Zoque, cabeza de sol, sombra.
Sustancia anímica ubicada en el corazón. Toda persona posee trece de tales soplos, y son los que le dan fuerza a la sangre. Doce de ellos son caducantes, y pueden desprenderse de su receptáculo corporal durante la vida, suceso que da origen a un sinnúmero de padecimientos. El decimotercero es fijo e indestructible; después de la muerte viaja al l´ps tøjk, o mundo de los difuntos.
Vinculada al concepto de sombra, los zoques creen en la existencia de plantas, animales, objetos y fenómenos meteorológicos cuyos destinos se encuentran imbricados con el de los seres humanos. Cada individuo presenta varias alteridades, de tal suerte que éstas y aquél comparten la misma sustancia espiritual. Pero, a diferencia de otros grupos indígenas que pregonan ideas semejantes, dichas imágenes alternas tiene el poder de la metamorfosis, así:
Si en un sueño nuestra kojama, representada en un borrego, se ve atacada por otro animal más fuerte que ella, un toro por ejemplo (estos dos últimos, animales introducidos durante la Colonia), puede cambiar la fisonomía y remontar el vuelo en forma de águila; si durante el vuelo es amenazada por un remolino, puede descender y convertirse en roca; si encontrándose en este estado es amenazada por el impacto de un rayo, puede convertirse en agua... (1:356-357).
Otro rasgo de la sombra es su potencia: ésta puede ser fuerte o débil. Quienes la poseen vigorosa, son sanos y menos propensos a enfermar o a perder su aliento espiritual. Se les llama piomi jama, es decir, de "sangre fuerte" (1) (V. nagual y tona).
(1) Reyes Gómez, L., 1988.