Las torceduras y las zafaduras son dos de las afecciones del aparato musculoesquelético más frecuentes en las áreas mixtecas, las cuales pueden afectar a toda la población. Los hueseros y los curanderos son los especialistas que tratan este tipo de dolencias.
Los traumas físicos son las causas que las originan. Se producen por "dar un paso en falso" -razón por la que a veces reciben el nombre de falseadura-, por resbalones o por golpes fuertes.
Los síntomas de ambas dolencias son semejantes: el sujeto presenta un fuerte dolor en la zona lastimada, la cual además se encuentra inflamada; esto le impide caminar, o mover el brazo o los dedos, según sea la parte del cuerpo que haya sido afectada por el accidente.
La revisión de la zona dolorida permite al terapeuta averiguar si el enfermo sufre una torcedura o una zafadura. En el primer caso, "las cuerdas están hechas bolas"; en el segundo, en cambio, el hueso está "zafado", es decir, se encuentra salido de su articulación.
El procedimiento terapéutico utilizado para tratar este tipo de afecciones es la sobada; primero, el terapeuta "soba con los dedos" para lograr calentar la zona dañada; la maniobra se hace empleando "pomada de la tía", o bien, "pomada de la abeja" o Iodex. Si el enfermo sufre una zafadura, el terapeuta, después de sobar, "jala el hueso" para que entre a la articulación. Una vez hecho esto, venda y espera unos días para ver la evolución de la curación. Si ha quedado bien, aconseja al paciente no mover la parte lesionada por lo menos durante 15 ó 20 días, y no mojarse "porque le toca el pasmo". Se recomienda, además, no comer grasas ni chiles (V. hierba mora, pericón, árnica hembra, árnica macho, jarilla).
Los terapeutas aconsejan al sujeto que sufre algunas de estas dolencias no dejar pasar el tiempo para tratarse, ya que, de lo contrario, "el hueso encarna mal" y la curación se hace más difícil; incluso, puede quedar "con las manos o los pies chuecos".