Náhuatl. También yolot (1) (Pue). Sinónimo(s): teyolotl (2) (Mor); yo:l, yuhlu, yo:ll(o) (3) (Ver).
El actual término yolo, significa a la vez corazón y alma, derivación de una fusión de yollo y teyolía, centro y entidad anímica, respectivamente, para los antiguos nahuas. "Tanto yolía como yolot derivan de yol, `vida´, y están ligados a las ideas de interioridad, sensibilidad y pensamiento" (3:254).
Para los nahuas de la sierra poblana, es la principal de las entidades anímicas a la vez que su lugar de residencia -el corazón- encargado de transmitir al organismo la energía necesaria para vivir. Asimismo, es el principio vital que origina la existencia en el cuerpo, y que una vez cumplida su estancia en la Tierra, regresa a Dios, su creador. "Ahí tiene uno la vida". Se encuentra ligado al equilibrio emocional, a la conciencia y a la racionalidad, compartiendo con el cerebro la función del pensamiento, de ahí que una sobrecarga emotiva altere sus funciones y pueda causar pérdida de la razón y locura (yolpolihui, "desfallece el yolo"); o una insuficiencia cardiaca ocasione desvanecimiento o epilepsia (yolmihmiqui, "el yolo muere por un momento"). El yolo permanecerá ligado al cuerpo mientras que en él aliente la vida, y sólo una vez cumplido el tiempo predeterminado por Dios, abandonará el cuerpo para continuar su existencia ultraterrena; pero si por alguna razón el individuo muriera antes de su tiempo, el yolo "andaría penando" en la Tierra, hasta que se cumpliera la fecha establecida de la muerte del que era su poseedor (4).
Para los nahuas de Chignautla y Hueyapan, Puebla, el yolo es a la vez centro y entidad anímica en que se encuentran la vitalidad, el conocimiento y la bondad; en él fluye la sangre que da la vida al hombre; "si éste se acaba, el hombre muere". Según algunos indígenas, es inseparable del cuerpo humano hasta la muerte; en el otro mundo no va a vivir el corazón, sino el alma, que algunos denominan aún teyolía, y que identifican como la energía del corazón, mientras otros mencionan que no es el alma, sino el ihiyo del yolo, "expiración del corazón". Incluso hacen la siguiente distinción: si la energía que posee el corazón es blanca, la persona es "buena" y bien querida, pero vulnerable al susto, al hechizo y al mal de ojo; quien tiene el corazón negro, es "malo" e inmune a estos peligros (1).
López Austin señala que para los antiguos nahuas, la más importante de las entidades anímicas era el teyolía, que tenía su asiento en el corazón, el yolo.
Al teyolía se atribuían funciones de vitalidad, conocimiento, tendencia y afección. En el corazón residían la memoria, la voluntad, la afición, los hábitos, la emoción y la dirección de la acción. Esta entidad anímica era inseparable del cuerpo vivo (5:107).
Sólo cuando su portador fallecía, el teyolía partía al mundo de los muertos, cuestión que la evangelización sustituyó con el cielo o mundo del Dios cristiano (1) (4). Asimismo, el hecho de concebir al teyolía como indivisible e inmortal, sin posibilidad de separarse del cuerpo en vida, permitió hallar la correspondencia con el concepto cristiano de alma (4). El yolo y el teyolía estaban sujetos a recibir diferentes tipos de daño.
Una conducta pecaminosa, principalmente en lo que se relacionaba con la vida sexual, provocaba la torcedura del corazón, y con ello el deterioro de las facultades mentales. Las facultades mentales y la conducta social eran interactuantes, y la interacción se concebía a través de procesos orgánicos, que podían llegar a ser patológicos. También se creía que ciertos hechiceros podían penetrar al organismo de sus víctimas para devorar la energía vital del corazón (5:107).(1) Ramos Hipólito, E., 1988.(2) Álvarez Heydenreich, L., 1987.(3) López Austin, A., 1990a.(4) Signorini, I. et al., 1989.(5) López Austin, A., 1984b.