Entre las causas de demanda de atención de la población tzotzil, la brujería, llamada popularmente ak´ chamel (lit, enfermedad arrojada), ocupa un lugar de primera importancia entre los padecimientos que conforman la epidemiología cultural del grupo. La brujería es no sólo una seria causa de demanda de atención, sino además una causa frecuente de muerte, especialmente entre aquellos pacientes que no son atendidos oportunamente. Por esta razón, si un sujeto tiene la certeza de que ha sido embrujado, los terapeutas tradicionales le recomiendan solicitar atención médica inmediata, ya que muchas veces el mal progresa tan velozmente que el enfermo muere en menos de 24 horas. Los especialistas tradicionales que atienden el padecimiento son el ilol y el yanacopo´ el tavitz o curandero-rezador de los cerros.
La brujería es el resultado de relaciones interpersonales conflictivas, fenómeno bastante común entre los habitantes de las comunidades tzotziles. Una vía de escape a situaciones como éstas, es la voluntad maligna de dañar a la persona con quien se tienen diferencias, o a algún miembro de su familia, enviándole una enfermedad, objetivo que se logra mediante la brujería. En el curso de una ceremonia secreta que se realiza en un lugar aislado o sagrado, como son las cuevas y los cerros, a la luz de velas de diferentes colores y mediante oraciones, sahumadas (V. sahumar) y el ofrecimiento de una ofrenda -que la mayor parte de las veces consiste en aguardiente-, se pide el daño que se desea infligir a la persona enemiga.
El sujeto afectado comienza a presentar los síntomas de la enfermedad enviada a los pocos días de efectuado el ritual, señalan los terapeutas. Estos aparecen en forma repentina, y por lo general comprenden fuertes dolores abdominales, diarrea y dolor de cabeza. El curandero diagnostica el ak´chamel pulsando al enfermo, es decir, tomándole el pulso para conocer sus características, en virtud de que, según estos médicos tradicionales, la sangre tiene la capacidad de "hablar", esto es, de comunicar el tipo de mal que sufre una persona (V. pulsar).
El tratamiento de la brujería es articulado y complejo, y su probabilidad de éxito depende de la oportunidad de su inicio. Generalmente, consiste en la ingestión de una bebida preparada a base de ajo, tabaco y "trago" (aguardiente), y en frotaciones hechas con un medicamento que se prepara con las hojas de una planta medicinal llamada chikin de burro u "oreja de burro", la cual también se emplea en la preparación de un té medicinal. El terapeuta primero muele el ajo y el tabaco junto con el trago, y se lo da a tomar al enfermo; luego le frota el abdomen con las hojas de la planta antes mencionada; enseguida hierve en un litro de agua un puñado de éstas, sean verdes o secas, y da a tomar la decocción al paciente en dosis que dependen de la gravedad de su estado: si la situación es crítica, debe tomar tres copitas al día; en caso contrario, es suficiente con una copita llena, diariamente, hasta terminar el litro. Los informantes aseguran que una vez que el enfermo termina de tomar el preparado, los síntomas deben empezar a desaparecer poco a poco. Durante la terapia se recomienda al paciente seguir una dieta que excluye los refrescos, así como el agua fría, los duraznos, la carne de res, la de puerco y el chile. La planta "oreja de burro" es utilizada también para tratar la diarrea y los dolores estomacales.
La brujería es una enfermedad que difícilmente puede ser prevenida, ya que depende de una voluntad externa al paciente y es causada por eventos que no es fácil controlar. La única forma de lograr alguna protección contra esas fuerzas del mal es hacer ofrendas a los santos, las cuales consisten en velas confeccionadas personalmente por el sujeto que desea alejar de sí el peligro, así como pedir a un ilol (curandero) que también él coloque velas, obsequie un pollo como ofrenda (V. gallina), y rece en la iglesia para que la brujería no alcance a la persona.
Debido a que el ak´ chamel no depende de factores naturales, puede enfermar a las personas en cualquier época del año. Los terapeutas señalan que se presenta con una frecuencia definida como "regular". Las personas adultas son generalmente los sujetos de la maldad, aunque un niño débil que esté junto a ellas puede también ser alcanzado por "el mal echado" (V. debilidad).