Dogi, ndha hi o tzohora. Aire o Mal aire
Con los nombres de "aire", mal aire, los habitantes de las comunidades otomíes designan un padecimiento peligroso por la gravedad de sus consecuencias y que sólo los terapeutas tradicionales pueden curar. La única causa de la enfermedad es un aire o "mal aire", entidad maligna, que tiende a concentrarse en los lugares "fríos", solitarios, como los cerros por ejemplo, por donde acostumbran transitar las personas adultas cuando se dirigen a sus labores; los malos aires también aparecen en los "espacios contagiados", sitios en donde se encuentra "enterrada" alguna enfermedad (V. contagio); por último, los aires pueden ser enviados a una persona a quien se envidia. Con respecto a las personas que pueden resultar afectadas por estos aires, existen determinados estados durante los cuales se tornan particularmente propensas a contraer la enfermedad: cuando acaban de consumir alimentos de calidad caliente, como por ejemplo el café negro, algunos derivados del maíz como el elote, el pinole y el esquite, y bebidas alcohólicas como el pulque y el vino (V. frío-calor).
Estos aires tienen la propiedad de poder ser respirados y así introducirse al interior del cuerpo de un sujeto, o se pueden "pegar" a su piel y de esta manera generar la enfermedad, como ocurre cuando el paciente tiene la desgracia "de cruzar un remolino".
Los primeros síntomas que advierte el paciente son tristeza y decaimiento; sus ojos se ponen tan llorosos "que parecen lucecitas", pierde el apetito, tiene ansiedad y siente hormigueo en todo el cuerpo. El especialista le revisa las sienes y "siente que la persona está nerviosa"; luego, si en la entrevista el paciente refiere haber visitado lugares conocidos por su peligrosidad, donde con toda probabilidad contrajo la enfermedad, el terapeuta confirma la naturaleza del padecimiento: el mal aire.
En conformidad con el concepto de que el causante de la enfermedad es un "aire" que se encuentra dentro del cuerpo del paciente, los tratamientos recomendados por los terapeutas otomíes tienen la finalidad de sacarlo. Esto se consigue empleando ciertas prácticas de tipo mágico-religioso, tales como las limpias, las cuales se ejecutan de diferentes formas. La primera de ellas recibe el nombre de "jumazo" -término derivado de la palabra humo, o humazo--, que como su nombre lo indica se hace con humo; para esto, se quema en las brasas "pirul, romero, plumas de pavo, cuerno de res, lana puerca (de borrego negro y sin lavar), un pedazo de quexquemetl y copal"; el paciente debe respirar el humo y colocarse de manera que quede impregnado completamente por él; concluida la limpia, debe permanecer un cierto tiempo arropado con una cobija o sábana, para que "guarde el calor de su cuerpo". El tratamiento comprende la ingestión de un té de hierbas, administrado en ayunas en dosis de media taza, durante tres días. La segunda forma de limpia es una "barrida", que se ejecuta pasando por el cuerpo del paciente, de la cabeza a los pies, un ramo de ruda, santa maría, pirul y chile cuaco; durante el procedimiento, el curandero pide a la enfermedad que "se retire del paciente"; en algunos casos, el tratamiento se complementa con una limpia con huevo, práctica curativa semejante a la anterior, realizada con un huevo (V. hierba del toro, estafiate y salva real).
Los especialistas de la región de Pahuatlán curan el mal aire mediante un tratamiento diferente, en el que destaca el uso del papel amate (V. figuras de papel). Se trata de una ceremonia curativa, que el terapeuta inicia recitando oraciones, mientras instala en el suelo un "tendido de amate" -varias hojas del papel de amate acomodadas formando un rectángulo-; allí coloca dos muñecos hechos con papel de China "que representan al hombre y a la mujer", además de una "cera" (vela gruesa de sebo) en cada una de las cuatro esquinas, al mismo tiempo que "le pide a la enfermedad que se retire"; después ofrece un pollo a cambio de la salud de la persona, y enseguida procede a cortar el cuello del animal y a regar la sangre sobre el amate y las figuras de papel de China; luego, con el pollo limpia al enfermo de la cabeza a los pies. Terminada la sesión, "se junta todo y se tira en un lugar lejano". Si la enfermedad es muy fuerte, se deben realizar dos o tres ceremonias como ésta para que el paciente sane.
Los curanderos recomiendan no pasar por "remolinos o lugares donde haya mal aire o esté enterrada alguna enfermedad", así como no salir inmediatamente de la casa después de comer; si por algún motivo el sujeto tiene prisa en marcharse, se le aconseja regar unos granos de sal fuera de la casa, o sobre el camino más cercano a ella. Otra forma de prevención consiste en "cargar siempre un diente de ajo en la ropa, para evitar que entre el mal aire".
Los habitantes de las comunidades otomíes consideran que el mal aire es una enfermedad muy peligrosa que puede derivar en convulsiones y ataques. Por tal motivo, los terapeutas recomiendan iniciar el tratamiento cuanto antes, ya que, de lo contrario, se puede "cargar demasiado y ser peligrosa": el paciente se vuelve loco y, después de un tiempo, muere.
Las personas más afectadas por el mal aire son los adultos que trabajan en el campo, ya que habitualmente deben cruzar "lugares malos o comer en la milpa". Los malos aires son muy frecuentes entre los otomíes, por la estrecha relación que guardan con los "fríos", estados climáticos frecuentes en sus regiones geográficas.