Aunque poco frecuente, la gangrena constituye una seria causa de demanda de atención, originada por la asepsia deficiente en el tratamiento "por no aplicar la inyección y no lavar la herida", comentan los informantes. El paciente advierte un dolor agudo y punzante en la región dañada.
Para el tratamiento, se prepara una cataplasma con cáscara de palo de chile y "siete huesitos de aguacatillo"; se muelen ambos ingredientes hasta formar una pasta, y se aplica sobre la zona infectada, por tres noches consecutivas. Los informantes aseguran que después de la tercera aplicación el enfermo puede considerarse curado. Una vez que se remueve la cataplasma -para lo cual es necesario lavarla con jabón de árnica-, se espolvorea la región lastimada con polvo de alcancer (Cuphea aequipetala), para completar, de este modo, la curación.