Esta causa de demanda de atención de la población de las áreas mixtecas, es atendida principalmente por un tipo particular de especialista: el adivinador, designado popularmente con la expresión de te no conanduuco, traducida por los propios informantes como "el que busca la suerte". Otros terapeutas que atienden esta clase de solicitudes son los especialistas en tratar el espanto y el coraje, los curanderos-espiritualistas y los curanderos hierberos.
Como lo dice su nombre, esta causa de demanda de atención está referida al espacio físico de la casa; sin embargo, afecta en forma indirecta a la salud de las personas que en ella habitan. Podemos incluirla en el conjunto de males que son provocados por terceros en forma deliberada, tales como la hechicería, la brujería y el mal puesto, entre otros.
Muchas veces el daño enviado a una persona repercute en su casa, por lo que al momento de tratar al enfermo, se debe tratar también la casa.
El mal que invade una casa puede ser también enviado por una persona muerta, la cual falleció "con el deseo de hablarle a otra persona". En estas circunstancias, la sombra del muerto se posesiona de la casa, y es necesario sacarla de allí para sanar el recinto.
La forma mediante la cual se logra afectar "la salud" de una casa guarda relación con la entrada "de un ángel maligno" a su interior.
Los signos que permiten sospechar que una casa está "cargada de mal", se reflejan en un principio en la conducta de sus moradores, mediante sensaciones que éstos experimentan; así, las personas escuchan pasos y ruidos por la noche, sienten que las puertas rechinan y oyen voces que los llaman, o bien se les aparecen extrañas visiones sin ningún sustento real. A los pocos días de haberse iniciado este fenómeno, los habitantes de la casa no pueden dormir y, cuando lo logran, "saltan" (se sobresaltan); se ponen amarillos, les duele la cabeza, sienten la boca amarga, están constantemente tristes y desganados, y sienten el cuerpo "desgonzado".
El procedimiento empleado con más frecuencia para "curar la casa" consiste en un ritual que se realiza en el interior de la morada. Una vez que se ha conseguido sacar de la casa a los demonios, sus habitantes "se deben curar contra el mal aire". Para ejecutar la primera ceremonia se necesitan varios elementos: agua bendita, una palma bendita, un ramo de hojas de cacahuanano (Gliricidia sepium) o de guayaba y una vela. El terapeuta inicia el ritual rezando la oración "exconjuración de los demonios", para que éstos dejen de mortificar la casa; enseguida, riega el agua bendita en todas las esquinas y entrega una cruz de palma bendita a cada uno de sus habitantes; a continuación, toma el ramo de hojas en una mano y la vela en la otra, y mientras reza la oración del retiro, limpia a la dueña de casa y a todas las demás personas que allí viven. Para que la curación surta efecto, la ceremonia se debe hacer en siete ocasiones, los días martes y viernes.
Si la casa está siendo afectada por "la sombra" de la persona muerta que no logró conversar con su dueño, el ritual es diferente. La ceremonia se debe hacer de 9 a 11 de la noche. Además del agua bendita, se utilizan mostaza negra, ajo macho, tabaco, agua de las 7 potencias, agua de la santa Muerte, agua de san Alejo y un bote de agua de retiro. Primero se juntan todos los elementos líquidos; el terapeuta reza el padrenuestro y "bautiza con el nombre de Jesús" a la mezcla, misma que, junto con la mostaza, el tabaco y el ajo, riega en las cuatro esquinas y en las puertas de la casa, tanto por dentro como por fuera. La ceremonia continúa al día siguiente: "se levanta la cruz del difunto, que se pone en la casa y después se lleva al panteón".
Existen formas para impedir que una casa se cargue de mal. El procedimiento se llama "preparación de una casa" y es una práctica preventiva. Su dueño debe hacer tres cruces grandes y dos chicas, ya sea de concreto o de madera, y colocarlas según la siguiente distribución: las tres grandes al frente de la casa, de modo que dos queden situadas a los extremos, y la última al centro; las dos cruces más pequeñas deberán ser bendecidas, forradas con listón blanco y colgadas en el interior de la morada en el lugar que la persona elija, a condición de no volver a moverlas de allí.
Otra forma de proteger la casa consiste en mantener en ella un altar con ciertas imágenes sagradas, además de otros elementos capaces de alejar influencias dañinas. Se contrata a un terapeuta para que ejecute una ceremonia de protección de la casa; este ritual se realiza frente al altar, el cual debe contener -por ser considerados los más poderosos-, a los siguientes santos: el cristo de Tampico Alto, la virgen de la Asunción de Tlaxiaco, el cristo negro de Otatitlán, nuestra Señora de la Luz, san Antonio de Padua, la virgen de los Pobres con su oración y san Martín Caballero; también se deben incluir aquí la imagen de la sagrada familia y la oración del muerto. Asimismo, el altar debe contener un ramo de hierba del ángel, ruda y santa maría, con el que antes se ha limpiado, loción de los 7 espíritus "para bañar a las personas", agua bendita, y polvo de tabaco, ajo, cal y alcanfor bien molidos. La ceremonia comienza cuando el dueño de la casa reza tres padrenuestros y tres credos; enseguida el curandero reza el "acto de contrición", una oración a la virgen, la magnífica y una oración al niño Dios. El ritual comprende una sahumada en que se queman copal, chicle negro y una reliquia; esta última se compra "en el santanero", y consiste en la imagen del cristo negro de Otatitlán y un poco de lana negra.