Biblioteca Digital de la Medicina Tradicional Mexicana
Universidad Nacional Autónoma de México
Diccionario Enciclopédico de la Medicina Tradicional Mexicana
Placenta

En el medio rural mexicano, órgano al que se le adjudica un simbolismo especial, pues aun después de haber cumplido su función fisiológica dentro del seno materno, sigue ligado al hijo y a la madre, por lo que merece un tratamiento ritual.

Todo lo que pueda sucederle a la placenta repercutirá en la salud de ambos, o influirá en la personalidad y destino de la criatura (V. ombligo). Es así que los yaquis de Sonora la queman o entierran bajo el fogón o en un rincón de la casa, junto con una copa de ceniza, con el propósito de evitar que la puérpera sufra de entuertos y de frialdad que pueda derivar en esterilidad (1). Los kiliwas la entierran cerca de la vivienda, en un pozo profundo, fuera del alcance de los animales, pues opinan que si éstos llegaran a comerla el niño sería infeliz en el futuro; también creen que si se quema o maltrata, la criatura será enfermiza (2). Asimismo, los mazahuas del Estado de México sienten un gran temor ante el hecho de que un perro llegue a adueñarse de ella y se la coma, pudiendo ocasionar inmediatamente fuertes dolores de estómago al bebé. De aquí que apenas alumbradas, las secundinas son enterradas sin demora en un rincón de la casa (3). Los nahuas de la huasteca potosina cuidan de envolverla bien apenas es expulsada, para darle sepultura posteriormente en un lugar fresco, lejos del alcance de las hormigas, pues si éstas la encontraran, madre e hijo padecerían fuertes dolores de estómago (4). En Morelos, cordón y placenta se depositan bajo el fogón, tecuil, cuando ha nacido una niña, y en el corral o cerca de la casa cuando se trata de un varón, con la intención de prevenirles futuras enfermedades de frío y, por otro lado, evitarle entuertos a la madre (5). En Capulhuac, Estado de México, acostumbran "curar la placenta" cuando una mujer ha perdido ya varios hijos y desea evitar la muerte del nuevo niño. Llenan así la placenta con agua bendita a través del cordón, y le dan entierro (3). En Amixtlán, Puebla, los totonacos respetan celosamente las disposiciones de enterrar la placenta y el cordón umbilical, explicando que la placenta unía al niño con su madre y, al terminar sus funciones, debe regresar a la tierra que la reclama; de no hacerlo así, a la criatura le saldrán ámpulas en el cuerpecito y le cundirá la sarna. Por su parte, los mestizos señalan que tal entierro se realiza sólo para evitar que la coman los perros; de cualquier forma, se cumple la tradición en ambos casos (6). En Zapotitlán de Méndez, Puebla, mencionan que la mujer puede perder la leche, "se le seca", si acuden las hormigas al sitio donde se ha enterrado la placenta; además, al niño le aparecen granos, mismos que desaparecerán una vez que la placenta se cambie a un lugar fuera del alcance de las hormigas (7). Diversos grupos oaxaqueños acostumbran guardarla en un recipiente de barro que entierran dentro de la habitación, para evitar que al niño se le infecten los ojos (3) (8 a 10).

En los hospitales de los Tuxtlas, Veracruz, observan la costumbre de entregar la placenta cuando es solicitada por las recién paridas, quienes opinan que la gente nacida en hospital será "débil" y "muy dada a enfermarse", pues arrojan a la basura los elementos resultantes del parto (11).

Olavarrieta señala que el enterramiento del cordón y de la placenta responde a un rito de fertilidad en el que dichos elementos

... vuelven a la tierra madre, que es como si volvieran a la mujer. Como a la tierra vuelven los muertos, pues reproducción y muerte no son sino dos caras de la misma moneda, dos extremos de un ciclo vital que siempre vuelve a comenzar de nuevo. Asimismo, enterrar sugiere sembrar, y entonces tenemos la asimilación de la fertilidad humana a la tierra. Si esta práctica se infringe, obtendríamos niños enfermizos, vidas defectuosas, porque algunas cosas quedaron fuera de su lugar, y el lugar del `ombligo´ y placenta está en la tierra, está en la madre (11:252).

La anterior opinión es también apoyada por un cuento mesoamericano sobre el origen del maíz, en donde se narra que los zoques consideraban a la tierra

... como una enorme placenta,`dadora´ de vida y de muerte, donde todo lo que da debe volver a la tierra misma cumpliéndose un ciclo inviolable, de ahí también la explicación de por qué se deben enterrar la placenta y el cordón (12:208).

Los antiguos pobladores de México ya respetaban la ceremonia del enterramiento de la placenta; así, los nahuas consideraban que si se trataba de un niño, un guerrero debería encargarse de darle entierro en el campo de batalla para que el niño destacara más tarde en los combates; y sí pertenecía a una niña, debería quedar bajo el fogón para que fuese una mujer diestra en las labores domésticas (13).

Índice de Autores

(1) Ochoa Robles, H., 1967.

(2) Ochoa Zazueta, J. A., 1978.

(3) Tibón, G., 1981.

(4) Reyes Antonio, A., 1982.

(5) Mellado Campos, V. et al., 1989.

(6) Castro Guevara, C. A., 1986.

(7) Cuerno Clavel, L., et al., 1989.

(8) Covarrubias, M., 1980.

(9) Parsons, E. C., 1966.

(10) Newbold de Chiñas, B., 1975.

(11) Olavarrieta Marenco, M., 1977.

(12) Reyes Gómez, L., 1988.

(13) Leiter Ferrari, W., 1987.

SM y MM