Biblioteca Digital de la Medicina Tradicional Mexicana
Universidad Nacional Autónoma de México
Diccionario Enciclopédico de la Medicina Tradicional Mexicana
Mirada fuerte

También mirada intensa, mirada pesada. Sinónimo(s): ojos fuertes, vista caliente, vista candente, vista fuerte, vista penetrante.

Cualidad que poseen algunos individuos para dañar a seres humanos, animales y plantas. Es la principal causa del mal de ojo.

Es concebida como una fuerza nociva que emana de los ojos y que afecta, ya sea voluntaria o involuntariamente, todo lo que despierta admiración o envidia. Se dice que los niños -principalmente cuando son robustos y bonitos- son sus víctimas potenciales, debido a que su sangre o espíritu aún son débiles; en cambio, un adulto excepcionalmente llega a padecer mal de ojo. Los animales domésticos y las plantas también pueden sufrir las consecuencias del ojeo; los más afectados son los pollos, puercos y reses, así como las flores llamativas y árboles de frutos atractivos.

Los infantes aquejados por la malignidad visual suelen presentar llanto en exceso, debilidad, falta de apetito, diarrea, vómito y disminución del tamaño de uno de los ojos. Cuando un animal es la víctima, acusa "basca", "sonsera" y una gran tristeza; por su parte, las plantas se tornan amarillas y se secan de un día para el otro (1).

Los métodos terapéuticos y preventivos son numerosos y guardan infinidad de particularidades en cada región del país. La terapia comúnmente utilizada consiste en someter al enfermo -sea animal o persona- a una limpia con huevo de gallina o con plantas medicinales. La prevención se finca en el uso de amuletos o prendas de vestir de color rojo (es común que a las plantas se las amarre una cinta de este color). Se debe resaltar que el fascinador, por medio de variados procedimientos, puede prevenir y curar el daño que ha desencadenado.

Se cree que los individuos con esta propiedad visual, han nacido con ella o la han adquirido en algún momento de su vida. De esta manera, se los puede clasificar en poseedores permanentes y transitorios de mirada fuerte. Dentro de los primeros se incluye a las mujeres estériles y a las personas a quienes es innata esta característica por tener un "espíritu fuerte", siendo perdurable el poder de su mirada. Las estériles dañarán a cualquier niño que vean; los otros miembros de este grupo harán lo mismo con todo lo que miren fijamente. En el segundo grupo se encuentran, entre otros, las mujeres embarazadas, los iracundos y los borrachos. En estos casos, la mirada de las embarazadas vuelve a ser inocua al dar a luz, y la de los iracundos y los borrachos cuando recobran la calma y la sobriedad, respectivamente (1). Vale la pena señalar que la mirada fuerte de los clasificados como transitorios, se encuentra relacionada íntimamente con la dualidad frío-calor, pues bajo las situaciones arriba señaladas, las personas acumulan un exceso de calor que emana de la vista, dañando todo lo que atrae su atención (V. panvil). Inclusive en Yohualichan, Puebla, se afirma que la mirada fuerte adquiere mayor potencia durante la época calurosa (1).

En algunas regiones, los individuos con mirada fuerte son reconocidos por la presencia de determinadas características. Entre los mayas de Quintana Roo se considera como tales a las personas que tienen una "vena azulosa" entre los ojos, o aquellas cuyas manos están permanentemente calientes (2); en los Tuxtlas, Veracruz, se señala a las mujeres y al "banco" -el nacido después de gemelos- (3 y 4); mientras que para los huastecos, son los mestizos quienes pueden dañar con la vista (5). De igual manera, es común que la mirada de los "extraños", es decir, las personas ajenas a la comunidad, sea considerada causante de mal de ojo (1) (6). Por otra parte, los zapotecos oaxaqueños de Mitla y de Tehuantepec, así como los mayas, consideran dañina la mirada de algunos animales, como los loros (7 a 9).

Existen diversas opiniones con respecto a la posibilidad de corregir la malignidad de la mirada. Algunos informantes opinan que esto no es posible; otros afirman lo contrario, siempre que la vista no sea exageradamente potente. Con esta finalidad, entre los nahuas de la sierra Norte de Puebla se aconseja a los fascinadores que corten y arrojen los pétalos de una flor a la corriente de un río; el sujeto debe seguirlos con la mirada, sin pestañear, hasta perderlos de vista. También se recomienda observar al Sol, el mayor tiempo tolerable, a través de un vaso de agua. Ambos procedimientos provocan un lagrimeo, por medio del cual se logra que la vista regrese a la normalidad (10).

Varios investigadores se han sentido atraídos por el estudio de esta creencia universal, lo que ha generado el planteamiento de diversas teorías que buscan dar una explicación al temor que despierta la mirada. Hay quienes consideran que no se debe a determinadas circunstancias locales, ni a la peculiaridad de alguna nacionalidad; más bien representa el enojo natural experimentado ante el enconado atisbo de un vecino o de un enemigo. Otros piensan que este temor es sintomático de una inseguridad general o de una paranoia en masa. Ante estas opiniones, Tobin Siebers sostiene que el miedo a la mirada fija no está limitado únicamente a la psicología patológica; no es necesario ser esquizofrénico o paranoico para desear que los ojos de otro se aparten de nosotros. Tanto las personas sanas como las enfermas -acota el mencionado escritor- temen por igual a la mirada, quizá debido a que los involucra en la lógica supersticiosa de las relaciones interpersonales. El autor hace un intento por rebasar la simple información etnográfica, en la que se señala a determinados individuos como fascinadores, y trata de analizar el fenómeno desde la perspectiva de éstos, advirtiendo la inexistencia de información en torno a sus testimonios:

La lógica acusatoria produce efectos paradójicos. Incrementa el poder de la persona acusada, la eleva por sobre otros hombres y, no obstante, la desprecia. Considerado responsable del desenlace de un hecho, el acusado adquiere una cierta potencia. Al acusarlo de ejercer control sobre mí, inconscientemente lo invisto de grandes poderes....Si llego a creer que su mirada causa accidentes, convierto su ojo en un órgano poderoso. Atribuyo a su mirada una diferencia más categórica que real (6:75-76).

Siebers critica severamente a los teóricos porque, de manera similar a los creyentes en el mal de ojo, derivan sus estudios de una peculiar combinación de mito y reacción personal. Al respecto, menciona que la comunidad se fija en determinadas características físicas para racionalizar la acusación, aunque la falta de señales claras de diferenciación no impiden que la acusación se lleve a cabo, pues cuando no existen señales distintivas se encasilla al acusado en la categoría de extranjero. Dentro de esta perspectiva, la comunidad es presentada con cualidades benéficas; sólo la mirada que se opone a la colectividad es maligna. La mirada buena o dañina dependerá de hacia dónde se dirija: el acusador tiene una mirada "buena", en tanto que el fascinador la tiene "maligna". Más adelante, Siebers destaca los razonamientos de Joel Teitelbaum -hechos a partir de estudiar este fenómeno en una comunidad tunecina-, a quien considera uno de los pocos teóricos que admite que la acusación del mal de ojo representa un medio de control económico y social, y que se relaciona íntimamente con la rivalidad. De esta manera, la mirada fuerte -concretada en el mal de ojo- es un síntoma de la rivalidad entre el acusador y el acusado, pero también es un medio de guardar la distancia entre ellos con el fin de evitar un acto de violencia física.

Para Siebers, el poseedor de mirada fuerte es la verdadera víctima; la comunidad lo señala, le pone la marca de la diferencia y lanza la maligna mirada de la sospecha sobre él (6).

Índice de Autores

(1) Zolla, C. et al., 1988.

(2) Villa Rojas, A., 1978.

(3) Arganiz Juárez, E., 1984.

(4) Kelly, I. et al., 1984.

(5) Alcorn, J. B., 1984.

(6) Siebers, T., 1985.

(7) Madsen, W. et al., 1972.

(8) Basauri, C, 1940.

(9) Redfield, R. et al., 1940.

(10) Tascón Mendoza, J. A., 1992.

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