Biblioteca Digital de la Medicina Tradicional Mexicana
Universidad Nacional Autónoma de México
La Medicina Tradicional de los Pueblos Indígenas de México
Guarijíos.
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Descripción de demandas
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Descripción de demandas

Mahokame o mahatiáme. Susto

Enfermedad frecuente de los habitantes de las comunidades guarijías, atendida por sus médicos tradicionales. El susto es un síndrome de filiación cultural causado por una impresión repentina, de la cual derivan dos consecuencias inmediatas: la pérdida de una entidad anímica por parte del sujeto afectado (V. pérdida del alma), hecho mencionado repetidas veces por los terapeutas consultados, y la subida de "la tripa", parte anatómica ubicada normalmente en el ombligo, la cual se desplaza hasta la parte superior del estómago, formando una suerte de "bola", la cual se puede detectar mediante palpación y sobadas.

El susto puede producirse en diferentes circunstancias: por caídas en algún cerro o de un árbol; por el agua, o por el sonido de un fuerte viento; por un encuentro sorpresivo con un animal; o bien por el contenido de una pesadilla. Cualquiera que sea la causa que provoca la sorpresa repentina, ésta desencadena un proceso que los informantes describen de la siguiente manera: "al asustarse, la persona pierde su alma; sigue vivo pero su alma queda fuera, perdida en el lugar donde se asustó. La recoge el amigo del lugar, el cual no se ve ni hace daño, pero se queda en el lugar del susto, cuidando el alma perdida; después de una semana, se lleva el alma a otro lugar más lejos y más difícil de encontrar. Por eso se debe de curar pronto". Aunque los informantes no lo mencionan, el concepto del desplazamiento de un órgano vital desde el ombligo hasta "la boca del estómago", aparece implícito en las formas de diagnóstico, en el cuadro clínico del padecimiento y en sus diversos tratamientos (V. latido).

Esta breve explicación dada por los terapeutas revela que intervienen otros actores en la etiología de la enfermedad: el amigo de la tierra (o del cerro, o del agua, o del rayo, etcétera), es decir, el ente que cuida ese lugar; este hecho guarda relación con una cosmovisión que comparten muchos pueblos mesoamericanos: la idea de la existencia de seres animados, deidades menores que cuidan ciertos lugares físicos, y con las cuales los hombres tienen determinadas obligaciones.

Algunos de los síntomas que presenta el sujeto afectado de susto pueden ser atribuidos a la pérdida de una de sus entidades anímicas; la característica principal de este grupo de manifestaciones es la de afectar básicamente la conducta del sujeto. En cambio, el segundo conjunto de indicios, es consecuencia del traslado de "la tripa" hasta la "boca del estómago", desplazamiento que acarrea los trastornos del aparato digestivo que manifiesta la persona enferma. Así, cuando el sujeto duerme, se sobresalta y "se despierta llorando porque se espanta en el sueño"; en ocasiones, presenta insomnio, nerviosismo, incomodidad, "se asusta por cualquier cosa", "sus ojos están hundidos, tristes, volteados, y platica incoherencias", refieren los informantes. Otros síntomas guardan relación con la "subida de la tripa"; de esta manera, el enfermo también presenta diarrea y vómitos, y pierde el apetito lo que trae como consecuencia una disminución evidente del peso; además, "anda sin fuerzas, como perdido", tiene un dolor de estómago localizado exactamente debajo del esternón ("boca del estómago") -lugar donde se palpa "una bola que es de aire y gruñe al sobar; es la tripa que se ha subido"- y "sofocación de la panza"; aunado a las manifestaciones anteriores, pueden aparecer calentura "con frío" (con escalofrío) y dolor en las piernas, principalmente en las rodillas, y en los huesos, situación que muchas veces le impide caminar. En los niños, la enfermedad se manifiesta con diarrea líquida "a cada rato", vómito ("basca") e intranquilidad: "el niño chilla y quiere arrancarse", señalan.

Los métodos de diagnóstico son variados e incluyen un interrogatorio, observación del aspecto del paciente, palpación y sobadas de la región del abdomen a nivel de "la boca del estómago", lugar en donde, según los informantes, se palpa una "bola", que no es sino "la tripa" que se ha subido a consecuencia del susto. Esta forma de diagnóstico es descrita de la siguiente manera: "con la yema de los dedos se van dando pequeños golpecitos desde la boca del estómago hasta arriba del ombligo, y se oye, en el lugar donde está la bola se escucha hueca la panza; allí se encuentra la bola, que es la tripa que se sube; normalmente, la tripa debe estar a nivel del ombligo, pero con el susto se va de un lado, de otro, o al centro, y provoca los trastornos; al sobar, se siente dura como un limón. Cuando es susto, pronto se seca el aceite de comer que uno tiene en los dedos para sobar". Para muchos terapeutas, la exacta ubicación de "la bola" es indispensable para conocer la gravedad de la enfermedad. Otra manera de diagnosticar el padecimiento, la cual además forma parte de un tratamiento, consiste en aplicar por vía rectal un diente de ajo pelado, caliente, y untado con un poco de aceite de comer; si el diente se sube por "la tripa" y no sale, el susto está confirmado (V. tripa ida).

Los conceptos subyacentes a los tratamientos empleados para curar el susto, están en conformidad con las consecuencias derivadas del hecho traumático que originó la enfermedad. De este modo, gran parte de las terapias tiene la finalidad de recuperar el alma perdida del paciente; en cambio, otras intentan "bajar la tripa" nuevamente a su lugar de origen. Todos los tratamientos incluyen la administración de preparados medicinales, cuyo propósito es hacer disminuir más rápidamente algunos de los síntomas que acompañan al padecimiento.

En la primera forma de curación, los terapeutas rescatan la entidad anímica extraviada, a través de un viaje que hacen durante el sueño, en el cual se busca a la deidad dueña del lugar donde el enfermo perdió su espíritu. Para ello, el curandero guarda ayuno, es decir, no cena, y antes de acostarse hace una oración al "dueño del lugar", quien tiene en su poder el alma. "El curandero va a buscar el alma y a recogerla en el sueño; mientras que no la halle, el asustado sigue enfermo y puede morir. Si el sueño demuestra que no se trata de este dueño, habrá que soñar otra noche buscando a otro dueño, hasta que se encuentre quién está guardando el alma; por lo general, se resuelve el caso en el primer sueño", comentan los informantes.

Con el fin de facilitar el encuentro con el "dueño" indicado, en ocasiones la familia del enfermo ofrece al curandero una hierba llamada macuche o macuchi, con cuyas hojas secas y envueltas en una hoja de maíz el curandero hace un cigarro, que fuma por la noche antes de dormirse para buscar el alma del asustado; aunque el macuchi facilita la búsqueda del espíritu, los informantes señalan que no es imprescindible, y añaden que "el hecho que la familia de macuchi a la curandera, crea un compromiso para la curación, pero su uso no es necesario y muchas veces no se emplea". Antes de fumar el macuchi, algunos terapeutas hacen unas cruces en el aire, con la mano. Durante el sueño, "el curandero vuela en búsqueda del dueño y del alma del asustado. Cuando encuentra al dueño, éste le dice dónde está el alma; él la está vigilando, a veces la tiene amarrada para que no se vaya. Entonces se pide permiso para recoger el alma; si el dueño no la quiere entregar, el curandero la tiene que dominar y pelear por el alma, ya que forzosamente la tiene que recoger". Los informantes comentan que la capacidad que el curandero tiene para volar, le permite buscar lejos, enfrentar peligros y escapar a ataques de animales peligrosos.

Una vez que el terapeuta recoge el alma, el enfermo se cura. Al siguiente día, el terapeuta informa a toda la familia del paciente "cómo estuvo el viaje, dónde encontró el alma y en qué condiciones". Para completar definitivamente la curación, algunos curanderos recomiendan a los padres del paciente hacer una "manda de fiesta". Por lo general, se considera que la búsqueda del espíritu perdido por un susto no es peligrosa, al contrario de lo que ocurre cuando el alma es robada por un mal puesto, donde es necesario hacer frente a los ataques del brujo causante del mal.

Los tratamientos destinados a "bajar la tripa", son también numerosos. El procedimiento empleado para estos fines es la sobada, la cual se debe ejecutar diariamente, en ayunas, durante tres días a los hombres, y cuatro a las mujeres; la maniobra se hace con la punta de los dedos -con ayuda de aceite de comer-, en el lugar preciso donde se encuentra "la tripa hecha bola"; la bola se soba hacia abajo, haciendo presión hacia adentro; de esta forma se logra deshacer paulatinamente; se soba primero desde el pecho hasta el ombligo, y después lateralmente, desde los flancos al centro; según los terapeutas, "a la segunda sobada la bola bajó y está más floja, y a la tercera, desaparece", ya que se encuentra finalmente centrada en su lugar de origen: el ombligo. El tratamiento incluye una sobada en la cabeza, la cual se inicia al mismo tiempo de los dos lados, sobando de la nuca hacia la frente, pasando por las sienes; enseguida se aprieta la cabeza, después de colocar una mano contra la parte derecha de la frente, y la otra contra la parte izquierda de la nuca; luego se cambia la posición de las manos y se aprieta nuevamente; a continuación, se soba el cuello de arriba hacia abajo, por los dos lados, y después los brazos, iniciando en los hombros en dirección a las manos. Las palmas de las manos se soban dos veces en forma de cruz, y finalmente se "jalonean los dedos uno por uno". La sobada continúa en la espalda; primero se soba el "espinazo" (columna vertebral) de arriba hacia abajo, y enseguida "se jala recio la piel entre cada hueso" (vértebra). Luego se soban las piernas en dirección a los pies, y por último se estiran los dedos de los pies. Los informantes afirman que, a medida que están sobando, "se sienten las bolas (ganglios) en el cuerpo, que van desapareciendo poco a poco". Después de las sobadas, se da un té de manzanilla con ajo o el cocimiento de cola de alacrán (machir´iwasira), tres veces al día.

Para sobar, ciertos curanderos utilizan un preparado, que ellos mismos elaboran de la siguiente manera: "en una botella de un litro, se pone una cebolla morada finamente picada, un diente de ajo pelado y machacado, un pedacito bien molido de la raíz de vinorama (ku´ka), un poquito de mezcal o de alcohol, y se completa con destilado (petróleo)"; otros, soban con Vick VapoRub; lo importante "es sobar recio", señalan. Al enfermo se le recomienda que, durante el tratamiento, no se bañe ni se moje "aparte de las manos, porque si no, se hincha".

El susto es una enfermedad que puede tener graves consecuencias. Si el enfermo no se atiende, su estado empeora y llega a "enflaquecer cada día más, se le seca la tripa, se le hincha el estómago, y no puede comer; si es niño, le pega mucha diarrea, basca, fiebre y debilidad, se asusta a cada rato, empieza a ver cosas que no hay...hasta que se muere en pocos días". Los terapeutas señalan que la población más afectada por el susto son los niños entre dos y cuatro años," porque son más frágiles". Los curanderos que proporcionaron información sobre este padecimiento indicaron que cada mes reciben hasta 10 pacientes afectados por esta afección.