Biblioteca Digital de la Medicina Tradicional Mexicana
Universidad Nacional Autónoma de México
La Medicina Tradicional de los Pueblos Indígenas de México
Chichimeco-Jonaz (Ézar).
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Descripción de demandas
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Descripción de demandas

Destierros. Tarrgik es hagku o embrujados. U zza pa ja o hechizos

Con estos nombres se conoce entre la población chichimeca a una causa de demanda de atención de sus habitantes que atienden principalmente los rezanderos, chupadores y adivino y que se produce por un daño causado por un tercero. Aunque los tres nombres hacen referencia a una enfermedad producida de manera intencional, en realidad existen pequeñas diferencias en el procedimiento mediante el cual se logra el objetivo; esto hace que el "destierro" pueda ser considerado una forma particular de hechicería (V. brujería). El término deriva de una de las prácticas que es necesario ejecutar para completar el tratamiento de la enfermedad, esto es, desenterrar el o los elementos que han contribuido a producirla. Los terapeutas la consideran una enfermedad muy grave, por cuanto su falta de tratamiento o una atención tardía del paciente conducen de modo inevitable a su deceso.

Se trata de uno de los síndromes de filiación cultural que se origina por la intención deliberada, por parte de un sujeto, de ocasionar un daño a un tercero. Las razones precisas pueden ser variadas; entre éstas destacan las envidias que surgen entre vecinos o parientes "por animales o dinero", por conflictos por la tenencia de la tierra, por celos y peleas entre enamorados, etcétera. La brujería cumple aquí con la función de canalizar los rencores y frustraciones de los integrantes del grupo. Para lograr perjudicar a distancia al sujeto con quien se tienen las divergencias, se recurre a los servicios de algún brujo, el cual se encarga de realizar la maldad, "el trabajo", poniendo en marcha los procedimientos indicados derivados de sus conocimientos secretos. En el caso del destierro, el brujo recurre a una práctica que consiste en enterrar una figura que representa a la víctima, y con la que se desea, simbólicamente, lograr que el afectado termine de la misma manera que el muñeco, esto es, enterrado, muerto. En el embrujo, el daño se logra mediante una foto u otra pertenencia del sujeto a quien se desea el mal.

La intensidad de las manifestaciones que dan cuenta de la afección depende del tipo de maldad, más o menos fuerte, que haya sido solicitada al brujo. La enfermedad se caracteriza por producir un conjunto de síntomas imposibles de atribuir a alguna afección en particular. Entre ellos se mencionan: dolores de cabeza o en alguna otra parte del cuerpo, nerviosismo, intranquilidad, pérdida de apetito y trastornos en los horarios del sueño; el enfermo presenta "la mirada como perdida", se siente constantemente cansado, y camina "con los hombros bajos como si le pesaran", arrastra los pies y tiene mucho sueño; muchas veces sufre alteraciones de la conducta: se siente desesperado, "grita y se jala los cabellos", se golpea e incluso llega a desconocer a sus familiares. El terapeuta establece el diagnóstico mediante una limpia con seis velas, cuya flama interpreta después de encenderlas frente al altar: según los adivinadores, en la llama se puede ver el rostro de la persona que encargó la maldad.

Tratándose de un padecimiento provocado por la intrusión de un "daño" al interior del cuerpo del sujeto, la curación se logra esencialmente mediante limpias, así como mediante la ingestión de agua bendita como agua de uso. Las limpias, pueden ser hechas mediante "barridas" con plantas, o con velas negras, y mediante "sahumereados". La barrida se hace con ramas de árbol macho impregnadas de loción, con palma bendita rociada con agua bendita, o con un ramo de ruda, romero y un "blanquillo sahumeriado", es decir, colocado previamente sobre humo de copal: la limpia se hace desde la cabeza hasta los pies y de adentro hacia afuera; después, frente al altar se sahúma al paciente con el humo que despiden el copal y las ramas de ruda y romero colocadas sobre las ascuas de un brasero (V. sahumar). Cuando el enfermo tiene algún dolor o se encuentra muy desesperado, entonces el terapeuta también "chupa" en el lugar dolorido o "donde siente la desesperación". Como parte del tratamiento, los terapeutas recomiendan que el paciente encargue algunas misas, especialmente en San Miguel Allende, por ser consideradas más efectivas. Después del oficio, el médico tradicional recoge un poco de agua bendita para poner en una cruz, que el enfermo debe portar "para que salga el mal".

En el tratamiento de los destierros, además de las limpias y de las misas, el terapeuta debe encontrar el lugar en donde está enterrado "el trabajo de brujería", desenterrarlo y quemar luego la figura junto con los otros elementos que la acompañan; si esto no se hace, la curación del enfermo es imposible; en cambio, luego que ha sido destruida la figura enterrada, "el paciente comienza a recobrar su tranquilidad y su fuerza", refieren los informantes.

Si el enfermo está muy grave, las misas son imprescindibles. Después de cada una de ellas, el curandero "checa" el estado de salud del sujeto para ver cómo va evolucionando la curación. En estos casos, las limpias con palma bendita y las sahumadas se deben hacer con más frecuencia; además, las palmas utilizadas en el procedimiento se deben llevar a la iglesia para ofrecerlas a los santos. Algunos terapeutas recomiendan la ingestión de un té de "siete azahares" durante un lapso de nueve a 18 días, para "quitar los trastornos que hayan quedado".

El éxito del tratamiento contra este tipo de enfermedad depende de la oportunidad de su aplicación. Entre más tarde inicie el enfermo la terapia, menos posibilidades tiene de lograr recuperar su salud, por cuando la afección progresa con rapidez: el paciente tiene alucinaciones, "no come, adelgaza, no tiene sueño y puede morir", señalan los informantes.

Para prevenir el mal se emplea el agua bendita, con la cual se recomienda rociar la casa; si una persona teme ser víctima de un "trabajo" de brujería, debe tomar el agua y hacer que alguien le sople la misma en la cabeza; también es conveniente frotarse el cuerpo con ella. Otra forma de proteger una casa y a sus habitantes de las maldades del brujo, consiste en colocar en diversos puntos hojas de palma bendita, en cruz, rociadas con agua bendita.

Según los informantes, cualquier persona puede resultar afectada por un acto de brujería, "sea un niño o un adulto, sea culpable o no".