrieta Marenco, M. L., 1977.

(15) Aguirre Beltrán, G., 1985.

(16) Santos García, A. de los et al., 1988.

(17) Incháustegui, C., 1977.

(18) Grinberg-Zylberbaum, J., 1988.

(19) Signorini, I. et al., 1979.

(20) Alcorn, J. B., 1984.

(21) Kearney, M., 1971.

(22) Mora Vázquez, T. et al., 1991.

(23) Arganis Juárez, E. N., 1984.

(24) Ramírez Hernández, A., 1983.

(25) Campos-Navarro, R., 1990.

(26) López Austin, A., 1990a.

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