Entre los huastecos, recibe el nombre de "locura" un padecimiento originado por diversos motivos, el cual es atendido por un curandero especializado designado como "cura locos". Entre las causas más frecuentes del mal se encuentran la brujería, algún golpe en la cabeza, o haber recibido un susto de grandes proporciones. En la primera de las causas mencionadas, el daño generalmente se hace dando de comer a la víctima un alimento "preparado", que desencadena en ella un estado enfermizo que finalmente la lleva a la locura.
Este padecimiento se caracteriza por un desequilibrio en la conducta normal del sujeto. El enfermo habla solo se irrita con facilidad y en forma desmedida, y sufre convulsiones o ataques.
El terapeuta diagnostica el mal con ayuda de una piedra semitransparente, llamada "piedra lumbre". Después de pasar la piedra varias veces por el cuerpo del paciente, el curandero mira a través de ella y "ve" el tipo de daño que tiene; además si ha sido producto de una brujería, descubre quién envió el mal.
El tratamiento tiene la finalidad de "cortar" los ataques que sufre el sujeto afectado, y comprende siete sesiones terapéuticas, las cuales se deben realizar diariamente, de noche, para evitar que la luz del día dañe al enfermo. En cada sesión, el terapeuta reúne cinco gramos de cuerno de venado y otros cinco de cuerno de toro, ambos previamente quemados, tres gramos de chapopote de Castilla -mineral que se extrae del suelo, de olor y apariencia similares a los del chapopote derivado del petróleo-, también quemado y molido, así como una rama de cedro. Frente al altar de su vivienda, en donde tiene las imágenes de la virgen de Guadalupe, del santo Niño de Atocha, de santa Elena, de san Antonio, de la virgen de Montserrat y de san Ramón, el curandero inicia el ritual rezando a la virgen de Guadalupe un "salve, un padrenuestro y un bendito". Después, frente al mismo altar, muele los cuernos de venado y de toro, y los coloca en un brasero junto con el chapopote de Castilla, mezclándolos continuamente. Enseguida procede a sahumar al enfermo con el humo que despide el brasero, y luego le coloca la rama de cedro en la cabeza, mientras se dirige nuevamente a la virgen de Guadalupe rogándole para que el mal del enfermo desaparezca. Con otra mezcla de los cuernos y de chapopote de Castilla, también quemados, el terapeuta prepara un té que administra al paciente, y a continuación dirige una oración al Señor Santiago, el "justo juez para los que tienen locura". Concluida la ceremonia, el curandero recomienda al enfermo que no hable para que pueda curarse; además, solicita a sus familiares o a quienes lo cuidan, que lo mantengan encerrado por las mañanas, para evitar que le dé la luz del día.
Una vez terminado el tratamiento, se debe hacer una ofrenda, que consiste en sacrificar una gallina si el enfermo es una mujer, un gallo si se trata de un hombre, o un pollo si la víctima es un niño. Con la carne se elaboran siete tamalitos, con el corazón cuatro y con el hígado tres, los cuales son enterrados como un obsequio a la tierra. Por último, con 21 plumas del animal, -siete de cada una de las alas y siete de la cola-, el terapeuta aplica una barrida al enfermo.
Los terapeutas huastecos señalan que es muy importante no exceder la dosis del medicamento que el enfermo ingiere, ya que puede envenenarse y morir.