Biblioteca Digital de la Medicina Tradicional Mexicana
Universidad Nacional Autónoma de México
Diccionario Enciclopédico de la Medicina Tradicional Mexicana
Mal de ojo

También mal ojo (1 y 2). Sinónimo(s): agitar la sangre (Mich) (3), aire, aire malo (Oax) (4), calentamiento de cabeza (Tab) (5), carácter fuerte (Oax) (4), hacer ojo (Edo Mex) (6) (Oax) (7) (Pue) (4), herida de ojo (8), mal aire (Oax, Pue y Ver) (4), mal viento (Oax y Ver), mirada fuerte (Oax), ojeada (Pue) (4), ojeadura (Pue) (4) (Yuc) (9), ojeo (Son) (10) (Ver)(ll), ojo (12) (DF) (13) (Edo Mex) (14) (Gro) (15) (Hgo) (16) (Mich) (3) (17 y 18) (Mor) (19) (Oax y Pue) (4) (Q Roo) (20) (SLP) (21) (Ver) (4) (22 a 24) (Yuc) (25), ojo de borracho (Ver) (26) (Yuc) (25), ojo de cristiano (Yuc) (25), ojo de envidia (8). Lengua indígena: Chontal (Tab) jutí (2). Huasteco waleklaab (27). Huave oniihkah (28), nitiam (29). Maya (Yuc) k´ak´as ich (30). Mixe cojy bijnap(4). Nahua (SLP) ixkualistli (31); (Pue) ixpipineti, cara manchada; kixnequi, le gustó la cara; mitzixoxac, xoxallis(4). Pame(SLP) ilijáo(32). Purépecha arhíkata (33), éskua úkuni (34 y 35). Totonacoora (Pue) katzanchlakastapu, lauchic-canit, kakzaucchixka, katzauxchilkanit (36), (Ver) lakga pinit (37). Tzeltal la´ me yak hilel sk´ahk´te mamtik (38 y 39).Tzotzil kelsat (40). Zapoteco bxhin (41), gendaroyá (42), vencavi oju, le hicieron ojo (4).

Enfermedad originada por la "mirada fuerte" de algunos individuos; también se mencionan como posibles causas a la envidia y a la influencia de aquellas personas que pasan por determinados estados anímicos y corporales. Es reconocida por la presencia de diarrea, vómito, llanto e intranquilidad, entre muchos otros síntomas. Afecta principalmente a los niños y ocasionalmente a los adultos; se cree que las plantas y los animales también pueden ser afectados por el mal de ojo.

Es una de las creencias más antiguas y difundidas en el mundo, y de mayor consideración y conocimiento en el ámbito del saber médico popular. En México, esta enfermedad ocupa el primer lugar en las causas de demanda de atención de la medicina tradicional (4).

Dentro de las diversas causas del mal de ojo mencionadas, destacan por su frecuencia la mirada y la envidia, factores que se encuentran asociados. Un gran número de estudios etnográficos da cuenta de la capacidad que tienen algunos individuos para enfermar a otro por medio de la vista. Generalmente se dice que estas personas son poseedoras de mirada fuerte, pesada, caliente, fija o penetrante (6) (43 a 53), y que tienen la cualidad de dañar, voluntaria o involuntariamente, todo aquello que despierta en ellos admiración, deseo de posesión o un sentimiento de envidia. Zolla et al. los clasifican en poseedores permanentes y transitorios de mirada fuerte, incluyendo en el primer grupo a las mujeres estériles y personas en las que es innata esta cualidad, siendo perdurable el poder de su mirada: las mujeres estériles dañarán a cualquier niño que vean; los otros miembros de este grupo harán lo mismo con todo lo que miren fijamente. Dentro del segundo grupo aparecen las mujeres embarazadas, los iracundos y los borrachos; en estos casos, la mirada de las embarazadas vuelve a ser inocua al dar a luz, y lo mismo sucede con los iracundos y los borrachos cuando recobran la calma y la sobriedad, respectivamente (4). Se dice que los niños -principalmente cuando son bonitos y robustos- son víctimas potenciales de la mirada fuerte, debido a que su sangre o su espíritu aún son débiles (4) (9) (53 a 57); por el contrario, un adulto excepcionalmente puede ser dañado (4) (58 y 59). Así, por citar sólo dos ejemplos que resultan ilustrativos, los chichimecas afirman que si una persona exagera las alabanzas destinadas al aspecto físico de un niño, lo puede enfermar; igual riesgo corren las plantas, animales u objetos que son envidiados, pues en tales casos las plantas pueden secarse, los animales morir y los objetos romperse o extraviarse (60). Los nahuas de Milpa Alta, Distrito Federal, creen que el simple hecho de que un individuo con mirada fuerte observe, acaricie o recuerde a un niño, es motivo suficiente para enfermarlo (13).

Además de la mirada fuerte y la envidia, existen otros factores causales reportados con menor frecuencia. Los nahuas del Estado de México (14), Morelos (19) y Puebla (58), así como los zapotecos oaxaqueños de Mitla (61), advierten que los brujos provocan el mal de ojo con sus poderes. De igual manera, los purépechas aseguran que la risa de una hechicera desencadena la dolencia en aquel que la escuche (34 y 35). En los Tuxtlas, Veracruz, algunos informantes hacen la distinción entre mal de ojo, expresión aplicada sólo a casos de brujería, y ojeo, cuando es ocasionado involuntariamente (11). En esta misma región, se señala que el "banco" -niño que nace después de gemelos- tiene el poder de provocar y de curar esta afección (62 y 63). Observación muy parecida brindan los yaquis de Sonora, aunque señalan directamente a los mellizos -ya sea uno de ellos o los dos- como sujetos enfermantes (10). Los zapotecos de Mitla (19) y de Tehuantepec (64), así como los mayas peninsulares (25), atribuyen igual capacidad enfermante a la mirada de determinados animales, como los loros.

Otro de los orígenes del mal, y que junto con la mirada y la envidia representan creencias universales, está relacionado con la mirada de los "extraños", es decir, de todo sujeto ajeno a la comunidad, el cual es considerado agente perturbante (9) (57) (65 y 66); inclusive, entre los purépechas se dice que esta capacidad morbosa del "extraño" también la poseen los policías y soldados (12), mientras que los huastecos la atribuyen a los mestizos (27).

Mención aparte merece la información, que en su mayoría proviene de grupos indígenas y en menor medida de mestizos, en la que se señala como causantes a personas bajo determinados estados anímicos y corporales, o que poseen un tonalli fuerte, así como a entidades sobrenaturales. Se cree que el "calor" corporal acumulado bajo determinadas situaciones, hace que un individuo provoque mal de ojo (V. frío-calor y panvil). Las embarazadas, los ebrios -que en líneas anteriores fueron mencionados como pertenecientes al grupo de poseedores transitorios de vista fuerte- y las personas que han sufrido experiencias emotivas u orgánicas fuertes como locura, celos, envidia, ira, sed, hambre, excitación sexual, etcétera, acumulan demasiado calor, capaz de enfermar a las personas "débiles" (4) (29) (40) (55) (57) (67 a 69). En algunos casos este calor dañino emana de los ojos (4) (12) (15) (26) (70 y 71); en otros, se cree que resulta suficiente con la sola presencia del agresor (57) (68). Los malos aires pueden actuar en forma similar a la anterior cuando son "recogidos" por un caminante en el campo o en la selva (V. mal aire). El portador los transmitirá a un tercero provocándole mal de ojo, o él mismo enfermará si su sangre o su espíritu son débiles (4) (36) (54) (56) (70) (72). La nutrida variedad de agentes causales deja ver que bajo esta expresión se encuentran fusionadas diversas creencias de origen mesoamericano y europeo que lo convierten en un fenómeno sumamente complejo, lo que ha dado origen a imbricaciones y confusiones conceptuales en los practicantes de la medicina tradicional. A este respecto, algunos estudiosos del tema han proporcionado varias respuestas que serán tratadas más adelante.

Los trastornos que acompañan a esta enfermedad son numerosos, suelen manifestarse inmediatamente después de que la persona ha sido ojeada, y varían de acuerdo con la edad de la víctima. Entre los infantes destacan, por la frecuencia con la que son reportados: la fiebre, el llanto prolongado, la diarrea, el vómito, afecciones oculares en forma de irritación, inflamación, ptosis palpebral (uno de los ojos se empequeñece), inquietud, falta de apetito, pérdida de peso y dolor de cabeza (3 a 6) (73 a 83). Los adultos presentan cansancio, flojera, temblor de cuerpo, somnolencia, dolor de cabeza, mareos y vómito (4).

El terapeuta tradicional -y en algunas ocasiones los padres de la víctima- recurren a varios procedimientos para su diagnóstico; por ejemplo, inspeccionan el rostro del paciente, especialmente los ojos, pues la presencia de los signos característicos son prueba suficiente de la afección (4) (20); se hace un recuento de los contactos con posibles agentes causales (4) (26) (52) (83); o bien, se realiza una limpia que es, simultáneamente, el inicio efectivo del tratamiento. Para tal fin, se pasa generalmente por el cuerpo del paciente un huevo de gallina, el que posteriormente es quebrado dentro de un recipiente con agua; si aparece un ojo o una cruz en la yema o ésta se cuece, se corrobora el diagnóstico. Cuando el mal no es grave, esta operación resulta suficiente para sanar al enfermo (4) (15) (41) (51) (63) (67) (70) (77).

Aunque la terapéutica reportada mantiene infinidad de particularidades regionales, en general, se somete al enfermo a diferentes tipos de limpias, utilizando principalmente un huevo de guajolota, de gallina criolla y/o negra -el negro, relacionado con la oscuridad, anula el poder de la mirada- (28), plantas y elementos diversos. Así, es común que con el huevo se dibuje una cruz en la cabeza y en el cuerpo o se froten los ojos, para proseguir a continuación con el mismo procedimiento utilizado en el diagnóstico (4) (13) (22) (37) (51). En ocasiones se usan plantas solas, o bien, acompañando al huevo; las más utilizadas son el saúco (Sambucus mexicana), la albahaca (Ocimum basilicum), la ruda (Ruta chalepensis), el estáfiate (Artemisia ludoviciana), el pirú (Schinus molle) o el chile (Capsicum sp.), todas ellas aromáticas (1) (4) (37) (46) (50) (71) (84). Otro tipo de curación muy practicado consiste en pedir al agresor -cuando se conocen su identidad y la índole de su acción fortuita- que entre en contacto con su víctima como una forma de "reconciliación" (55). Para ello se recurre a distintos procedimientos: los más comunes son pedir que el causante dé una leve nalgada al niño, sople en su cara, lo acaricie o sostenga en sus brazos; dibuje con su saliva una cruz en diversas partes del cuerpo del paciente, o que ambos beban agua del mismo vaso (4 y 5) (20) (26) (40) (57) (74) (77). Asimismo, se puede solicitar una prenda de vestir del agresor para pasarla por el cuerpo del paciente (7) (12) (25) (33) (52) (63) (75) (85). En menor medida, se aconseja sahumar a éste (V. sahumar) con copal o chile (4) (47) (80), o untarle los ojos con un cordón umbilical (58) (67). Por lo general, todos los procedimientos descritos son acompañados con rezos. Por otra parte, llama la atención una creencia muy extendida que señala que el mal de ojo no debe ser atendido por un médico académico, pues la enfermedad "se riega más" y el estado del paciente se agrava (13) (17) (52), idea que se expresa en la acotación "ésta es una enfermedad del curandero, no del doctor" (4).

En la medicina tradicional mexicana el mal de ojo es, quizá, la enfermedad ante la cual la población desarrolla el mayor número de medidas preventivas. Sobresale el uso de amuletos cuya función es la de atraer la mirada de una persona para que el poder de sus ojos se descargue en el objeto y no en el niño (28). Son abundantes los reportes que señalan la efectividad protectora del "ojo de venado", semilla que debe usar el niño como collar o pulsera; de igual manera, suelen utilizarse estambres, cintas o cuentas de color rojo, coral, ámbar y azabache; o bien, colocar entre la ropa "seguros" formando una cruz, ramitas de pirú y estampas religiosas, o pequeñas bolsitas de color rojo conteniendo pelos de coyote, palma bendita o escapularios (4) (13) (15) (37) (48) (71) (80) (82) (86 y 87), Al igual que en la terapia, la persona capaz de provocar esta enfermedad juega un papel muy importante en su prevención, la cual realiza con procedimientos similares a los ya descritos para la curación (4) (46) (51) (62) (81). Se aconseja a las madres que protejan a sus pequeños guardándolos de la presencia de posibles agentes causales e, inclusive, manteniéndolos sucios y desarrapados para impedir que sean admirados y elogiados (4) (13) (38) (68). En lo que respecta a la protección de animales y plantas, se despliegan cuidados semejantes a los utilizados con las personas, amarrándoles cintas, listones o señales de color rojo (4).

Como se mencionó en párrafos anteriores, la gran variedad de información en la descripción de esta enfermedad, principalmente con respecto a su etiología, ha llevado a algunos investigadores a considerarla una mezcla y fusión de creencias de origen diverso. López Austin, por ejemplo, considera que:

...tanto el nombre español del mal como la influencia europea del concepto han venido a sintetizar distintas creencias que tienen su origen en la antigüedad mesoamericana. La síntesis hace difícil la distinción, más si se toma en cuenta que desde épocas muy tempranas el término `mal de ojo´ y otros similares se aceptaron para designar creencias que no eran estrictamente las llamadas por los europeos con estos nombres... No obstante la antigüedad del uso incorrecto del término, algunos indígenas se siguen resistiendo a él, y explican que cierto daño reconocido como `mal de ojo´ no es tal, sino `calor encerrado´ o `sangre irritada´ (88:297).

Al analizar el fenómeno en los Altos de Chiapas, Villa Rojas hace la siguiente observación:

...es posible percibir que en los lugares menos aculturados como Chenaló [Chenalhó], el `mal de ojo´ tiene nombre indígena, kelsat, y es causado por personas de calor extraordinario y mirada penetrante. En otros lugares con mayor influencia externa, comienzan a añadirse otras ideas como las de envidia, hechicería, rencor, venganza o miradas de animales determinados, confundiéndose así con el complejo de creencias llegadas de Europa con el nombre de `mal de ojo´ (89:150).

A pesar de lo señalado, no se debe pasar por alto que la noción de envidia guarda relación con antiguas creencias prehispánicas, en las que la energía negativa generada por un individuo, -como, por ejemplo, la liberación del ihíyotl por medio de la vista debido a un fuerte deseo-, provocaba un mal capaz de dañar a terceros (V. ihíyo). Actualmente este concepto se encuentra vigente en algunas regiones del país y guarda mucha similitud con el europeo del mal de ojo, por lo que seguramente ambos se han sincretizado al correr del tiempo.

En forma similar, Signorini y Lupo consideran que en la sierra Norte de Puebla tal creencia se encuentra "imbricada en una matriz autóctona"; fundamentan su planteamiento en el pensamiento de los antiguos nahuas acerca del tlacotecolotl, brujo al que se atribuía poder para dañar a todo aquello que miraba con fijeza. Estos autores afirman que actualmente existe un vínculo entre mal de ojo y ehecat -viento, espíritu o enfermedad que penetra el cuerpo.

El ojo es una cosa insoportable, que penetra... Es feo, porque es una cosa que hasta mata... El ojo es pesado, pero es frío, es una cosa que penetra a fondo...Estos comentarios de informantes dan perfectamente la idea de la analogía entre la dinámica del mal de ojo y del ehecat: una penetración de fluido patógeno cuyos efectos están vistos como completamente análogos a los de un hechizo, aunque generalmente menos violentos (90:158).

A pesar de las similitudes entre ambas creencias y la confusión que pueda darse por las semejanzas de procedimientos y efectos, Signorini y Lupo encuentran una clara diferencia, pues mientras el ehecat es una entidad espiritual con algunas cualidades materiales específicas, el mal de ojo representa un flujo de fuerzas propias de individuos con la virtud de proyectarlas hacia el objeto de su atención.

Estas similitudes y confusiones de creencias sintetizadas en el mal de ojo, también se observan al analizar las expresiones regionales con las que se le designa, o las terapias utilizadas. Se reportan sinónimos como aire, aire malo, calentamiento de cabeza, agitar la sangre, xoxallis, mitzixoxac, etcétera. Si se analiza el vocablo náhuatl xoxallis, el cual algunos informantes de la sierra Norte de Puebla traducen literal y equivocadamente como mal de ojo (4), se encuentra una clara confusión de conceptos, si tomamos en cuenta la precisión que López Austin menciona:

... la relacionan las fuentes con el dolor de tendones, especialmente en los pies y en los tobillos. Es probable que el xoxalli, que era una forma de maleficio entre los antiguos nahuas, fuese concebido como una sustancia nociva recogida por los caminantes, causa directa del cansancio que éstos sufrían en sus piernas (88:193).

Aparentemente, la mencionada locución no guarda relación con el mal de ojo. Sin embargo, la idea de maleficio presente en la definición reaparece en la información que señala al mal aire recogido por un caminante como una de las causas del mal de ojo. Más aún, llama la atención el hecho de que la mayor parte de las plantas utilizadas en su tratamiento sean aromáticas, factor que debe vincularse al pensamiento mesoamericano sobre los "aires" que se introducen al cuerpo (4). A este respecto, López Austin, refiriéndose a los antiguos nahuas, asienta:

...cuando existía un ataque por intrusión era preciso arrojar violentamente a los seres dañinos por medios terapéuticos directos. Éstos eran las ablusiones y los sahumerios (con productos aromáticos contra los seres acuáticos y telúricos). ... El uso de aromas para atacar a los seres de la tierra y del agua parece derivar de las propiedades atribuidas al perfume de las flores, del copal y del tabaco (88:410).

Lo expuesto respecto de las semejanzas y diferencias que guardan algunas creencias prehispánicas con el concepto de mal de ojo introducido por los españoles, permite afirmar que éste no constituyó un elemento nuevo para los antiguos pobladores de México, y que en el transcurso de los siglos se fusionó con creencias mesoamericanas, hasta la actual concepción.

Al considerar la sintomatología que lo acompaña, que comúnmente involucra al aparato digestivo, la medicina académica sugiere que el mal de ojo puede corresponder a una enteritis nerviosa o gastroenteritis infecciosa (6); sin embargo, su complejo contenido cultural hace difícil establecer una sinonimia médica.

Es necesario agregar que en algunas partes del país se utilizan las expresiones mal de ojo y mal de los ojos para referirse a diversas enfermedades oftalmológicas, circunstancia que genera confusión con respecto al padecimiento aquí tratado.

Índice de Autores

(1) Whetten, N. L., 1948.

(2) Pérez Salvador, A., 1987.

(3) Sassoon Lombardo, Y., 1979.

(4) Zolla, C. et al., 1988.

(5) Delgado Lara, A. G., 1983.

(6) Gómez López, J. M., 1990.

(7) Incháustegui, C., 1977.

(8) Aguirre Beltrán, G., 1963.

(9) Menéndez, E. L., 1981.

(10) Ochoa Robles, H. A., 1967.

(11) Olavarrieta Marenco, M., 1977.

(12) Adams, R. N. et al., 1967.

(13) Palacios de Westendarp, P., 1986.

(14) Madsen, W., 1969.

(15) García Jiménez, S., 1984.

(16) Tranfo, L., 1974.

(17) Sassoon Lombardo, Y., 1982a.

(18) Aguirre Beltrán, G., 1952.

(19) Madsen, W. et al., 1972.

(20) Villa Rojas, A., 1978.

(21) Manrique Castañeda, L., 1971.

(22) Williams García, R., 1961b.

(23) Guiteras Holmes, C., 1952.

(24) Long-Solís, J., 1986.

(25) Redfield, R. et al., 1940.

(26) García, A. M., 1982b.

(27) Alcorn, J. B., 1984.

(28) Signorini, I., et al., 1979.

(29) Ramírez Castañeda, E., 1987.

(30) Mellado Campos, V. et al., (en preparación).

(31) Reyes Antonio, A., 1982.

(32) Chemin Bässler, H., 1984.

(33) Argueta Villamar, A. et al., 1983.

(34) Velázquez Gallardo, P., 1949.

(35) Sepúlveda, M. T., 1988.

(36) Cuerno Clavel, L. E. et al., 1989.

(37) Santos García, A. de los et al., 1988.

(38) Harman, R. C., 1969.

(39) Harman, R. C., 1974.

(40) Guiteras Holmes, C., 1965.

(41) Beltrán Morales, F., 1982.

(42) Covarrubias, M., 1980.

(43) Ryesky, D., 1976a.

(44) Ravicz, R. et al., 1969b.

(45) Zurroza Ceballos, O., 1985.

(46) Cifuentes, E. et al., 1988.

(47) Nutini, H. et al., 1974.

(48) Ruiz Salazar, C. L., 1989.

(49) Moreno Armendáriz, L. et al., 1983.

(50) Baytelman, B., s/f.

(51) Vega-Franco, L. et al., 1979.

(52) Arganis Juárez, E., 1984.

(53) Esquivel Romero, A. E., 1989.

(54) Madsen, C., 1965.

(55) Módena, María E., 1987.

(56) Villa Rojas, A., 1985.

(57) Rivera, M. O., 1976.

(58) Montoya Briones, J. de J., 1964.

(59) Zurita Esquivel, M., 1984b.

(60) Guerrero Guerrero, R., 1983.

(61) Parsons, E. C., 1966.

(62) Kelly, I. et al., 1984.

(63) Scheffler, L., 1988.

(64) Basauri, C., 1940.

(65) Siebers, T., 1985.

(66) Flanet, V., 1977.

(67) Leiter Ferrari, W., 1982.

(68) Foster, G. M., 1972.

(69) Lewis, O., 1968.

(70) Campos-Navarro, R. et al., 1979.

(71) Reyes Gómez, L., 1978.

(72) Rangel, R., 1982.

(73) Colín Juárez, C., 1982.

(74) Hernández, R., s/f.

(75) Hersch Martínez, P. et al., 1988.

(76) Álvarez Heydenreich, L, 1987.

(77) Moscoso Pastrana, P., 1981.

(78) Mak, C, 1959.

(79) Weitlaner, R. J. et al., 1973.

(80) Münch Galindo, G., 1983.

(81) Kelly, I., 1965.

(82) Young, J. C., 1981.

(83) Delgado Lara, A. G., 1984.

(84) Cárdena Vázquez, I., 1984.

(85) DGCP, 1979a.

(86) Latorre, F. et al., 1976.

(87) Mendoza, V. R., 1955.

(88) López Austin, A., 1990a.

(89) Villa Rojas, A., 1982.

(90) Signorini, I. et al., 1989.

AT