(1 a 45). Lengua Indígena Mixe (Oax) tso´oyë tsooy (46). Náhuatl (Pue) mexhitil, mox-hultia, nioxhiti, teltacua (24); mexhuitil, nexhuitil (Pue) (15). Pame (SLP) ntsjínts (32). Purépecha (Mich) k´ungekua (47). Totonaco (Pue) skakna uniman (18), (Ver) tapakgatat (48), tapaxkgatat (24). Zapoteco (Oax) da´lebe, está pegado su estómago (49); kua lieém, tiene algo pegado en el estómago (24).
Enfermedad que se presenta principalmente en la población infantil, y se caracteriza por diversos trastornos digestivos, ocasionados por la ingestión de determinados alimentos y sustancias no alimenticias, que se "pegan" en el estómago o en los intestinos.
Las principales causas reportadas a lo largo del país se pueden clasificar en dos grupos: a) por las características de la alimentación: alimentos considerados "secos", como el pan o las galletas; sustancias no nutritivas, tales como el chicle, cartón, tierra, trapo; frutas verdes, comida cruda, mal preparada o muy condimentada; y alimentos descompuestos, sucios o de calidad fría (V. frío-calor); b) en relación con las modalidades de la alimentación: comer en exceso o con rapidez; "malpasarse", comer sin horarios fijos, o bien antes de acostarse; alimentarse después de haber hecho un coraje o estando muy cansado.
Otras circunstancias consideradas desencadenantes pueden ser el estado emocional o nutricional de la madre al amamantar a su hijo (V. enlechado) y la etapa de la dentición del bebé (V. empacho de baba). En la región pame de San Luis Potosí se hace mención a un tipo de empacho que puede ser originado por un aire (32) (V. empacho pegado).
A lo largo del país se reportan numerosas manifestaciones que a continuación se presentan de acuerdo con la frecuencia de mención: diarrea fétida, que puede ser de color verde, amarilla o blanca (leche), en algunas ocasiones acompañada de moco; presencia de gases (sofocamiento, estómago inflamado, "aventado" o "hueco"); falta de apetito, cólicos, vómito, fiebre, llanto, inquietud, asco, palidez y, ocasionalmente, estreñimiento; lengua blanca, ojos hundidos, adelgazamiento; aliento fétido, estómago caliente y/o "duro", "gruñido de tripas" y molestias después de comer. De manera aislada, en Veracruz se señala que puede presentarse caída de mollera (15).
La identificación de estos trastornos resulta útil en el momento del diagnóstico, durante el cual el terapeuta pone en práctica su capacidad y experiencia, ya que el olfato, la palpación, la observación y el interrogatorio son fundamentales para determinar la existencia o no de la enfermedad, así como sus posibles causas (24).
Se distinguen dos principales tipos de empacho: el que cursa sin diarrea (15) (24) (34) (V. empacho seco) que puede ser leve (también llamado ligero) o fuerte, y el que se acompaña de aquélla (V. empacho aguado), que siempre es considerado fuerte o grave debido a la rebeldía que presenta al tratamiento (15) (24) (50) (V. empacho fuerte). Dentro de estos dos grupos existe una gran variedad de empachos que aluden a su agente causal; así, por ejemplo, se habla de empacho de pan, empacho de arca (28), empacho de baba (51), empacho de bilis (43), empacho de calor (15), empacho de leche o de pecho (47), empacho de tierra (24) (52), etcétera.
Generalmente el tratamiento resulta complejo, pues combina diversos procedimientos, entre los que destacan: ingesta de tés de plantas medicinales con cenizas o sales (lejías), administración de purgas, maniobras y masajes (V. tronar el empacho), aplicación de cataplasmas o emplastos, así como lavativas y supositorios.
A este respecto, Zolla et al. señalan dos rasgos sobresalientes de los tratamientos practicados en Puebla, Oaxaca y Veracruz, pero que pueden tomarse, quizá, como representativos de todo el país:
a) la administración de infusiones de plantas medicinales, de purgantes, lejías y, en general, de sustancias con alto contenido de sales (como el carbonato, el tequezquite o las cenizas) y, b) la ejecución de ciertas maniobras consideradas muy eficaces (sobadas, estimulación del plexo solar `tirando el cuento´ a efectos de `quebrar el empacho´ (24:78).
Este modelo terapéutico es respetado en todo el país, pero con ciertas tendencias regionales a privilegiar determinados métodos: las maniobras mecánicas y los masajes en el centro del país, y el uso de purgantes en el sur.
Es necesario aclarar que pese a la similitud de los tratamientos, existen variaciones, ya sea que se trate del empacho de leche, del seco o del aguado (24). No obstante, como señalan Zolla et al.:
No puede pasar inadvertido el hecho de que en todos los tratamientos se administren cenizas o lejías (cuyo efecto podría ser explicado por la cantidad de sales que proveen al organismo y estimulan el reflejo enterogástrico propiciando el vaciamiento gástrico), si bien en su preparación aparecen algunas ideas vinculadas a la noción de similitud: si el empacho fue producido por la ingesta de frijoles, la lejía será preparada con los frijoles tostados... (24:79).
Los tratamientos suelen practicarse tanto en el ámbito doméstico como en el de los terapeutas tradicionales. Comúnmente, los empachos leves son tratados en el hogar, y los catalogados como fuertes o graves, ameritan la asistencia de terapeutas que, en algunos casos, se dedican en forma exclusiva a su atención (24). Son las parteras quienes frecuentemente atienden el empacho, de modo particular, las parteras sobadoras.
En el tratamiento del empacho se emplea una gran diversidad de plantas, destacando por lo frecuente de su uso: la manzanilla (Matricaria recutita), hierbabuena (Mentha piperita), aguacate (Persea americana), estafiate (Artemisia ludoviciana subsp. mexicana), rosa de Castilla (Rosa gallica o R. centifolia), naranjo, ruda (Ruta chalepensis), malva (Malva parviflora), hoja zen (?), mirto (Salvia microphylla), guayaba (Psidium guajava), canela (Cinnamomum zeylanicum), limón (Citrus aurantifolia), hierba del ángel (Waltheria americana) y hoja santa (Piper spp.).
Como medidas preventivas se aconseja vigilar la calidad y cantidad de los comestibles, así como modificar los malos hábitos alimenticios.
Partiendo de la investigación bibliográfica realizada por Campos (53), en la que compila escritos que dan cuenta de este padecimiento desde el siglo XVI hasta el XX, se puede apreciar su importancia entre la población, así como el interés que desde hace centurias ha despertado en los estudiosos. Es así que, en la época colonial, en que se le conocía también como ahíto, se ocupaban de él, ya sea para caracterizarlo o para referir sus tratamientos, desde el protomédico Francisco Hernández hasta Juan de Esteyneffer, pasando por Bernardino de Sahagún, Agustín Farfán y Juan de Cárdenas, por nombrar sólo a algunos.
Por otra parte, no se sabe con exactitud cuándo la expresión empacho cayó en desuso dentro del campo de la medicina académica, perdurando, sin embargo, dentro de la terminología de la medicina popular hasta nuestros días. Al respecto, el mismo Campos afirma que para 1871 aparecen registrados dentro de las estadísticas de mortalidad en la ciudad de México, 27 casos funestos de empacho, claramente diferenciados de otras patogenias digestivas, y añade:
Hasta donde hemos podido rastrear, el desconocimiento oficial del empacho se inicia a principios de este siglo, cuando nuestro país se adhiere a la nomenclatura internacional de causas de defunción (agosto de 1900) que se basa en la clasificación anatomopatológica del médico francés Jacques Bertillón (53).
Sin embargo, prestigiosos médicos mexicanos del siglo XIX, como Miguel Jiménez y Eduardo Liceaga defendían la existencia de esta enfermedad, ante la negativa a su reconocimiento por parte de médicos extranjeros y algunos nacionales. Al respecto, Miguel Jiménez afirmaba en 1871:
La cuestión del empacho es de suma importancia; no cabe duda que es una entidad morbosa especial, que tiene derecho a un lugar en el cuadro nosológico. El asunto es enteramente nacional; sólo nosotros lo creemos y conocemos puesto que nuestros compañeros extranjeros lo han tenido a fábula (53).
De igual manera, el connotado médico Manuel Gutiérrez, escribía en 1875 un artículo para la revista El Observador Médico, en el que declaraba:
No obstante el silencio absoluto de los autores europeos; a pesar también de la incredulidad de algunos de nuestros comprofesores, creo es indiscutible la existencia de la afección conocida entre nosotros con el nombre de empacho, caracterizada por un conjunto de fenómenos locales y generales graves, debidos a la detención en una parte del intestino de una substancia, alíbil o no alíbil (53).
Para respaldar lo anterior, estos médicos estudiaron a fondo gran cantidad de casos y promovieron su investigación ante las sociedades médicas de aquellos años. Así, en 1873 Gregorio Vargas presenta su tesis profesional titulada "¿Existe el empacho en los niños?", en la cual retoma del total de las consultas de los doctores Jiménez y Liceaga, 32 casos en los que se hace patente la existencia de esta enfermedad (53).
En la actualidad también existen médicos que han manifestado su interés por el estudio de las enfermedades tradicionales, buscando su interpretación a la luz de la medicina académica. Desde esta perspectiva, González (54) establece algunas analogías entre ambos sistemas terapéuticos respecto del padecimiento.
En su opinión, desde el punto de vista fisiopatológico, no se puede hablar de sustancias o materiales que puedan quedar "pegados" a la pared intestinal; sin embargo, es posible que algunos alimentos sean de difícil absorción, ya sea porque su degradación progresiva es insuficiente por efecto de los jugos digestivos, o porque están alterados los mecanismos de difusión, osmosis o filtración que ocurren entre la luz y la pared intestinal durante la absorción.
La ingestión de cantidades exageradas de alimentos, así como el abuso de aquellos que por su mayor proporción de celulosa dejan abundantes residuos, provocan la distensión del intestino delgado, que se asocia a alteraciones de la motilidad. Estas alteraciones producen una serie de síntomas, como el dolor periumbilical y de tipo cólico; después, aparecen las manifestaciones correspondientes al tránsito intestinal alterado, como diarrea, constipación, oclusión u obstrucción, asociadas todas ellas al desarrollo de gases acumulados en gran cantidad en determinada porción del intestino, al no poder ser éstos desalojados por falta de movimientos peristálticos rítmicos, generándose sensaciones de pesadez y plenitud (54).
González concluye que la concepción tradicional acerca del empacho posee una lógica muy similar al razonamiento de la medicina académica, con la particularidad de contar con un componente central de tipo mecánico en su patogenia. Clínicamente se puede afirmar que el empacho constituye un síndrome de etiología diversa y que puede corresponder a una dispepsia o a una gastroenteritis infecciosa, parasitaria, por fermentación o por déficit enzimático (54).
(1) Cifuentes, E. et al., 1988.(2) Fragoso, R., 1978.(3) Latorre, F. et al., 1976.(4) Kelly, I., 1965.(5) Leiter Ferrari, W., 1982.(6) Hersch Martínez, P. et al., 1988.(7) Baer, R. et al., 1989.(8) Delgado Lezama, J. L, 1984b.(9) Sumario López, H., 1986.(10) Herrero Ricaño, R. et al., 1989.(11) Ruiz Salazar, C. L., 1989.(12) Madsen, C., 1965.(13) Scrimshaw, S. et al., 1978.(14) Ochoa, L, 1984.(15) Zolla, C. et al., 1989.(16) Zurroza Ceballos, O., 1985.(17) Vega-Franco, L. et al., 1979.(18) Cuerno Clavel, L. E. et al., 1989.(19) Aguirre Beltrán, G., 1952.(20) Palacios de Westendarp, P., 1986.(21) Cervantes Escandón, M. T., 1982.(22) Madsen, W., 1960.(23) Gómez López, J. M., 1990.(24) Zolla, C. et al., 1988.(25) Garcés Medina, A., 1987.(26) Werner, D., 1976.(27) Kelly, I. et al., 1984.(28) Moscoso Pastrana, R, 1981.(29) Ryesky, D., 1976a.(30) García Jiménez, S., 1984.(31) Ryesky, D., 1976b.(32) Chemin Bássler, H., 1984.(33) Álvarez Heydenreich, L, 1987.(34) Álvarez Heydenreich, L, 1976.(35) Campos-Navarro, R. et al., 1979.(36) López Gómez, R., s/f.(37) Baytelman, B., 1986.(38) Delgado Lara, A. G., 1983.(39) Alejandre, V. et al., 1988.(40) Baytelman, B., s/f.(41) Rodríguez, M., 1986.(42) Owen, R. C, 1963.(43) Sassoon Lombardo, Y., 1979.(44) Loera, M., 1987.(45) Javis S.,M., 1985.(46) Albino, P. et al., 1985.(47) Rangel, R., 1982.(48) Santos García, A. de los et al., 1988.(49) Beltrán Morales, F., 1982.(50) Lagarriga Attias, I., 1977.(51) Padrón Puyou, F., 1956.(52) Bonfil Batalla, G., 1962.(53) Campos-Navarro, R. (en prensa).(54) González, L., 1990.