El empacho es una enfermedad que afecta con cierta frecuencia a la población infantil mame, especialmente a "los niños de corta edad", y es tratada por las curanderas-hueseras del grupo. Estas terapeutas refieren que la causa del padecimiento reside en el cuajo, un órgano situado en el interior del estómago, indispensable para la buena digestión de la leche. Así, cuando el pequeño sufre una caída o un golpe, el "cuajito del niño, que jala la lechita, se va secando". Los síntomas más importantes de la afección guardan relación con la función intestinal: el niño enfermo presenta náuseas y dificultades para defecar; además, cuando lo logra, "hace pura morosidad", señalan las curanderas. La observación de las heces fecales del menor y el interrogatorio a la madre permiten al terapeuta reconocer el empacho.
Los tratamientos dependen del grado de avance del empacho: cuando todavía no ha llegado a una forma grave, se cura mediante lavados intestinales a base de "sal de comida", azúcar y bicarbonato. También se le puede administrar una purga preparada con aceite de ricino, el jugo de una naranja y un poco de azúcar; si se va a dar por la mañana, entonces es necesario que el día anterior, por la tarde, el terapeuta le "dé una frotada con aceite de comer tibio y a la mañana siguiente aplique el purgante".
Sin embargo, cuando el estado del paciente es considerado grave, es decir, cuando ya el niño tiene obstruido el ano, la terapeuta mete su dedo índice -previamente lubricado con aceite de comer- por el recto del paciente, para remoler el excremento seco y duro, de manera que aquél pueda defecar. Después de esta maniobra da cualquiera de los dos tratamientos antes indicados.