Los 40 terapeutas tradicionales huaves que fueron entrevistados para elaborar la sección relativa a esta etnia, constituían un heterogéneo grupo formado por mujeres dedicadas a las actividades hogareñas y hombres que trabajaban en la agricultura, la pesca y el comercio. Se registraron también dos profesiones poco usuales en este tipo de curadores: un estudiante y una auxiliar de enfermería. Sólo cuatro personas -una curandera, dos parteras y una hierbera-partera- declararon que la práctica de la medicina tradicional constituía su ocupación principal. Las otras, aun cuando en varios casos se trataba de terapeutas que gozaban de un notable prestigio, consideraban el ejercicio de la medicina más como una labor social que como una fuente significativa de ingresos económicos. El grupo de terapeutas huaves -24 mujeres y 16 hombres, con una edad promedio para el grupo de 54 años- residían al momento de aplicarse la encuesta en los municipios de San Mateo del Mar, San Francisco del Mar Pueblo Viejo, San Francisco del Mar Pueblo Nuevo y Santa María del Mar, todos ellos en el estado de Oaxaca.
En lo relativo al uso de la lengua, 28 de los médicos indígenas eran bilingües de huave y español, nueve monolingües del huave y tres monolingües del español. No obstante el alto porcentaje de personas conocedoras de la lengua española, el grado de alfabetización fue bajo: sólo 17 sabían leer y escribir, mientras que 23 eran analfabetas.
Los elementos de heterogeneidad que se manifestaron en las ocupaciones productivas, se atenuaron en lo referente a la práctica médica: en efecto, de los 40 informantes, se registraron 18 curanderos, 12 parteras, tres hueseros, tres espiritistas, dos sobadores, un limpiador y un rezador. Estos términos fueron usados como designaciones de su profesión por los propios informantes; sin embargo, cuando se analiza la actividad de cada uno de ellos de acuerdo con las denominaciones huaves, la correspondencia en español es un tanto equívoca. La confusión deviene, en parte, del hecho de que para realizar cualquier tipo de diagnóstico, la población huave recurre al neandi shiit, expresión que diversos informantes tradujeron como "el que pulsa la vena", el pulsero o pulsador, "el que habla con la sangre", pero también se refirieron en ocasiones a él llamándole curandero. El neandi shiit es, en realidad, el más requerido de los curanderos, pues todo diagnóstico es elaborado por él, incluso en casos de complicaciones del parto; pero ocurre que no siempre es el que administra los tratamientos, y puede ocurrir que un neandi shiit sólo se dedique a diagnosticar. De todos modos, en la muestra recogida por las encuestas, los curanderos constituyeron el grupo más importante numéricamente. Algunos señalaron que dominaban ciertas especialidades, como las de hierbero, partera, huesero y espiritista. En la taxonomía local, existe otra forma de especificar la profesión de curador, y se realiza considerando el tipo de padecimiento que un terapeuta huave puede tratar: así, por ejemplo, existen curanderos que atienden padecimientos sencillos (muchos de los cuales, después de ser diagnosticados por un neandi shiit, pueden incluso ser tratados en la casa). A los que se ocupan de las enfermedades "enviadas por Dios", es decir, los padecimientos benignos que no conducen a la muerte, se les denomina neandi (V. neandiy), curandero que las más de las veces es también un pulsador, un neandi shiit. Un segundo tipo de curandero huave es el que trata a quienes se les ha enfermado su "animal compañero" (ombas), su doble zoológico que puede vivir en el monte, en la laguna o en la milpa (V. nagual). Este especialista es conocido con el nombre de neasaing, y su traducción ("el que levanta") recuerda a la empleada en otros grupos indígenas para designar a los especialistas en el tratamiento del susto o espanto con pérdida del alma. Un tercer tipo de curandero, conocido entre los huaves como el neasomi ("el que quema copal"), trata enfermedades graves mediante complicados rituales de carácter religioso y es, sin duda, el más prestigioso de los terapeutas del grupo (V. neasaing, neasomiy).
Aunque varios informantes señalaron que la profesión de curandero se puede aprender sirviendo como aprendiz a otro terapeuta más experimentado, sostuvieron que el verdadero conocimiento se logra mediante el sueño. Es allí donde se adquieren los secretos del oficio que un neandi, un neandi shiit, un neasaing o un neasomi no deben divulgar, pues de otra manera los dioses los castigarían, podrían contraer una enfermedad que los llevara a la muerte o perder todo el prestigio y el respeto de que gozan en la comunidad. Muchos de ellos tuvieron, durante años, sueños indicadores de su aptitud para curar, pero o bien eran muy jóvenes, o bien sentían que no poseían los conocimientos necesarios para poder atender a los enfermos. El curandero adquiere durante el sueño diversos conocimientos: unos son relativos a los secretos de la madre tierra, otros le permiten descubrir los sitios en donde se ha perdido o enfermado el animal compañero del paciente (V. nagual), otros, en fin, le dan las claves del ritual para cuando se enfrenta a las enfermedades naranguík, que deben ser curadas ofrendando copal. En ocasiones, la trasmisión del saber se produce de padres a hijos, atesorando estos conocimientos (que, por ejemplo, pueden estar contenidos en libros que sólo el curandero puede consultar) a lo largo de varías generaciones.
Ya hemos visto que el grupo más numeroso de terapeutas huaves es el formado por los curanderos, con sus varias especialidades. Analicemos ahora el trabajo de las parteras. Como en otros grupos indígenas de México, la partera huave (mincey nine, "la vieja del niño") es usualmente no sólo una técnica ginecoobstetra, sino también una intérprete de las ideas y creencias relativas a la reproducción. No se encontraron aquí parteros, aunque, como señalamos antes, puede ocurrir que ante una complicación importante del trabajo de parto se interprete como un signo de que la paciente está afectada por alguna enfermedad que debe ser diagnosticada por el neandi shiit. Las parteras encuestadas tenían una edad promedio de 57 años y afirmaron que son requeridas por la población tanto para el control del embarazo como para la atención del parto. Sólo en dos casos se registraron parteras que eran, a la vez, pulsadora una, y hierbera la otra. Las formas de aprendizaje reveladas fueron varias, desde aquellas enraizadas en las más antiguas tradiciones del grupo, hasta la adquisición de conocimientos en cursos impartidos por personal de las instituciones de salud. Como en el caso de los curanderos, muchas de ellas vieron definirse su vocación a través de experiencias oníricas, mediante sueños premonitorios que les indicaban que debían ser mincey nine; otras, que invocan a santos patronos, reconocieron señales de carácter sobrenatural; y las hubo también que, llevadas por la necesidad de brindar atención a una pariente o a sí mismas, hicieron del autoaprendizaje la vía principal de adquisición del saber. El análisis de las causas de demanda de atención muestra que no sólo son de su competencia las labores ginecoobstétricas, sino también un grupo importante de enfermedades gastrointestinales y respiratorias, principalmente.
Después de los grupos más numerosos de terapeutas -el de los curanderos y el de las parteras-, el estudio registro a los hueseros (neasooig), los sobadores y los espiritistas. En el primer caso, los mecanismos que se ponen en juego para adquirir los conocimientos que permiten tratar las afecciones músculo-esqueléticas son, como en los casos anteriores, el sueño, el aprendizaje junto a otro huesero y el autoaprendizaje. El neasooig es consultado en casos de zafaduras, quebraduras, golpes y contracturas musculares, así como dolores articulares. Es frecuente que los hueseros sean también sobadores. Los espiritistas, en cambio, mencionaron que habían adquirido su saber a raíz de haber contraído una enfermedad grave, de la cual no lograban sanar, situación que los llevó a acudir al centro donde se practicaba el culto. Allí, otros "doctores espiritistas" no sólo consiguieron aliviar su padecimiento, sino que les indujeron a practicar la medicina. Los espiritistas tratan, sobre todo, síndromes de filiación cultural. Este mismo grupo de causas es atendido por los limpiadores y rezadores, terapeutas que, aunque siguen algunos de los procedimientos practicados por los neasaing o los neasomi, poseen un prestigio menor y son requeridos con menor frecuencia.
Resulta interesante referir puntualmente la información relativa al tiempo de ejercicio de la profesión de los terapeutas encuestados, pues muestra que se trata de personas dedicadas durante largos periodos a la práctica médica tradicional: 10 de los entrevistados llevaban menos de diez años de actividad; nueve entre 10 y 20 años; siete entre 21 y 30; y siete, entre 31 y 40; y siete más habían empezado hacía más de 41 años. En lo relativo al número de pacientes atendidos, es perceptible una gran diferencia entre cinco de los especialistas y el resto: mientras que los primeros otorgaban más de 40 consultas semanales, los 35 restantes recibían a menos de 10 pacientes en el mismo lapso. A su vez, 17 informantes declararon pertenecer a la Organización de Médicos Tradicionales Huaves, un agrupación regional creada en agosto de 1992.