Biblioteca Digital de la Medicina Tradicional Mexicana
Universidad Nacional Autónoma de México
Diccionario Enciclopédico de la Medicina Tradicional Mexicana
Rayo

Lengua Indígena: Huave monteok (1), montioc (2). Nahua totohuan (3). Otomí mu huei, señor del relámpago; ya yägi, señor de los rayos (4). Tzotzil ajnel (5).

Ser mágico que se manifiesta en forma de relámpago y atrae las lluvias al mundo. Generalmente es considerado un ente protector; sin embargo, castiga a los pecadores con enfermedades y muerte. Entre los otomíes de la sierra Norte de Puebla llega a presentar una faceta maligna, ya que alumbra el camino que siguen los aires enfermantes. En el sur del país, los naguales tienen la capacidad de convertirse en rayos (V. nagual). En la iniciación de los hombres de conocimiento -particularmente en la de los graniceros-, el papel de los rayos es de suma importancia porque éstos señalan a las personas con facultades curativas.

Los nahuas del istmo veracruzano creen que los rayos constituyen seres ancestrales. Según cuenta la leyenda, en los primeros tiempos un hombre salió de cacería y, persiguiendo a un venado, entró en una cueva. Dicha caverna pertenecía al trueno, quien adoptó al cazador como su ayudante y de esta manera lo convirtió en rayo. Se cree que los rayos pueden ser masculinos o femeninos: si el rayo truena suave es hombre, pero si truena fuerte es mujer (3). Otro mito de esta región lo relaciona con las direcciones cardinales, puesto que el rayo viejo -ser antropófago pero protector de los campesinos-, es el jefe de las cuatro centellas de los puntos cardinales, y además es quien perdió una pierna en una épica batalla contra el maíz. Por este motivo se asocia a los rayos con los defectos físicos o las deformidades: parece ser que la deformidad puede ser provocada por este fenómeno atmosférico, a la vez que los deformes tienen la capacidad de convertirse en él (3).

Las cualidades benéficas de este ser también son mencionadas por los huaves del istmo de Tehuantepec; sin embargo, se dice que el rayo exige constante respeto y puede llegar a fulminar a la persona irreverente. Si alguien habla mal del clima lluvioso, da motivo suficiente para que el rayo se ofenda, pues él es quien origina los aguaceros (1).

En la mitología de los otomíes de la sierra Norte de Puebla, aparecen dos deidades relacionadas con los rayos: el señor del relámpago y el señor de los rayos. Ambas alumbran el deambular de los aires y de los malos espíritus por la tierra. El señor del relámpago mantiene una apuesta con el trueno: si el trueno llega a alcanzarlo, entonces la humanidad será destruida. El señor de los rayos traza un camino en el cielo para que lo pueda seguir el trueno (4).

Esta asociación del rayo con el mal no es tan patente entre los otros grupos étnicos de la sierra Norte de Puebla. Los nahuas consideran al rayo como una deidad terrestre menor, cuya actividad consiste en transportar agua del mar a la sierra (4). En la concepción tepehua, el rayo no encarna a ningún personaje mitológico; la existencia de este fenómeno natural se explica mediante la creencia en los papanin o viejos, pequeños hombrecitos mágicos que viajan en las nubes llevando sus bastones, con los que producen rayos y truenos al golpear a aquéllas (4).

Para los zapotecos, el rayo es el mensajero de Dios, además de ser el hacedor de la lluvia. Puede adoptar forma humana y matar a sus enemigos. El rayo guarda el granizo, la lluvia y las nubes en tres jarros y los suelta para que desencadenen los aguaceros (6).

Entre los grupos mayenses de Chiapas, los rayos son concebidos de manera especial: constituyen las tonas o naguales de los hombres más poderosos de las comunidades (7 a 9). En la cosmovisión de estos grupos, cada ser humano comparte su destino con un animal. Algunas personas llegan a compartir su destino con fenómenos atmosféricos, como son el rayo, el trueno, las estrellas fugaces, etcétera. Dichas personas generalmente son los brujos y curanderos de mayor prestigio, quienes tienen el poder de transformarse en aquello con lo cual comparten su destino.

Por último, en lo referente a los hombres de conocimiento de la medicina popular, los rayos tienen una gran importancia, puesto que señalan a los graniceros, especialistas que, además de curar, manipulan los fenómenos meteorológicos. Si una persona es tocada por un rayo y sobrevive, es indicio de que posee el don para ser granicero (10 a 13).

Índice de Autores

(1) Signorini, I. et al., 1979.

(2) Ramírez Castañeda, E., 1987.

(3) Münch Galindo, G., 1983.

(4) Sandstrom, A. R., 1986.

(5) Newboid de Chinas, B., 1975.

(6) Weitlaner, R. J., 1962.

(7) Medina Hernández, A., 1973.

(8) Hermitte, E. H., 1970b.

(9) López Gómez, R., s/f.

(10) Bonfil Batalla, G., 1968.

(11) Paulo Maya, A., 1989.

(12) Cookde Leonard, C., 1966.

(13) Grinberg-Zylberbaum, J., 1988.

DM