Sinónimo(s): chupando (1), chupar la mollera (Oax, Pue, Ver) (2), chupar (3), emparejado (1), la soba (4), levantar la mollera (5), levantar la mollera de adelante (6), paladeada (1), sudada de la mollera (7) y sobada (8).
Procedimientos mecánicos preventivos, curativos y también diagnósticos, cuya finalidad es levantar la depresión de la fontanela anterior mediante masajes y emplastos.
Las causas más frecuentes por las que se hunde la mollera son los cambios bruscos de postura, que pueden originarse por una caída o un golpe (V. caída de mollera). El especialista diagnostica palpando y midiendo con sus dedos en la fontanela el grado de hundimiento que ésta presenta; percibe además el latido de la campanilla y sus cambios de posición, la forma de respiración y los sonidos vocales (2) (5). Este padecimiento afecta principalmente a la población infantil. Se presenta como una enfermedad en sí, pero en algunas ocasiones constituye además un síntoma de otras, como la pérdida del alma, el susto, o la inflamación de las anginas (amígdalas) (9 y 10).
Los tratamientos que se sugieren son operaciones de tipo mecánico, que tienen la finalidad de colocar la mollera en su sitio. La paladeada es uno de los procedimientos más peligrosos, porque se corre el riesgo de romper el paladar; por tal razón, debe ser practicada por un especialista o persona que posea destreza y experiencia (11) (V. paladear). Para llevarla a cabo, el terapeuta envuelve sus dedos índice y medio con un tomate (Physalis sp.) soasado, y masajea la región del paladar, la base de la lengua y la "campanilla" (úvula), y presiona hacia arriba con fuerza (12 a 14). En otras ocasiones, con el dedo pulgar de la mano derecha untado con miel hace presión sobre el paladar blando del niño, por tres veces consecutivas (4) (9) (12) (15 a 19). Este método es reportado como diagnóstico y curativo, ya que manipulando la úvula palatina se conoce el tipo de susto que padece el enfermo y se reacomoda la mollera (20 y 21). En otro método ampliamente difundido, el curandero cuelga al niño con la cabeza hacia abajo y lo sacude en forma vertical; enseguida le golpea la planta de los pies con la palma de su mano (2) (22 a 24). La idea que inspira este procedimiento es que la fontanela, al desplazarse, recuperará su posición habitual por la fuerza de gravedad (25). En esta misma posición, en algunos casos la cabeza queda suspendida y la coronilla hace contacto con una bandeja de agua, con la finalidad de que el líquido, elemento frío, capte la frialdad de la cabeza del enfermo (7) (9) (14 a 16). En otros tratamientos suelen soplar en la boca y nariz del niño con el fin de crear presión para que la mollera vuelva a su lugar (2) (11) (25 a 27). Algunos médicos tradicionales colocan emplastos sobre la depresión del cráneo, los cuales no parecen tener una acción mecánica. Sin embargo, ciertos informantes mencionan que tienen la capacidad de "jalar la fontanela deprimida", pues se cree que el calor de la testa ha sido desplazado por la penetración de una corriente fría; el emplasto, considerado caliente, vuelve a templarla y así la mollera regresa a su posición natural (28) (V. aire). Además, se le atribuye una acción de atracción y, por tanto, capacidad de levantar la mollera (20). Para mantener a ésta húmeda y caliente, se coloca encima de ella tomate (Physalis sp.) soasado, solo o con sal (2). Suelen cubrirla con rodajas de jitomate (Lycopersicum esculentum) caliente y maíz (Zea mays) martajado (prensado y húmedo); enseguida la tapan con un papel de China y un lienzo tibio mojado con clara de huevo (2). En otros casos se utiliza leche materna mezclada con sal, frotada en la cabeza con aguardiente o con alcohol, siguiendo la forma de una cruz (2), y se colocan rebanadas de cebolla (Allium cepa) (23). En algunas ocasiones, sólo se cubre con una vilma de papel rojo mojado con azúcar, o con un papel impregnado en aceite (2).
En otra modalidad curativa, el terapeuta limpia con alcohol o aguardiente la fontanela y la succiona directamente con su boca para elevar la depresión (29) (V. chupar la mollera). En ocasiones, suelen combinarse diferentes procedimientos: en el Distrito Federal y Morelos, el curandero toma al niño por los pies y lo coloca hacia abajo, procurando que la cabeza roce el agua contenida en un recipiente, para que el líquido reciba el aire; luego le pega con su mano en las plantas de los pies; enseguida succiona la mollera con la boca, y luego la unta con una mezcla de azúcar con aceite. Si el curandero tiene suficiente experiencia, le mete el dedo pulgar a la boca y presiona el paladar hacia arriba con fuerza (14) (17) (30). Si el niño presenta una de las extremidades inferiores más corta que la otra, las soba para emparejarlas (1 y 2) (11). En Puebla, diagnostican el padecimiento palpando la posición de la campanilla; si no está en la posición habitual, el terapeuta toma al niño de los pies y lo sacude tres veces; enseguida le golpea los pies y lo recuesta; después jala la pierna más corta y cubre todo su cuerpo con una mezcla de matlantzin (?), estafiate (Artemisia ludoviciana) y aguardiente, y lo envuelve con una cobija para que sude (30) (V. emparejar).
En los adultos, la terapia es menos complicada, pues se manipula la campanilla, se masajea el cráneo y se recomienda reposo e ingestión de líquidos (2).
Como medida preventiva para los recién nacidos, acostumbran sobar su cabeza con movimientos ascendentes desde el cuello hasta la parte superior del cráneo, ya que se estima que la enfermedad es más frecuente en niños que no fueron sobados desde pequeños (2). Como complemento a la curación, en algunas comunidades suelen colocar al infante en una cobija muy tirante, y lo hacen rodar de un lado a otro (28) (V. manteada).
Los tratamientos antes mencionados generalmente se acompañan de la ingestión de líquidos, antes o después de practicarlos. Se recomiendan como agua de tiempo infusiones de árnica (Heterotheca inuloides), albahaca (Ocimum basilicum), canela (Cinnamomum sp.), encino (Quercus sp.), guayaba (Psidium guajava), cedrón (Aloysia triphylla), toronjil (Agastache mexicana) y especialmente manzanilla (Matricaria recutita) (2) (11) (26 y 27) (31 y 32).
En la época prehispánica se creía que la salida del tonalli provocaba una depresión del cráneo y una falta de luminosidad en la mirada. La curación era brutal, pues solían colgar al niño con la cabeza hacia abajo y lo sacudían con violencia, presionándole el paladar con fuerza, llegando a punzarlo con la intención de empujar la bóveda palatina hacia arriba. López Austin considera que la caída de mollera se debía, en realidad, a un avanzado estado de deshidratación del menor (32).
(1) Padrón Puyou, F., 1956.(2) Zolla, C., 1988.(3) Benítez, F., 1976.(4) Ochoa Robles, H. A., 1967.(5) Ichon, A., 1973.(6) Alcaraz, I. A., 1981.(7) Palacios de Westendarp, P., 1986.(8) Javis, M., 1985.(9) Cifuentes, E., 1989.(10) Argueta, A. et al., 1983.(11) Tascón, J. A., 1988.(12) Álvarez Heydenreich, L., 1976.(13) Cuerno Clavel, C. et al., 1989.(14) Vega Franco, L et al., 1979.(15) Olavarrieta, M., 1977.(16) Kelly, I., 1965.(17) Hersh, P. et al., 1988.(18) Rodríguez, M., 1986.(19) Zurroza Ceballos, O., 1985.(20) Delgado Lezama, J. L., 1984a.(21) Leiter Ferrari, W., 1982.(22) Esquivel Romero, E., 1989(23) Rangel, R., 1982.(24) Grinberg-Zylberbaum, J., 1988.(26) Zolla, C. et al., 1988.(27) Zolla, C., 1990.(28) Nutini, H. et al., 1974.(29) Adams, R. N. et al., 1967.(30) Weitlaner, R. J., 1976.(31) Ruiz, C., 1989.(32) López Austin, A., 1990a.