Biblioteca Digital de la Medicina Tradicional Mexicana
Universidad Nacional Autónoma de México
Diccionario Enciclopédico de la Medicina Tradicional Mexicana
Ká:cim múmkidag

Pima, enfermedades que permanecen.

Malestares que, según los pimas, sólo afectan a indígenas; los mestizos no los padecen.

Su causalidad se debe a una ofensa cometida contra las "maneras" de ciertos animales, plantas o fenómenos meteorológicos. Por ejemplo, el venado, el toloache y el viento tienen una idiosincrasia particular, ya sea su forma de ser, sus actividades, etcétera, misma que adopta las características de un espíritu guardián. El hombre, sin saberlo, puede afectar estas "maneras" y así ser objeto de la sanción. Por lo regular, la falta consiste en: cazar animales sin el debido comportamiento ritual, o bien tener un trato cruel con ellos; pisar o arrancar vegetales sin miramientos; y afrentar los poderes de la naturaleza, interponiéndose en el camino de un torbellino, haciendo fuego con madera proveniente de un árbol que haya sido tocado por un rayo, etcétera. De ahí que la "fuerza" de tales entidades -especie de flujo invisible- penetre en el infractor y lo enferme. El tiempo transcurrido entre el acto indebido y la manifestación de la dolencia, puede ser de meses o años./

Las manifestaciones del síndrome ká:cim múmkidag varían según la ofensa cometida. Si fue contra un oso, el individuo sufrirá de hinchazón del cuerpo, dolor de cabeza y fiebre; en cambio, si quebrantó la "manera" del coyote, el sujeto padecerá disentería, comezón y fuegos en la boca. Huelga decir que los pimas no atribuyen este tipo de enfermedades a la intencionalidad del ser afrentado. Por lo tanto, la mordedura de víbora y sus efectos sobre el organismo, no figuran entre los malestares "que permanecen".

El diagnóstico consiste en elucidar la "fuerza" particular que ha tomado posesión del enfermo. Para este fin, el chamán da masajes, sopla humo de tabaco sobre su paciente, le chupa diversos puntos anatómicos y los observa a través de un cristal. Con tales operaciones, el flujo patógeno aflora a la superficie del cuerpo, y gracias al humo y al cristal, aparece iluminado. Las peculiaridades de su brillo indican cuál de las "maneras" ha sido violentada. El curandero también entona cánticos, pidiéndole a las deidades sus consejos.

La terapia estriba en frotar al doliente con una figura que simbolice al ente ofendido; si éste es un animal, el amuleto puede sustituirse por patas, colas, pelos e incluso excrementos de la especie particular. Además, el terapeuta vocaliza salmodias que versan sobre la "manera" del agente causal, y el trato respetuoso que merece (1).

Índice de Autores

(1) Bahr, D. M. et al., 1974.

DM