Sinónimo(s): espanto de río (Gro) (1).
Susto que se origina por caer en un cuerpo de agua (río, lago, pozo, etcétera) o sufrir un accidente en sus proximidades, circunstancia que aprovechan los seres sobrenaturales que habitan esos lugares para tomar cautiva y enfermar el alma del accidentado.
En localidades indígenas de los Tuxtlas, Veracruz, se afirma que puede sobrevenir cuando un chaneque toma prisionera al alma de los niños que juegan en los ríos, o las de personas que sufren un accidente o una impresión en sus cercanías (2) (V. espanto de chaneque). Para los mazatecos, la deidad Chacún Nandá es quien se apodera del alma del que cae a un río, transformándola en su esclava (3) (V. espanto por Chacún Nandá). En Guerrero, los amuzgos responsabilizan de la captura del alma al "dios del ojo de agua" (1); mientras los zoques de Tapalapa, Chiapas, señalan que Nobot, el señor del agua, mantiene cautiva la esencia vital o kojama (4).
Los síntomas de esta dolencia presentan algunas variaciones, de acuerdo con la región y grupo étnico. Así, en los Altos de Chiapas, se reporta que el enfermo presenta palidez, sueño intranquilo y sudoración copiosa (5). Los informantes zoques mencionan que el cuerpo se hincha, palidece y los ojos adquieren un color rojo; hay pérdida del apetito, cansancio, somnolencia y descenso de la temperatura corporal. En el caso de los niños, la manifestación distintiva la constituye el llanto excesivo (4).
La finalidad última que persigue la terapéutica, es la de reintegrar al individuo su entidad anímica. Por lo general, en todas las localidades, la curación se lleva a cabo en el lugar preciso donde la persona se espantó, y se pide la intervención de un curandero especializado en este mal. En los Tuxtlas, el ritual denominado "levantamiento de sombra" es practicado por el chupador o pulsador, quien sahuma con copal a la víctima, al tiempo que le aplica la misma sustancia en las sienes o "sentidos"; después, con su boca o con un carrizo, succiona los "pulsos" de las muñecas, codos, sienes, rodillas y tobillos (2) (6). En los Altos de Chiapas, durante nueve días seguidos se lleva al doliente al lugar donde se asustó; allí, a las 12 del día, el curandero "llama" al espíritu extraviado y azota suavemente al paciente con ramas de ruda (Ruta sp.). Durante la noche le unta en la espalda, brazos, piernas y pies, ruda mezclada con aguardiente, operación que se repite a la novena noche y que se acompaña con un té caliente hecho de clavel morado (?), canela (?) y un poquito de licor. Pasado un día, el paciente se baña con un preparado hecho de ramas de laurel (?), arrayán (?), flor de difunto (?) y ruda (5).
Mención especial merece el tratamiento que llevan a cabo los terapeutas totonacos de Papantla, Veracruz, debido a su semejanza con el proceder del especialista nahua prehispánico o tetonaltiqui. El curandero se dirige al lugar de los hechos, en donde reza a los dioses y santos católicos para que castiguen al captor y lo obliguen a "soltar el espíritu del enfermo"; enseguida, azota el agua y grita tres veces el nombre del asustado, ordenándole: "¡Fulano, regresa!" A continuación, colecta agua del lugar y retorna a la casa del enfermo. Allí, mezcla el líquido con tabaco, ajo y aguardiente, y suplica ante el altar que se "aleje el mal", a la vez que implora protección y salud para el paciente. Concluido el rezo, toma una bocanada del preparado, lo arroja por aspersión a la persona y procede a bañarla. El tratamiento se repite tres o cuatro veces cada tercer día (7).
En la época prehispánica, los procedimientos para recuperar una de las entidades anímicas, el tonalli, eran ejecutados por el tetonaltiqui, quien pronunciaba conjuros para invocar a las deidades acuáticas y del tabaco, entre otras. En una escudilla con agua recibía al tonalli perdido, entonces lo sorbía con la boca y lo arrojaba a la cabeza y espalda del enfermo. De esta forma, se lo reintegraba y esperaba su recuperación (8).
(1) Aguirre Beltrán, G., 1985.(2) Olavarrieta Marenco, M., 1977.(3) Incháustegui, C., 1977.(4) Reyes Gómez, L., 1988.(5) Moscoso Pastrana, P., 1981.(6) Scheffler, L., 1988.(7) Santos García, A. de los et al., 1988.(8) López Austin, A., 1967.