Sapos y ranas forman parte del grupo de los materiales de curación empleados por los curanderos para el tratamiento de diversas enfermedades, particularmente de la piel, y de los hechiceros como elementos habituales dentro de sus prácticas. Ejemplo de ello lo encontramos en comunidades popolucas y nahuas de los Tuxtlas, Veracruz, donde se afirma que la piel del sapo hervida sirve para curar la sarna, la viruela y los granos; empleada en la hechicería, se la estima venenosa (1). En Papantla, la rana café se utiliza para curar la erisipela, frotándola levemente sobre la zona afectada; después se arroja el cuerpo del animal en la dirección donde se oculta el Sol, repitiéndose el tratamiento de tres a cuatro veces. Para curar la tos ferina, se unta la sangre de una rana en el cuello del paciente en tres o cuatro ocasiones. La rana verdosa es útil para curar las paperas; recién muerta es colocada sobre el lugar afectado, manteniéndola amarrada todo el día (2). En Oaxaca, los huaves de San Mateo del Mar mencionan que cuando un animal venenoso pica a alguien, se parte un sapo por la mitad y se amarra a cada lado del área afectada; agregan que tiempo después el sapo se pone verde porque ya absorbió todo el veneno. Para estimular la producción de leche materna, el esposo o la suegra golpean la espalda de la mujer con un sapo recién capturado; si al día siguiente ya tiene leche, es porque "ya soltó el sapo la leche y la leche del sapo nunca se acaba" (3).
Al igual que otros animales, los sapos tienen un lugar representativo dentro del mundo de la magia: se utilizan básicamente para dañar a terceros causando enfermedad y muerte (V. brujería). Un procedimiento reportado en los Tuxtlas, consiste en enterrar un sapo junto a la casa de la persona que se desea dañar (4). Los preparados de veneno de sapo, especie Bufo marinus, aún son elaborados por unos cuantos curanderos indígenas veracruzanos, quienes afirman que las técnicas secretas mediante las que se extrae el veneno y se procesa en píldoras y pociones, les fue transmitida por sus viejos maestros, usualmente sus propios padres. Se dice que no se mata o hiere al sapo, sino sólo se provoca su enojo para obligarlo a soltar el veneno contenido en sus prominentes glándulas parótidas, que es recogido en pequeños recipientes y sujeto a un tratamiento en el fuego para eliminar o reducir los elementos dañinos antes de que se endurezcan. Con esto preparan las píldoras para su uso posterior, algunas veces en el ámbito de la magia amorosa (5).
Según Olavarrieta, la tradición del uso del sapo en la hechicería proviene de Europa; argumenta que a partir de la Edad Media se lo asoció a la brujería relacionada con el diablo, llegando a ser identificado con una de sus advocaciones, o con una de las formas animales que los brujos podían adoptar. Se utilizaba también en la preparación de venenos, tratándolos con veneración y respeto (4).
(1) Münch Galindo, G., 1983.(2) Cano González, O., 1988.(3) Ramírez Castañeda, E., 1987.(4) Olavarrieta Marenco, M., 1977.(5) Furst, P. T., 1980.