Según las creencias yaquis, la vida se manifiesta por medio de una luminosidad en la fontanela anterior, mollera, siempre presente hasta la muerte, que puede ser percibida sólo por los curanderos e "iniciados", quienes la observan en la sombra del paciente proyectada en la pared. El tamaño y la intensidad de la luminosidad indican el lapso de vida que resta a un individuo. Conciben que esta manifestación ha sido impuesta por Cristo: "Por ella y en conexión con él estamos en la luz, de lo contrario estaríamos a oscuras" (1).
Semejante idea prevalece entre los nahuas de Yacuictlalpan, Puebla, quienes simbolizan al yolo, entidad anímica que reside en el corazón y anima la existencia del hombre, con la llama de una vela imaginaria cuyas características están predestinadas por Dios; mientras ésta permanezca encendida, el alma, yolo, continúa ligada al cuerpo (2).
La equivalencia simbólica entre el alma y una vela celeste es una idea muy difundida, a la que hacen referencia las líneas que siguen:
A ella se recurre con frecuencia para representar la idea de la predestinación, pudiéndose atribuir su origen a la usanza católica de encender una vela en ocasión del bautismo: para algunos informantes, el padrino tiene incluso la posibilidad concreta de influir en la duración de la existencia terrenal del ahijado consiguiéndole una vela más o menos grande... (2:48-49) (V. ?ora).
(1) Ochoa Robles, H. A., 1967.(2) Signorini, I. et al., 1989.